En Venezuela se lucha contra dos sentimientos atroces. El primero es una sensación tangible de tristeza. Saber que mañana será peor que ayer. Que las fechas pasan como espanto sin rumbo, así como la ineficiencia y el caos son irreductibles. Una pesadez instantánea, voraz y ruda. Abruma una incapacidad para entender los sinsentidos. En qué momento nos cambiaron la combinación mágica de la sonrisa citadina, para generar una nación asolada, turbia y gris; tan irreconocible.
El segundo sentimiento resulta más preocupante. Es la pérdida de la fe. La esperanza en cambiar los estropicios disminuye día tras día. Pierde el carburante y el impulso decidido. Parece comprensible ante la infamia decretada en las calles. No hay ráfagas de buenas noticias para compartir.
Todo ese desconcierto se volvió cotidiano. El venezolano se cansó de contar los años. Uno tras otro, los descalabros se volvieron más que tenaces. Se perdió el aliento para seguir. Queda entonces la resignación del autómata. No se atina en nada y no vale ningún esfuerzo. Solo el sobrevivir a otro día. Un primitivismo instaurado por el sistema.
Con eso debemos luchar quienes escrutamos en las noticias. Mi libretilla de anotaciones se atiborra de muchas certeras y a veces de rumores desparramados. Trato de valerme de mi propia compostura periodística. Es imposible compartir el desánimo. La historia está salpicada de contrariedades. Así se erige el destino final, con acontecimientos verdaderos, pese a las tiranías que ocultan los esfuerzos firmes por la libertad.
Cuento un caudal de sucesos para el buen ánimo. Hay metas trazadas que son imposibles de desestimar. En estas dos décadas -que parecieran inservibles-, nunca se habían tenido tantos argumentos para alcanzar el objetivo anhelado. Antes las naciones veían a nuestro país atontado por un debate turbio en democracia. Hoy es reconocible la tiranía sin tregua que nos fatiga.
No es común ver a un chalado hablar primores de la dictadura en nuestro país. El presidente uruguayo, Luis Lacalle, lo dejó en claro esta semana: “no hay un solo elemento para pensar que Venezuela sea una democracia”. Pero mayor asombro deja los alegatos reiterados del canciller argentino, Felipe Solá, quien catalogó al régimen de autoritario, a sabiendas de la posición política del mandatario Alberto Fernández.
Hay razones suficientes para pensar que todo se mueve a nuestro favor. Estados Unidos se encuentra claro sobre los pasos de cada corrupto en Venezuela. Olisquea sus huellas marchitas, revisa pesquisas perdidas y conoce gran parte de las transacciones secretas. No es casual cada hecho reciente. El seguimiento a Álex Saab y su insistencia para tenerlo como el parlanchín más codiciado. Las atiborradas sanciones. Reconoce los negocios ilícitos con el oro. Y ya saben de más de un testaferro que no se saldrá con la suya.
Hay una lectura simple. No estamos perdidos y deambulando en la soledad de un cuadrilátero. Debemos enfundarnos los guantes para esta lucha intestina. Los impulsos súbitos del dólar, los hechizos por televisión, los arrestos a periodistas, la falta de lo esencial en la despensa y esa nada en la que andamos. No nos puede derrumbar. Las intenciones de la usurpación es que estemos alicaídos. Sin propósitos para un cambio. Pero nos sobran los ideales. Venezuela no es de reticentes o ajenos al combate.
Soy más que un soñador de cuerpo entero o alguien que trata de estrujar sus fantasías. Nuestra nación no está abandonada a su suerte. Me cansan los arquetipos del pasado. Estamos predestinados a modificar todo. No a aburrirnos de los intentos fallidos. Venezuela es un pueblo honorable que pronto encontrará su felicidad extraviada.
Hay más de una nación que nos acompañará en esta encomienda. No solo EE. UU. que tiene hasta un embajador virtual y erige su presupuesto del año 2021 pensando en ayudar a nuestro territorio, sino además existen energías conjugadas para ser positivos. Casi todo el continente ya va comprendiendo la ruta. Hasta la propia Unión Europea no se ha atragantado con sus ideales hacia nosotros.
La libertad no es una cúspide tan elevada. Pero tenemos que jugárnosla en los próximos meses. La pandemia aturde y estamos indefensos ante sus embistes. Pero es parte del telón de fondo de las decisiones tremendas. No le perdamos el rastro a la certeza. Vale más de un compromiso para abrirle las puertas al optimismo.
José Luis Zambrano Padauy
@Joseluis5571