En estas tierras larenses la corriente pictórica del paisajismo mantiene una evidente vivencia. Ello pese a los cambios suscitados a partir de 1969 cuando se inicia la nueva etapa de la plástica larense con Simón Gouverneur al frente de la Escuela de Artes Plásticas Martín Tovar y Tovar.
Esa escuela tiene en Víctor Silva a uno de sus fieles oficiantes con una estupenda obra a lo largo de su carrera artística. Así lo apreciamos y comprobamos en su nueva exposición “La Tierra que recibí” en el Salón Guiotto del Club Italo Venezolano con la curaduría de Jessica Gómez de la Galería Arte Villalón. En estos veinte cuadros Silva ratifica su apego recreativo al paisaje el cual todavía tiene mucha vida en su creativa paleta.
A nuestro parecer existen dos maneras de asumir el paisaje desde las artes plásticas: la primera tal como lo observa el creador a cualquier hora del día con la influencia condicionante de la luz del sol y la posición que se ocupe con respecto al motivo. En la medida que nos movemos cambia de color. Una experiencia relatada por Julio Cortázar en uno de sus libros cuando observaba el mar desde un barco.La otra es la subjetiva o expresionistas en que el artista lo recrea con su vuelo de inventiva e imaginación.
En las producciones de este caroreño hay más que una simple evocación del tema tratado.Silva se desborda para fragmentar el motivo con una sublime inventiva que seduce a quien observa.Sus paisajes rompen la quietud del entorno. Para decirlo con la reiterada expresión “rompe esquemas establecidos”.Y lo alcanza con la versátil fusión de lo provinciano con lo universal. Sus paisajes y naturalezas se las inventa a partir de ese ingenioso despliegue de colores.
Recordemos que el paisaje reinante entre Carora y Barquisimeto es seco y claro a la distancia por el efecto de la intensa luz solar y la estación del verano por 6 meses en el hemisferio occidental. Silva lo trastroca en sus cuadros mediante un tratamiento abstracto en que se vale, por ejemplo, de los colores rojo, rosado, azul, negro y blanco. Por lo que seduce visualmente al observador con las tonalidades de los mismos. Así logra parcialmente una armonía por analogía.Víctor Silva es un hechizador pictórico prevalido del acertado empleo del círculo cromático y el paisaje.
Sin ningún intento de detonante ni patetismo alguno desliza lo que quiere expresar. Lo que obtiene es una diversidad de motivos por demás atrapantes dotados algunas veces de una deslumbrante claridad. Esto al tiempo que transmite la sensación de vitalidad del espacio captado que refleja a su real deseo.
El esparcimiento de los colores se nota muy diestro, cuidadoso y limpio. La resultante es un paisaje distinto sometido a un riguroso proceso de reinvención enriquecido con unos dibujos abstractos.Silva reivindica así esta corriente desde una visión reiteramos expresionista. En ese proceso el registro es lo que se siente, se cree o debe ser. La pura mentalidad del artista.
Es la reacción que producen sus creaciones cuando, como espectador, nos adentramos en su mundo pictórico sin entrampados códigos visuales. Una obra que se disfruta plena y gratamente en las primeras de cambio hasta el final por su propuesta nada complicada. Es como saborear un rico pastel.
Un tópico además muy oportuno por la polémica mundial sobre el deterioro del clima con el progresivo y peligroso aumento de la temperatura, por primera vez, en la era posindustrial.
Freddy Torrealba Z