Por lo general, animales y humanos tenemos cinco sentidos para comunicarnos con el medio que nos rodea. Sin embargo, no siempre es así, algunos por nacimiento, enfermedad o accidente, pueden quedar privados de uno o varios sentidos y entonces desarrollan mucho los que les quedan para lograr esta comunicación. Hay casos extraordinarios de este logro, tal, la escritora estadounidense Helen Keller (1880-1968).
Helen, por una enfermedad a los 19 meses, quedó ciega, sorda y en consecuencia muda. En principio desarrolló los otros sentidos para comunicarse con el mundo, todo lo olía y tocaba, pero al aumentar en edad se dio cuenta de sus incapacidades, se volvió rebelde, agresiva, violenta, a los 7 años era como un animalito salvaje. Su familia comprendió la necesidad de alguien profesional para ayudarla. Encontraron la persona ideal: Ann Sullivan, que había quedado ciega durante una infancia de pobreza e infelicidad, hasta inventó 60 signos para comunicarse con su familia, pero pudo entrar al Colegio Perkins para ciegos en Boston, después de varias operaciones recuperó la vista y se graduó con honores. Ann fue la tutora de Helen, con una labor ardua y tenaz logró incorporarla al mundo, a pesar de sus carencias físicas. Helen Keller fue una brillante intelectual, universitaria, escritora, conferencista y emprendedora para ayudar a las víctimas de ausencias sensoriales como ella.
La mayoría de nosotros goza de los cinco sentidos que nos sirven corporal, intelectual y espiritualmente. A través de ellos, algo tan físico, conocemos, estudiamos, aprendemos y nos comunicamos. Es decir, pasamos a un plano superior de existencia: la vida racional. Y sin embargo, teniendo esta plenitud de posibilidades, cuánto nos quejamos de las fallas, faltas e inconvenientes que nos salen al paso. Gastamos más energías en lamentos que en aprovechamiento de las inmensas posibilidades que nos da el goce de nuestros sentidos completos. Éstos son los que nos ponen en contacto con la naturaleza donde estamos inmersos. Toda la civilización se ha construido a través de lo que el hombre captó y sigue captando por los sentidos, lo procesó en su cerebro y lo volvió conocimiento, concepto, lenguaje, idea, filosofía, ciencia, arte, es decir, cultura.
Aun quien no tenga valores ni inquietudes espirituales y su vida siempre haya transcurrido en la búsqueda de placeres externos, por lo que este encierro planetario le ha afectado especialmente, en su materialismo inherente tiene todavía una salida efectiva si pone en uso sus cinco sentidos La geografía que nos rodea es un concierto de de formas y colores, bien se puede recrear la vista en ella. Si hablamos de concierto más propiamente podemos hacerlo en referencia a los sonidos de la creación: brisa entre el follaje, lluvia, trinos, voces. Delicias para el olfato y el gusto en las plantas, flores y frutas. Las texturas naturales de los tres reinos de la naturaleza son goce para el tacto como lo pueden ser las creadas por el hombre: seda, terciopelo, madera, bronce, mármol pulidos.
Por supuesto, nuestros sentidos nos hacen conocer muchas cosas desagradables, no todo es color de rosa en nuestro mundo, hay oscuridad y luz, ruido y música, perfume y hedor, dulce y amargo, espinas y pétalos. Sin embargo, ese conjunto de contrastes que podemos resumir en felicidad y dolor, es la cuota de toda vida que pasa por la tierra, sea camino de la eternidad, según los creyentes; sea para la nada, que es el cielo de los incrédulos. Para ser o no ser. En el tiempo, unos y otros simplemente somos, tenemos la misma oportunidad de ser felices en éste, utilizando a cabalidad nuestros cincos sentidos, los materialistas con el simple placer físico que estos proporcionan; las personas de fe como medio de transporte para las regiones inefables del espíritu.
En esta hora todavía de pandémica incertidumbre, pongamos de pie y en ejercicio nuestros cinco sentidos.
Alicia Álamo Bartolomé
