Lo que parecía imposible se logró y en un solo abrazo se fundió el amor, ése que es capaz de sanar y reconfortar los corazones.
La lucha de los padres de Wilmer Nava, joven larense radicado en México, y cuya salud se ha visto seriamente comprometida por una metástasis múltiple de tumor primario desconocido, tuvo un final feliz.
Y es que, tras una intensa campaña denominada #ElMilagroDeReunirlos, se logró la meta de trasladar a sus padres, Yelitza y Wilmer, hasta Cuernavaca- México.
Desde hace dos años, Wilmer vive en México y es un venezolano más que salió de su casa en búsqueda de nuevas oportunidades. Sin aviso llegó la enfermedad, un cáncer de origen desconocido que ha mermado sus fuerzas físicas más no sus ganas de vivir.
Aunque no tiene familiares en México, Wilmer contó a lo largo de estas semanas, con el buen corazón de personas que, sin conocerle, se ofrecieron a cuidarlo, atenderlo y hacerle compañía durante su estancia en el hospital.
Su madre, Yelitza Nava, pidió a Dios de todo corazón le permitiera reunirse con su hijo. «Yo sé que cuando lo abrace, él se va a sentir mejor», dijo en un video, difundido a través de las redes sociales.
Un corazón dispuesto
La historia de esta familia conmovió a decenas de corazones en todo el país, quienes conocieron la campaña #ElMilagroDeReunirlos, promovida por el grupo de oración Proyecto de Amor, al que Wilmer pertenece junto a sus padres.
En primer lugar, funcionarios del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime) otorgaron en tiempo récord, la prórroga del pasaporte para ambos padres.
Posteriormente, el diputado Luis Florido conoció el caso y asumió personalmente todas las acciones que permitieran ese reencuentro entre una madre y su hijo.
Fue así como la Embajada de Venezuela en Colombia, la Cancillería de México y la Dirección General de Organismos y Mecanismos regionales del Gobierno de México, pusieron manos a la obra para hacer posible el milagro.
Este jueves, en horas de la tarde, la fría sala del hospital fue de repente más cálida para Wilmer, pues, tras dos años de ausencia, sintió el anhelado abrazo de su mamá y su papá.
Las lágrimas no fueron de tristeza sino de alegría, de agradecimiento a Dios y a todos los que sirvieron de instrumento para que, este camino de enfermedad, sea ahora más esperanzador. ¡Que viva la vida!