Venezuela tiene una de las economías con menos preparación para enfrentar al COVID-19, en términos de su capacidad para generar recursos externos, señala la firma de consultoría Ecoanalítica, en un análisis sobre el impacto de la pandemia en el desenvolvimiento económico de muchos países, por lo que advierten que la situación del país es alarmante.
Destaca la firma en su análisis semanal, que en los últimos meses, la demanda por petróleo y otras materias primas se ha visto afectada por la contracción en la actividad económica global a causa del COVID-19. En ese sentido, América Latina es el continente más afectado, debido a su alta dependencia al intercambio comercial de estos insumos con el resto del mundo como mecanismo tradicional para generar divisas e ingresos fiscales.
Explican que esta caída en la demanda también ha supuesto una reducción en el valor de estos “commodities”. Así, dado que tales materias primas no recuperarán el valor perdido hasta que el comercio global se normalice, no deberíamos esperar que estos precios aumenten en el corto plazo.
Sin embargo, este no ha sido el caso para todas las materias primas relevantes para América Latina. Tal es el caso del oro (e incluso otros metales), cuyo precio ha aumentado al servir de refugio financiero para los capitales globales en tiempos de recesión y disminución de las tasas de interés. En ese sentido, la forma en cómo el COVID-19 ha afectado a las economías de la región depende, en parte, de la importancia del sector minero y energético en cada país.
Cuando evaluan el porcentaje del PIB, que representan las exportaciones de materias primas en conjunto con las potenciales pérdidas por caídas en los commodities entre 2018 y lo visto en 2020 (ponderadas según la composición de las exportaciones de cada país), se observa cómo en Perú, por ejemplo, a pesar de que la ventas de tales insumos alcanzaron a 2018 cerca de 10% de la producción total, la contracción económica derivada de la caída de precios por insumos sería baja en comparación a los demás países de la región, debido a ser el país que más comercia oro en Sudamérica.
Por el otro lado, encuentran países como Ecuador que se especializa en petróleo y con una mayor exposición al colapso de las materias primas (casi 15% de su PIB), o Chile donde el 50% de las exportaciones proviene del comercio de cobre y, por ende, con mayores ventajas que el resto dada las menores pérdidas en su principal exportación. Países como Bolivia y Colombia están teniendo mayores dificultades de las esperadas, a pesar de que están más diversificados que otros en el sector de energía y minería.
El caso venezolano
La situación de Venezuela es alarmante. Estiman los analistas, que considerando exclusivamente la caída de los precios petroleros entre 2019 y 2020 (incluyendo los precios “negativos” de abril), el país enfrentaría contracción económica cercana al 12%, sin tomar en cuenta las potenciales pérdidas producto del colapso de la producción y exportación de crudo local. Ello responde, por supuesto, a la enorme dependencia de la gestión fiscal a estas actividades (más del 40% del PIB).
Advierten que tales condiciones colocan al país como una de las economías con menos preparación para enfrentar al COVID-19, en términos de su capacidad para generar recursos externos. El Ejecutivo está enfrentando serias dificultades para acceder a las divisas requeridas para estimular el aparato productivo local durante la cuarentena. Es imposible saber hasta qué punto la situación es sostenible, pero si se puede decir que la industria petrolera no servirá de colchón financiero para enfrentar la crisis del COVID-19 en el corto o mediano plazo, asegura Ecoanalítica.