Desde el primero de julio de 2015, los productos de poliestireno de un solo uso fueron prohibidos en Nueva York, la mayor urbe de los Estados Unidos, por la imposibilidad de reciclar las 30 mil toneladas anuales que genera una montaña de residuos de estas bandejitas blancas que en todo el mundo llenan los estantes de supermercados y mostradores de los puestos de comida para llevar, después los contenedores de residuos y peor aún, calles y parques de las ciudades.
El gobierno municipal encabezado por el alcalde Bill de Blasio tomó en cuenta estudios del Departamento de Sanidad de la ciudad que calificaron el poliestireno (EPS), en cualquiera de sus dos modalidades, el expandido o el extruido, como un residuo “tóxico” e imposible de reciclar, asunto a considerar en Venezuela donde las benditas bandejitas se convirtieron en el pan nuestro de cada día para la venta de alimentos.
No era la primera ciudad norteamericana en adoptar esta decisión, pero si la más poblada y donde hay mayor tradición de consumo de comida rápida y callejera. Más de un centenar de localidades, con Washington, Minneapolis, San Francisco, Oakland, Portland, Albany y Seattle a la cabeza, ya habían adoptado la medida
Entre los objetos de este plástico que no pueden venderse ni utilizarse en los comercios neoyorquinos están las tazas, cuencos, platos, recipientes de comida para llevar, cartones de huevos y las bandejas que suelen contener piezas de carne, pescado, verduras o fruta y tampoco podrán utilizarse los rellenos de poliestireno empleados para embalajes, como los llamados cacahuetes.
La prohibición afectó restaurantes, establecimientos de comida rápida, cafeterías, tiendas de delicateses, cafés, supermercados, camiones y carritos expendedores callejeros, cinco años más tarde prueba superada.
El inmenso volumen de residuos que suponían estos envases, cerca de 30 mil toneladas en 2014 (90 por ciento tras un solo uso) y la imposibilidad de reciclarlos fue, por encima de consideraciones sanitarias, el principal motivo que impulsó la aprobación de la Ley Local 142 en diciembre de 2013.
Aunque numerosos estudios concluyen que el estireno puede trasladar algunos de sus componentes a los alimentos y se lo ha relacionado con posibles efectos cancerígenos y alteraciones endocrinas, las autoridades sanitarias del norte consideran que su presencia en la comida es diez mil veces inferior a la que pudiera considerarse nociva para la salud.
Las razones de la prohibición fueron fundamentalmente medioambientales y económicas según la Ley 142 al establecer que si el poliestireno no se podía reciclar, debería ser prohibido y como esa fue la conclusión sobre ese material, que “no se puede reciclar en la planta de procesamiento establecida en la terminal marítima del Sur de Brooklyn de una manera que sea efectiva ambientalmente, económicamente viable y segura para los empleados”, la autoridad municipal al final resolvió erradicar este material de la ciudad.
Amenaza para los mares
La proliferación indiscriminada de envases de este tipo en el medio ambiente era un grave problema “para nuestros ríos y la línea de costa y en última instancia, el océano Atlántico, con sus ricas pesquerías y vida marina”, recordó la directora de la Oficina de Sostenibilidad de la Alcaldía, Nilda Mesa, al anunciar la medida. Al fragmentarse en pedazos cada vez más pequeños, éstos son con frecuencia confundidos con alimento por peces o tortugas y sufrir las consecuencias.
Otros motivos impulsores de la medida fue que los envases de este material suelen obstruir los sistemas de alcantarillado, o que su rotura o degradación en los contenedores durante la recolección de residuos contaminan la materia orgánica e imposibilita su reciclaje para hacer composteros.
«Estos productos causan un daño medioambiental real y no tienen cabida en la ciudad de Nueva York. Tenemos mejores opciones, alternativas mejores, y si más ciudades en todo el país siguen nuestro ejemplo y adoptan prohibiciones similares, esas alternativas pronto serán más abundantes y baratas», manifestó De Blasio.
“Durante demasiado tiempo se ha presentado el poliestireno como opción segura y económicamente viable envasado de alimentos. Ahora sabemos que es una gran amenaza para el medio ambiente”, dijo el presidente de la Comisión de Protección del Medio Ambiente de la ciudad, concejal Donovan Richards.
Nuevas bandejas compostables sustituyeron a las de poliestireno y el Departamento de Medio Ambiente empezó a distribuirlas a partir de mayo de 2014 y desde septiembre, con el inicio del nuevo curso escolar, todas las comidas en los centros educativos que empleaban unas 830 mil bandejas diarias pasaron a usar envases biodegradables.
Mientras su uso en España todavía es poco cuestionado, la Asociación Nacional de Poliestireno (ANAPE) mantiene en su web que “los productos de EPS cumplen con las exigencias sanitarias y de seguridad e higiene establecidas, con lo que pueden utilizarse con total seguridad en la fabricación de artículos de embalaje destinados al contacto alimenticio. El EPS no es peligroso para las aguas y no tiene ninguna influencia medioambiental perjudicial, se pueden juntar a los residuos domésticos o bien ser incinerados”.
Aseguran tajantemente que desde un punto de vista técnico, el material “es cien por ciento reciclable”. Daniel López, del área de Residuos de Ecologistas en Acción, replica que en España “es muy difícil conseguir datos reales de reciclado de plásticos y de envases en general y la ANAPE no da cifras, sino que se limita a justificar la posibilidad de un reciclado teórico”. La asociación empresarial eligió con cuidado sus palabras: que sea reciclable no quiere decir que esté siendo reciclado. No les saldría a cuenta a sus productores. Así que, al final, el resultado es el mismo. Más residuos.
Especialistas en asuntos ambientales estiman que al año se producen unas cien millones de toneladas de plásticos y gran parte de ellos acaban en los mares y océanos formando ochenta por ciento de la basura marina. El problema no solo es la contaminación del medio ambiente sino que además, pueden tener un efecto nocivo sobre nuestra salud.
Juan José Peralta