La pandemia por la COVID-19 es la causante que los miles de creyentes, peregrinos del Santo Cristo de La Grita, que año tras año se acercan a este rincón del Táchira, no puedan venir a cumplir sus promesas, a acompañarlo en la eucaristía en su honor y en la procesión.
Pero esta situación no solo afecta a quienes vienen de afuera, también a los gritenses, a sus comerciantes, hoteleros, y a todos quienes durante días veían incrementar sus ingresos por la llegada de peregrinos y de los hijos de esta tierra que venían a honrar a su patrono.
Juan Alberto Sánchez, desde hace 32 años, regenta un kiosco al frente de la Basílica del Espíritu Santo, casa del Santo Cristo, vendiendo objetos religiosos. La mayoría del Cristo del Rostro Sereno.
«Esta venta data desde 1958, cuando monseñor Raúl Méndez Moncada le permitió a mi papá instalarla, y yo venía los fines de semana a ayudarlo. Hace 32 años yo me hice cargo del kiosco y aquí estoy siempre. Solo dejo de venir cuando estoy enfermo, pues los años pasan y van pegando, pero sigo batallando hasta que Dios me de vida«, expresó.
Al hacer referencia sobre esta celebración atípica, Sánchez hace alusión a los años anteriores, cuando para esta fecha el pueblo recibía a una gran cantidad de visitantes y todos los alrededores de la Basílica estaban llenos.