Para recordar:
“…por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos.”
(Génesis 22:16,17)
Hace muy poco, un familiar avisó que desde el desierto había salido una tormenta de arena que recorrería gran distancia, con la posibilidad de pasar por Venezuela.
A los pocos días, se oyó la noticia, y la tomamos de Radio Francia Internacional, el 30/06/2020, y lo refrendaron así: “Una enorme nube de arena proveniente del desierto de Sahara, está llegando a los países de la cuenca del mar caribe como Venezuela y Colombia; américa central y del norte (costa sur de los Estados Unidos, hasta California)”.
Allí el científico Lorenzo Labrador, de la Urbanización Meteorológica Mundial señaló: “Que este ‘fenómeno’, de arenas, es frecuente y pasa todos los años, lo que lo hace particular es la magnitud”. Y agregó que la peligrosidad “son las partículas finas que tiende afectar el tracto respiratorio bajo y puede agravar a quienes padecen de asma”.Pero tienen una ventaja que transportan hierro y fósforo que ayuda a la fertilización por donde pasa”.
Cuando Dios le dijo a Abraham que multiplicaría su descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar, él seleccionado no sabía si se iba a cumplir la promesa.
Esta historia se remonta varias generaciones después del diluvio, porque Abraham fue ascendiente de Sem, uno de los hijos de Noé y cuando Dios hizo el pacto con él, aunque su esposa Sara era estéril y tenía 89 años y Abraham de 99, la promesa se cumplió un año después, cuando tuvieron a Isaac; padre de Jacob y Esaú. Y a Jacob le nacieron 12 hijos.
Como Dios dirige todo, pese a los errores cometidos por Abraham y Sara, el Señor cumplió su promesa. Lo impresionante, es que Dios le pidió que“sacrificara” a Isaac, el hijo de la promesa, su legítimo primogénito,y Abraham obedeció, no reusó tratar de sacrificar a su hijo. Allí, Dios comprobó su fe y proveyó un cordero para el sacrificio. Ese acto representaba a Dios entregando a su propio Hijo por la raza humana.
Según la Biblia, el éxito de la acción de Abraham, fue la obediencia y Dios le dijo: “Bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena…En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Génesis 22:15-17).
Al leer Mateo capítulo 1, observamos que Abraham encabeza la lista del naciente pueblo Hebreo, más tarde el pueblo Judío, pero ¿Por qué Dios le dijo que en su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra? Porque, de allí iba a nacer Cristo y al hacer el sacrificio,la bendición de Salvación está al alcance de todos nosotros.
Si leemos con cuidado Mateo 1, se inicia así: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (v.1), hasta llegar a José.A pesar que pasaron buenas y malas personas, reyes como David y Salomón, con sus errores; también hubo prostitutas, todos con sus pecados, pero la mayoría se arrepintió y muchos de ellos de van a Salvar.
Para el pueblo Judío esta historia representa un reto y un problema,porque después que Jesús murió en la cruz, el pacto de pueblo especial se terminó para ese pueblo.Y tristemente, ellos (todavía) consideran a Abraham más importante o más grande que Jesús.
De todas maneras, Jesús nació después de la promesa hecha a Eva (Génesis 3:15) y más tarde ratificada a Abraham. Por eso a Jesús le llamaban “hijo de David”, por el linaje terrenal de dónde venía, e era Hijo de Dios, porque venía del cielo.
El secreto dado a la humanidad, ha consistido en la obediencia,tal cual Dios le dijo a Abraham quien: “Obedeció a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:39).Es decir, Dios requiere nuestra obediencia (hablando de Salvación) y ningún ser humano debe ocupar el puesto de Jesucristo, porque no hay otro “Sumo Sacerdote”, “Intermediario”, “Sanador”, “Salvador”, “Redentor”, entre Dios y la raza humana.
Eduardo Iván González González
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