La pareja aburría la ciudad. Tenían un niño de dos años que se divertía entretenido con sus juegos. Los días transcurrían pesados por el aburrimiento como una masa de nieve que desprendida de la cima de la montaña a medida que descendía aumentaba con violencia su dimensión. Colmados por el aburrimiento de la ciudad que no soportaban, decidieron vender todo, la casa, los muebles, el equipo de cocina, el automóvil, los libros de la biblioteca, uno a uno los justipreciaban, cuando en sus manos tuvieron la Biblia, imprevisivos se miraron, el silencio no respondía, la mujer preguntó: -¿Nos la llevamos? El contestó con un rechazo: – es un libro más. Ni los cachivaches se escaparon de su liquidación. En pocas palabras, la consigna jugueteaba en sus mentes, “nada de la ciudad. Se irían a vivir a un campo.
Instalados en el campo, la suave brisa que por las tardes acariciaba sus rostros ladisfrutaban con complacido encanto; el paseo matinal por estrechos senderos entre la exuberancia de los matizados verdes, sumía al niño en una divertida alegría. Los padres entusiasmados, contemplaban la variedad de las floraciones arbóreas. Hasta la lluvia que se descolgaba del cielo por millones de diminutas gotitas, la celeridad con que descendían, les dejaba la grata impresión de hilillos de cristal. Para ellos, el ambiente era edénico. El niño con su pensamiento de niño invertía su tiempo disfrutando sus entretenidos juegos.
Un día la madre oyó que Tomás, su niño, jugaba, pero hablaba como si con él estuviese un interlocutor. Sin embargo, su mente distraída resto importancia a lo que su audición le informaba. Los días transcurren y Tomás seguía hablando cuando jugaba. La madre con expectante inquietud preguntó al niño: -¿Tomás, con quién hablas?La clara voz del niño redujo al espacio en un instante: – ¡con Jesús, mamá!
Carlos Mujica