Debo insistir aunque parezca necio o tontería, en fomentar la idea de fijarnos una meta a cumplir como país. Cierto que vivimos una multi-crisis de tal magnitud y profundidad que afecta toda arista existencial del ciudadano y las dimensiones vitales de la nación. Hay montones de asuntos por atender y obviamente despojan de prioridad lo trascendente. De tal forma la poderosa muleta de las urgencias echa a un lado necesidades imperiosas. Un sentido de identidad nacional, firme y sólido sería un caso. No menos importante es la necesidad de un Norte, una meta así fuese utópica. La orientación de una idea faro, diáfana, sin sesgos, exenta de fanatismos, inventos raros o pretensiones desmedidas.Una idea de orientación constante, un camino al futuro claramente iluminado. Cómo conceptualizarlo?
Venezuela es un país con decenas de realizaciones de vastas repercusiones en el campo internacional. Mentes brillantes de compatriotas han concebido y realizado obras de tal envergadura y riqueza que son emuladas en el exterior y en algunos casos con mejores resultados que los obtenidos aquí, su país de origen, dado el grave defecto de nuestra falta de constancia o ambición.
Me permitiré una breve digresión que viene al caso. Dostoievsky decía de sus paisanos: “A nosotros, los rusos, nos hace falta talento para aprovechar nuestro genio…”
Qué virtud o cuál capacidad necesitaremos los venezolanos para aprovechar nuestra creatividad?.
Recordemos algunas de las contribuciones que Venezuela ha regalado al mundo, en las personas de eminentes ciudadanos nuestros.
La metodología de combate contra enfermedades tropicales es un caso especial. Científicos fundadores de Institutos de elevado prestigio internacional en su lucha contra estas enfermedades, se formaron aquí bajo la égida del Dr. Armando Gabaldón,
La fundación educativa “Fe y Alegría” y La Biblioteca Ayacucho, son otras realizaciones de alto peso social y educativo concebidas y realizadas aquí. A la fecha “Fe y Alegría se ha extendido al campo internacional y La Biblioteca Ayacucho es una referencia a todo efecto en el mundo bibliográfico.
Brillando en forma única el fenómeno que ha significado la obra iniciada por el Maestro Abreú con 14 niños en un rincón cualquiera de la ciudad, convertido en el más clamoroso éxito de educación musical, imitado y seguido en todo el mundo, con millones de niños formándose en las lides musicales a los más altos niveles de ejecución e interpretación,con el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles.
Y el más importante y valioso, jamás publicitado y virtual desconocido de los 400 millones de personas que lo disfrutan.Hablar sin necesidad de ser políglotas desde el Río grande (frontera USA-México) hasta la Patagonia, gracias a la Gramática de Don Andrés Bello, llamado con justicia “El Príncipe de las Letras Americanas”. Piensen aunque sean cinco escasos minutos lo que significa y posibilita un recurso semejante y puede que también sientan el dolor de observar cómo ha sido desaprovechado de manera tan pueril y estúpida, dado que cualquier señuelo hace de zanahoria al extremo del madero, nos desenfoca y conduce donde quiere el dueño del leño.
Alertemos el cerebro al ejercicio para el que fue creado y encontremos esa Idea Faro necesaria, que nos impulse más allá de nuestras limitaciones a ser mejores que nuestros defectos.Y por favor, escuchen bien, no ando bordando ilusiones o alimentando la fe de encontrar el jarrón de oro al pie del arcoíris. Sobran ejemplos de quienes decidieron superar sus miserias para sembrar futuro, liderar naciones, proteger tesoros vitales o tantas otras misiones en las que descollaron marcando pautas de conducta al más alto nivel.
Como ejemplo recordemos a La Madre Teresa de Calcuta, un ser angelical que decidió poner su vida al servicio de los más desvalidos. Ya vestía los hábitos monacales sin destacar en nada particular cuando se vio involucrada en un desagradable evento de su vida, que: “me hizo descubrir algo aterrador. Yo tenía un Hitler por dentro”.La madre Teresa, humilde monjita se atrevió a sepultar su Hitler y sobre esos restos internos levantó al gigante de su abnegación.
Muchos ejemplos podrían ilustrar estos comentarios, concluiré con un aleccionador pasaje acerca de Moisés, el conductor del pueblo hebreo.
Un monarca admirador del líder hebreo, deseaba conocerlo y se dirigió a su encuentro. Impaciente, antes de concluir las penosas jornadas de su regia caravana, envió a dos de sus artistas a realizar un retrato de Moisés. Cumplido el encargo convocó a sus sabios a que le interpretasen la naturaleza del que estaba plasmado en el cuadro.
–Este es un hombre de naturaleza malsana, cruel, déspota, de bajas ambiciones materiales. No se detiene ante nada para satisfacer sus deseos y caprichos…
Imposible, el monarca no salía de su asombro, pero no tomó medida alguna, si bien pensó que sus artistas eran de lo peor o que sus llamados sabios eran unos charlatanes.
Cuando se da el encuentro el visitante observa que Moisés es el que sus artistas pintaron y pasó a contarle a su anfitrión lo de la pintura y la interpretación que le dieron sus sabios. Moisés pidió le mostrase el cuadro. Lo contempló al detalle y expresó su admiración por el magnífico retrato. Pidió entonces razón de la interpretación realizada por los sabios que analizaron sus rasgos.
La respuesta fue negativa, a la que agregó una dura crítica dirigida a sus tales sabios. Moisés escuchó en silencio hasta el final, quedó pensativo un rato. Después, dijo a su interlocutor:
—Ud, es muy afortunado, tiene a su servicio buenos artistas y verdaderos sabios. El hombre del que le hablaron, ese era yo, pudieron verlo en mis rasgos fielmente trazados por sus pintores. Esa es mi naturaleza básica y sobre ella con sus vicios y defectos, pude construir al hombre que soy.
Se ha logrado muchas veces y existen fieles testimonios al respecto. Hombres y mujeres de naturaleza débil, egoísta, pusilánime o simplemente indiferente, enfrentados a la obligación de cambiar para mejor, hicieron de su debilidad un carácter firme, tenaz y decidido; de su egoísmo, un sólido espíritu comunitario de servicio al prójimo; sobre la miseria de su pusilanimidad, la fortaleza de una voluntad decidida; y más allá de su pasmosa indiferencia, el acierto de una atenta participación por cuanto significaba a su vida y la de su comunidad, el marco y destino de un país abrumado por todas las crisis, más una: La más fea, perniciosa y paralizante atonía de sus habitantes ante el hundimiento acelerado que nos arrastra al subsuelo existencial de lo primitivo.
Podemos y debemos ser mejores, solidarios y dispuestos a luchar por levantar el país y encaminarlo hacia la cima de un progreso estable y sostenido. Intentémoslo. Busquemos esa Idea o concepto faro que nos ilumine el futuro.
Pedro J. Lozada