#OPINIÓN Decir la verdad para conseguir la libertad y formar líderes de relevo: «Colectivista y políticos: Una férrea coalización anti-individuo» #21Jun

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Colectivistas y Políticos

Los colectivistas, con o sin consciencia de ello, buscan en las instituciones comunes, que para su provecho han establecido, no sólo la legítima protección de la soberanía personal que les pertenece, sino también la “ilegítima merma de la soberanía de otros” al objeto de beneficiarse a sí mismos o a su particular entendimiento de cómo debe funcionar la sociedad.

Recurren entonces a los políticos, que, como necesitan la mayor cantidad posible de apoyo popular y como saben que la gran mayoría de las personas son colectivistas, compiten entre sí para ofrecer a las masas lo que éstas quieran, aun cuando para ello deban desposeer al individuo de una parte sustancial del autogobierno que le corresponde como expresión de su inalienable soberanía.

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Millones de seres humanos escogen una u otra opción política colectivista en función de lo que se les “ofrece”, sin darse cuenta de que, cualquiera que sea el ofrecimiento, sólo se podrá cumplir a expensas de la expropiación masiva a la ciudadanía, la imposición de impuestos a los que sí pagan al fisco y de una merma considerable de la soberanía personal de “todos, no sólo de los ricos”, incluidos los votantes de la opción elegida.

Resultados del Colectivismo Político

Todas las ideologías colectivistas de izquierda y de derecha, desde el fascismo al comunismo y al militarismo, desde la democriracia cristiana a la socialdemocracia y la mayoría de los partidos que se dicen socialistas, han sometido (si bien en grados muy distintos) al individuo y han impuesto, por la fuerza de las armas o por la fuerza de los votos robados, sistemas que anulan o reducen la soberanía personal y, notablemente, el derecho de propiedad (en el sentido amplio anteriormente expuesto).

Incluso entre los representantes de la ideología menos colectivista que ha existido: el liberalismo (clásico), se ha dado con excesiva frecuencia la convicción de que sólo desposeyendo “un poco” a los individuos de su autogobierno y propiedad es pragmáticamente ejecutable asegurar la máxima libertad “posible” para todos.

La inmensa mayoría de los políticos discuten cómo:
• usar el poder, “no… cómo devolvérselo a las personas”;
• usar el dinero recaudado coactivamente (recuerde la RECONVERSIÓN MONETARIA), “no… cómo retornárselo a sus legítimos dueños”, pues lo que el gobierno da o regala a unos, otros son los que lo pagamos.

La actividad política no tendría atractivo para ellos si no implicara la conquista del poder sobre la gente, por muy elevados, pero falsos, que sean los valores que quieran imponer con ese poder. Una vez que lo obtienen, no dudan en combatir por diversos medios a los individuos que se resisten a entregarles parte de su soberanía o de su propiedad, individuos que terminan por verse descalificados por los medios de comunicación al servicio del colectivismo estatal y oprimidos por leyes que contravienen de forma expresa el derecho natural y por tanto superior de las personas a su autodeterminación.

Pese a todo, la política sigue siendo un campo de batalla útil para los liberales libertarios, siquiera para captar la atención pública y reunirnos en torno a partidos que, si bien serán siempre minoritarios, podrían alcanzar cierta relevancia institucional y favorecer en alguna medida la devolución del poder al individuo.

El Bien Común y el Interés General

Naturalmente, el grado de alienación del individuo varía enormemente de una sociedad a otra, pero en todas se dan unos patrones comunes de sometimiento que parten de la idea extendida de que el “bien común” y el “interés general” están por encima:
• de los “intereses y bienes particulares“, y que no se dudará en confiscar y saquear bajo pena de cárcel en caso de resistirse, y
• de los “derechos del individuo”, que no se dudará en pisotear legislativamente de mil y una maneras.”

Así surgen limitaciones de la soberanía personal como:

• los impedimentos a la libertad de tránsito y asentamiento en función de las fronteras territoriales que imponen los dos centenares de Estados que se han repartido el planeta, o
• el servicio militar o social gratuito, o
• el pago de impuestos o
• la prohibición de consumir ciertas sustancias o
• de conducirse por normas morales distintas de las mayoritarias, etc
por sólo poner algunos ejemplos cotidianos de la escandalosa invasión de nuestra soberanía.

Próximo Domingo: Caminos de Servidumbre y Esclavitud.

Juan José Ostériz

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