«Los deseos humanos son el vapor que hace que la máquina social funcione, a no ser que los entienda el propagandista no logrará controlar el inmenso mecanismo de engranajes más o menos unidos que es la sociedad actual»
(Edwuard Bernys)
Bajo el techo de este mundo a través de los años nada ha cambiado respecto a la actitud inhumana, codiciosa, explotadora y arbitraria del ser humano hacia los de su misma especie. Cuando el engranaje de una comunidad no encaja es preferible mantenerse aparte. La ruindad humana no solo se vislumbra en las calles sino a nuestro alrededor.
A veces es necesario ir a los libros y repasar la historia para no caer en el mismo lazo de la pestilencia humana de otro tiempo.
El Feudalismo hizo su entrada después de las largas y costosas guerras civiles, cuyo costo debilitó el poderío y capacidad económica de las monarquías absolutistas. De todo esto surgió el concepto de comunidad.
En los actuales momentos el coronavirus y necesario enclaustramiento humano, han aumentado los problemas que golpean la economía mundial, razón por lo cual ha surgido la necesidad de frenar el progreso poniendo límites a la producción que ha traído como consecuencia la escasez (ya de por sí existente en países como el nuestro, dirigidos por incapaces) y en general afectando a unos y a otros gravemente. Se vino la carestía, el abuso y también el reclamo de los más vulnerables y afectados, muchos de los cuales se han visto obligados a buscar amparo en los mandantes que ofrecen mercado gratis y bonos que son como nada, porque no solucionan ni la milésima parte de las inmensas necesidades familiares. «Ayudas» a cambio de renunciar a su libertad, a sus sueños y esperanzas.
Los siglos fueron pasando poco a poco, ocurriendo infinidad de cosas en este tiempo. Desde entonces parece que estuviéramos condenados a convertir nuestra vida en una batalla sin pausa y siempre a repetir la ruda historia.
El mundo ha tenido todo para ser feliz, sin embargo, tristemente aún persiste en nuestro mundo la mentalidad discriminatoria y rígida de políticos que frenan y atacan los derechos y libertades de los pueblos.
El egoísmo, la falta de humanidad, las ambiciones, apariencias y falsedades no dan cabida al desarrollo, al respeto, a la igualdad ni a la sana convivencia.
Quienes están al frente de comunidades, empresas, edificios, puestos públicos o privados, aplican sus caprichos, destruyendo la armonía y convivencia del entorno. Lo lógico, lo razonable y humano no importa en una sociedad dirigida por ignorantes.
Matemáticos, científicos, filósofos, humanistas y escritores no llegan a la conciencia de las mayorías.
«Yo tengo un sueño» inmortalizó a Martín Luther King, «La lucha es mi vida» inmortalizó a Nelson Mandela.
Cuesta superar muchas tormentas para llegar a la calma. Formar parte del engranaje de una sociedad es difícil cuando la parcialidad es la norma. De allí parte la razón dice Víctor Hugo de «que nunca nos debemos fiar de las apariencias, sino de las evidencias».
No se ve solución inmediata a estas tiranías de la cuarentena y la política. La ambición, la opresión y normas de encierro han ido sometiendo todo al antojo del virus y de los políticos. Todo esto nos lleva a recordar «La metáfora de los cerdos salvajes» porque es desde todo este estado de cosas en las que se dieron los primeros pasos hacia la esclavitud, eje fuerte de la sociedad feudal.
La violencia, las pandemias, el abuso y las guerras seguirán llegando con sus volúmenes de injusticias de destrozos, de hambre y de muertos.
Sería maravilloso que las piezas de la máquina humana engranaran a la perfección por el bien de todos. El mundo sería perfecto. Mientras unos se quieran imponer sobre otros a patadas todo seguirá rodando hacia el abismo.
«Perder la propia individualidad y convertirse en el mero engranaje de una máquina manejada a capricho, está definitivamente por debajo de la dignidad humana»
(Gandhi)
Amanda Niño de Victoria