“Los locos son personas autenticas que expresan su verdad existencial sin los disfraces sociales que distorsionan la interrelación del hombre con el mundo.”. Esta frase la cito eventualmente y la atribuyo tramposamente a Ronald Laing, un siquiatra que se decía deudor del existencialismo de Sartre. Lo cierto es que estudiosos del tema me han corregido y observado que mi interpretación del célebre siquiatra es incorrecta o al menos caprichosa. Empecinadamente me he instalado en la comodidad de este concepto para defenderme de los convencionalismos y explicarme al mundo con sus guerras, con sus odios políticos y sus injusticias económicas , como una locura colectiva donde los únicos inocentes , además de los niños y los poetas , son los llamados locos , quienes viven a plenitud sus fantasías sin el estorbo de una censura publica que se alimenta en muchas formas de la mediocridad .
Frente al escenario de una humanidad como la del Mundo Feliz de Houxley prefiero la exquisita locura del Quijote o las trapisondas del Tom Jones de Fielding, total que la locura es también una forma de supervivencia frente al poder que organiza las probabilidades en función de un esquema donde el éxito y la riqueza levantan su pedestal sobre la desdicha colectiva.
En base a este criterio benefactor de la locura he recorrido sesgadamente paisajes de Freud, Pavlov, del conductismo de Skinner hasta las meditaciones de Hitler y de Chávez solamente para concluir que el mundo es una aventura desgraciada donde los únicos refugios posibles son el misticismo y la locura, franquicias existenciales con una formidable clientela en Carora.
Recordemos una pequeña lista de locos de nuestra ciudad, los más pintorescos y etiquetados. Faltan muchos, falta más de un 99 por ciento del total, pero por algo se comienza.
Chía La Manca. Según comentarios es hija de un hombre con mucho abolengo familiar. Chío Zubillaga la cita en una de sus cartas.
La Chicachagua. Mujer de jacaranda y palo de amansar. Rodrigo Riera le compuso una pieza musical.
Salomón. Tenia su Castillo en las antiguas ruinas del Templo Nuevo. En la noche conversaba con los duendes y en el día recogía llaves para abrir las puertas de unos sótanos construidos debajo de su castillo.
La Yuye. Bailaba. Caminaba, Bailaba, Un día bailo toda una noche y la luna se le metió en los ojos y de adentro le salían unos enanitos que se burlaban de los mirones.
El Matacán. Como Renfield el discípulo de Dracula, comía cucarachas. En las noches de los cochinos arreaba unas sombras hacia la playa de los mosquitos y desde allí se venía trotando perseguido por unos remolinos.
La Chicharito. Se aprendió de memoria todas las malas palabras que encontró en un diccionario escrito a medianoche por el Diablo. Todos los días las recitaba en público.
Cua. Su lugar de trabajo eran las orillas del Río Morere. Se montaba en un caballo invisible, le daba fuertes golpes en sus nalgas y corría detrás de los muchachos pensando que eran sus novias.
Chus La Burra. Tocaba violín y caminaba .Giselito era su amigo que nadie veía, él le hablaba y lo miraba .Chus La Burra miraba de medio lado porque siempre andaba con Giselito .El violín lo aprendió a tocar sin maestro, solamente mirando y escuchando, una vez que Giselito se fue a visitar a su familia en Churuguara y duro allí como seis meses.
Yoyo. Marchaba como militar por las calles principales. El oía trompetas y redoblantes todo el tiempo. Una vez aprendió los compases en un ensayo de la banda de boy scouts y se le quedaron en la cabeza, el andaba por las aceras y la música marcial le indicaba el paso.
Picho Ele. Andaba y desandaba las carreteras, a nadie le dijo que él buscaba a los amigos que se habían muerto repentinamente y se quedaban vagando por las cercanías. El miraba por todas partes, veía pasar los carros, se asomaba en las bodegas, cuando regresaba tampoco decía si los había visto y se quedaba mirando a los vivos como si fueran muertos.
Ñemita. Sabía que un día los hippies estarían de moda y él se les adelanto en el tiempo, andaba sucio, pedía limosnas, se sentaba en las aceras y el mundo le pasaba por un lado.
El Ventilador Humano. Abría su camisa y de sus labios salía un sonido de hélices girando .Lo que nadie supo jamás era que él no quería echar viento sino que andaba volando , preparándose para el ventarrón que según la señorita Beatriz se llevaría a Carora por los cielos .
Lido. Dormía en unas ruinas ubicadas frente a la casa de Don Eduardo Izcaray. Tenía conversaciones con los hermanos Hernández Pavón y les hacia diligencias a lo largo de la carretera Panamericana. Un día Nacho Izcaray y Toba Arispe se le quedaron mirando y el los hizo asomarse por un pozo sin fondo.
El Tio. Igual que Yoyo marchaba, pero no andaba adelante de la banda sino en medio de ella, por eso marchaba y giraba su cabeza de un lado para otro dando instrucciones a los tamborileros.
Patricio. Era guardián de una celda en la sede de la Policía, instrumento de castigo para los delincuentes sexuales, salía todos los sábados a cobrar en casa de los ricos su trabajo de salubridad social.
Taco Taco Gallardo. Tenía más riquezas que el Sultán de Brunei. Todos le debían pero a nadie cobraba, su disfrute del poder económico era saberse dueño del mundo.
Claudio. Poeta, mejor poeta en la vida que en la letra, gran poeta.
Pompo. Era la autoridad. Alto y corpulento dirigía el tráfico en una esquina de la calle Lara con.Fue tanto su éxito que lo trasladaron a Barquisimeto a similares funciones en la avenida Los Abogados.
El Tamarindo. Vivía en Barrio Nuevo. Vivía en el Torrellas. Vivía en el Cardonalito. Iba de un sitio a otro todos los días pero nunca pasaba por el centro porque le daba miedo encontrarse con los locos que allí vivían…o viven.
Jorge Euclides Ramírez