#OPINIÓN Memorias del olvido: Cuando el olvido nos alcance (Parte VIII) #8Jun

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<<La muerte llegará, al fin y al cabo la muerte tiene buena memoria y nunca se olvidó de nada>>

Jorge Bucay

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Mamá cuando se enteró que la galaxia Láctea alojaba poca vida de inmediato preguntó ¿entonces, es un mundo feliz? Pensé en Aldous Huxley. Mamá olvidaba, pero su memoria tenía volumen y crecía o encogía según estaba brava o fastidiada o tenía hambre, su peor pesadilla y se sentía transitar en casa a toda hora. Por supuesto Mamá era universal como la música y el sibarita y se preguntaba sin pensar qué gustaba saber. Cada vez descubría que algo se quedaba atrás. No supimos restituir, segar lo que no se sembró. El efecto llegó antes que la acción, el carruaje antes que la reata. El planeta hombre fue el mundo al revés donde íbamos errados y así sí supimos que no sabíamos nada. Si la referencia desaparece, la nada se multiplica y el todo se esfuma.

Apenas maduré que no sobraba tiempo mucho parecía perentorio. Comportarse era lo relevante y por eso cada muestra, cada aporte, todo minuto, era único. Y con eso en mente, admitir que nada era para siempre, solo morir y casi seguro olvidar, era aterrador. Nada arresta la eternidad. Mamá acababa de abrirse al sitio con su finitud. El lápiz del apetito se afilaba. Llegaba al hombro a rascar en la puerta. Exigía la rutina del chef a la paila de fogón, uno de los géneros más labrado sino el más exigente, dada la sostenida hambruna de Mamá.

Examinando a diario toda la casa revisaba la permuta de última hora en misión trueque de artista del desorden. Y la buscaba en el safari de la cocina. Noventa por ciento seguro la tropezaba custodiando cotos de caza. Cientos de veces llegué tarde a lo que Mamá llegaba adelante, y como aspiradora, despachaba en tiempo record. Vengo de salvar en operación comando un pote chino de arroz crudo que iba de picnic en la mesa de noche, creo que confundido con avena o azúcar, sus dos heroínas. Antes de raptar el cereal, en un descuido a oscuras, la pillé sin querer, bebiendo la boloñesa como manjar salado, a falta de torta. Al prender la luz, la evidencia reía por la juntura de su labio hoy adaptada a la jefatura de mi propio ISO remasterizado versión 2.0

Fui como un loco a auditar cada pote de lo que sea, porque arruinaba mi bolso de bolsa. Mi bolsa, no cambiaba de acento, pero el bolso cada vez era menos balsa para naufrago, al que nos elevó el genocida y sus jíbaros del majagual. Recordé las caídas de Mamá, justo en la nevera. Sentí el mismo pánico pues reponer los acopios era como negociar órgano por alimento. Mi corazón buscó la verdura, el apio, la cebolla, el pimentón, el ají margariteño y el ajo pelado. Ahí se nos iba toda la pensión. Ya en la paz de lo vegetativo, oteo el kilo de azúcar y la harina de trigo. La de maíz estaba asilada en la patria del bachaquero. Dejé a la parca lo político, y al galáctico la elección del ganador. Las máquinas están acordadas. El amo no tiene que ver con nadie. Acaso con arruinarnos. La nevera sufrió daño ligero. Solo un poco de salsa vegetal porque el pote de arroz ya estaba a buen resguardo, gracias al candado celador que reprimía el acceso oficial a las oficinas del frigorífico.

Carmen escuchaba con deleite musical desde Rolling a Beatles, de joropo a música clásica, vitrinas de igual repisa. Era curioso que no aprendiera a usar el control de tv de cable o a sintonizar canales de música, cocina, farándula junto al “fashion” hollywoodense. Eso también tocó dirigirlo. Soy parrilla de plasma. Nada como American Idol  o The Voice o programas de la RAI e intérpretes para el disfrute sostenible de Carmen. Le explicaba que la promesa de la fama, cautivaba y cultivaba a más de un iluso pues ella es una engañosa dama que perduraba poco y perjuraba mucho. Nuevamente acordando y olvidando, qué me trajo el retorno de la capital hasta la isla. De haber llegado otra vez del naufragio capital y ciudad en degradé, a ir al encuentro de Mamá desde el aeropuerto, donde extravié las alas con años sin despegar, a no ser del lecho al refectorio. Repetir mil veces qué fue lo que trajo este derrotero olvidado, ésta lección para aprender y crecer, y sumarse a todo lo cósmico o cómico. Ni dharma ni karma, lo sé. Es nuestra torcida e insólita naturaleza, nos guste o no.

Ensayé drenar circulando la Terranova donde advertía la estación de servicio, el rosetón con la curva peligrosa en la que se estrellaban los conductores ebrios que pilotaban como alma que lleva el diablo. Y vaya que para un margariteño decir Ay hijo er diablo, es un himno, un mantra ñero, se reza a babor y estribor, del pescador al de a pie, de niños a viejos. Todo una costumbre popular del buen ángel caído, sembradas en estas haciendas a-isla-das, donde el diantre perdió el trapiche y no consigue el molinillo.

Sigo desaprendido e inicio en el baño con la prueba de fuego. Limpiar suelo, desaguar wáter, baldear piso, asear lavamos con dos o tres pantaletas de ofrenda, despejar lo bautizado con agua bendita y para cerrar ir al tocador y colocar cuota de pasta de diente, champú y jabón de olor, para que no lo use en quién sabe qué neo-aventura creativa. Ojalá terminara el colofón allí, apenas enseñaba el espectáculo de enjuague, impensado e inestimables donde el iceberg tenía su oculta corporación desconocida bajo la superficie de las aguas de las memorias, esas que han perdido las costas donde se encontraban las historias acumuladas del ayer de Mamá.

Asomaba a vuelta de un par de horas la culinaria con la que la dama plantaba la fase de alta fruición. En ojos abiertos emergían trazas de postre que no apeaban del pensamiento: galleta, Brownie, chupeta, tortas, gelatinas, mouse, y sin pasar mi alcabala, el dios del oro dulce reaparecía como azúcar directo del envase.

El monopolio de Mamá con dulces era de armas tomar. Y según el neurólogo una goma de borrar memorias, ponzoña pura para el enfermo cognitivo. Afirmaba era como charlar de diabetes encefálica; azúcar refinada equivalía a íncubo, a una infame demonio sin nada que perder y con mucho que maniobrar.

Luego iba al clóset (donde se dañó cornete y trigémino) a recoger camisones, chaquetas, pantalones, que fueron colocados transversalmente sobre las que van puestas como se supone. Presumo que así recordaba mejor con lo qua contaba en el juego de abalorio o la caja de pandora del aparador triple en la que reposaba parte de sus memorias como la foto en la Plaza San Pedro del Vaticano donde Pío XII mebautizó a mediados del siglo pasado. Aún fantaseo porque vuelva la ciudadanía y las alas disipadas sin saber cómo pasó a no ser venir al mundo en un espasmo perfecto que a decir de historiadores y entendidos, lo toleramos todos sin distinción, y con repartimiento equitativo de los sufrimientos, pero nunca jamás de los privilegios.

Antes de salir del clóset (no se juzgue fuera) hago revista del plasma, la mesa de planchar, el bar que no es bar y paso un trapito húmedo a la capilla del nicho tras la cama, en la mesa de noche o la consola de tres cajones que precede la puerta del baño. Acabado lo usual prendo el tv y busco un canal de los que Mamá Carmen nunca pudo sintonizar, vaya usted a saber porqué. Es la hora del broche de oro; y los tres strikes del boliche pulsan al pasar la escoba y sellar el suelo con coletos triples de rosado olor a bebe. Pero BB no existe.

Hecha la labor del aposento me lanzo a tocar la sala con sus mobiliarios tapizados estilo Luis XV, un canapé o diván punto en blanco como si le saliera un espíritu santero. El gran mueble chino con sus ornatos y serpentines de Buda secundado por el Paraban de antigua esfera oriental y sugerentes ceremoniales.

La mesa central y el armario al frente llevaba el resto de la cristalería de vasos para vinos, cervezas y otros de fino cristal no sé si bohemia pero sí para bohemio de esfera. Las cortinas que Tía Rosita mandó a coser (hermana menor de Mamá acaban de diagnosticarle Alzheimer ¿genética?), hace unos años, cuando desde Austin se vino a pasar tiempo con su hermana. Cabe señalar que la degeneración neuronal aumenta su probabilidad con la progenie. O sea que los tres mosqueteros estamos en riesgo aunque nunca es axiomático. De hecho la investigación explica que el enfermo de Alzheimer padeció déficit cognitivo, pero el paciente cognitivo no necesariamente desarrolla Alzheimer. No sé si es piadosa la reseña pero si se asoma como una ruleta rusa donde en definitiva todo el mal de nuevo siglo descabeza al paciente como si le volara los sesos de un grosero disparo con silenciador…

He saltado del cuarto al solaz donde acopio mi rumie de silencio y olvido. Pero no me he hecho de la vista gorda con el aseo que dejo para el final por razones de operatividad ISO-Covenin, tan bien pulido por el genio de Mamá que en una parte de laberinto mora disipado por un vuelco tortuoso y desconcertante del vivir. Sigo a pie de mortero. Son cosas que pasan. Trato de ver donde colocolo que no va así. Cabos sueltos de lado y lado, sobran. La gesta no es un acorde nítido, más bien velado, entrevisto, materia oscura. Desde el cubículo extraño el recreo, la expansión, la risa, la romería. Al momento también recuerdo que me olvidé de eso, que lo pospuse, que acecha tras el paraban del deseo para ir a pescar en la gran sabana, visitar el Roraima y su tierra primaria, ir al Salto del Ángel y su cascada olímpica, navegar por el Orinoco buscando oro y loro. Calar el Pico Espejo en el teleférico merideño y ponerme lentes para repasar la laguna de anteojos. Mandarme hasta la Península de Coro a otear del médano la arena del tiempo, tomar chance de visitar el proceso de oro negro en la refinería más grande del orbe, y si puedo ir hasta el relámpago del Catatumbo donde el guajiro maracucho compone su gaita de Grey, recose chinchorros de sisal y trenza sillas de mimbre.

El sueño viaja a cuatro puntos cardinales y no al quinto punto del tirano. Atravieso el mismo rio en la misma barca. Mamá sueña con ir a Italia ya Maracay. Eso dice cada vez que le da por viajar a la Argentina en coche o irnos a la Europa en carro volador. Total todo queda a horas de distancia. Un día basta para darle la vuelta al mundo en ochenta Carmen. Quedó claro que para ir más allá de la habitación tendrá que interferir la buena gestión y alzar el encargo por buenos oficios. Me veo bailar tumeremo tomorrow nigth en el Callao y soñar en el Arco Minero, con oro, coltan y diamantes. De pronto aparecí en el Caroní pasando el puente que cayó en el salto de la llovizna, donde se ahogaron profesores y estudiantes como una parte histórica del estado Bolívar.

Recuerdo la avena de Mamá para garantizar la fibra que ayuda a la execración de la arterioesclerosis. Acuerdo ir con cuidado porque el ceremonial está a la orden del diseñador desorientado. Subo a cubierta. Voy por los crocs conque Mamá cayó, los enjuago en la batea y los seco en la ventana al picoso sol mañanero o al calor rojizo del ocaso. Acosan los hechos como gota de tormento chino y el chino que ya soy hace tiempo que se le fue el mandarín y quedó solo el mandado. Como mandado por hados retomé la vez que Mamá mientras revisaba su armario triple por enésima vino de una con el cuento (cual Buenos Aires) que en el matrimonio del hijo de Américo se quedó sola en la mesa de festejo testificaba molesta. Recuerdo clarito –dijo– quedé sola y sin acompañante precisó como si fuese apenas ayer, como si viera un film de del Toro supongo por lo de agua o la tortura con gotas o los estómagos que se llevan por los cachos a todo lo que huela a comida y si es dulce, postre o carbohidrato acaramelado mejor apártense piojos porque llegó el peine marcial de la Sgto. Saunders.

Dio gusto recordar a Alf mirar y sonreír al vernos la cara de locos que teníamos Mamá y yo esa vez, uno por andar de asomado, ella por asomar indebidamente y Alf por testigo en primera fila. Paulo no entendía cómo Mamá lo saludaba de nuevo pero esa última reclamaba no haberla advertido cosa que Paulo respondió, asombrado Carmen te he saludado cuatro veces y Mamá: no mijo yo no estoy loca. Todos intentaron reír con lo que Mamá se molestó por la guasa porque esa vaina sí que no y en la mueca de los asistentes se reunía con clara reserva el significado de la demencia senil y del arrebato del déficit cognitivo sine qua non.

Su sobrina Ingrid, hija de tía Teresina hermana de Papá luego de presenciar el evento matrimonial empezaron a buscarla cada dos o tres semanas e iba acompañada con Ana Paula su nieta escudero, bien por cariño a Mamá como por apoyarme; siempre agradecidos por su afecto y atención. Hace poco murió la prima Moravia, una hermana suya, primogénita de Tía Tere. La prima pereció por Alzheimer no hará mucho tiempo.

Una de esas veces Ingrid cuadrada con su Tía llamó para llevarla al Sambil a merendar churros con chocolate y arequipe. Sabemos qué significa para la cazadora de dulces más acreditada del cinturón Guaiquerí. Otras veces iban a la peluquera o la pedicura. Al fin llegó al edificio y la recogió abajo en el estacionamiento donde usualmente conveníamos encontrarnos. Las vi irse riendo por la Terranova hasta que se perdieron de vista en la curva donde el ebrio contaba sus propias matrículas. Pasaron horas sin novedad. Ese silencio largo, siempre preocupaba. Bingo. Llamó Nell enloquecido; Mamá se le perdió a Ingrid y nadie sabe dónde anda, la última vez la vieron cuando la llevaban al baño porque no aguantaba. Ingrid casi palmó del susto. Tere igual le dio nervios. Carmen pueda que esté pasando Cúcuta. Habrá pensado o la raptaron para vender sus órganos en Medellín. Toda demencia cabía en el país que se cae a pedazos y la gente son pedazos que se caen con él…

Mi madre fue interceptada por la vigilancia privada cuando percibieron que una anciana buenamoza, caminaba como buscando un lugar que no encontraba. El asunto es que cuando Mamá miró el baño de damas, el escrúpulo jugo su pliego y la vieja al notar que tampoco había papel sanitario salió a buscarlo pero no sabía dónde. Al cruzar la salida del sanitario había olvidado ganas y papel toilette y se dirigía camino a ningún lado.  

Mamá que primero muerta que bañada en sangre cuando gentil el celador la emplazó, asustada pero sin soltar su miedo aseguró que iba a casa que quedaba al lado de una iglesia por allí mismo. El pobre señor quedó tan perdido como Mamá y con buen tacto guío a la puerta principal por donde mismo huyó a casa que ni estaba por allí ni lindaba con iglesia alguna. De haberlo hecho estaríamos buscando a la comedora de dulce más salada que habría por ahí. Pero la suerte cuida al inocente se dice en los pasillos a cuenta de una presteza de alma virgen que goza de ángel de la guarda como a los críos. A viejos y niños los dioses les conceden sus mejores arcángeles siderales.

Por suerte en el minuto que Mamá llegaba de nuevo a la entrada del centro comercial, Nell cruzaba la esquina del estacionamiento en busca de su amada madre que nada aseguraba volver a ver. Su color Gran Slam de Wimbledon volvió a su tono cuando vio a la distancia a la progenitora con cara de hija de Lindbergh. Al mismo momento Ingrid, Tere y su hija Manuela, también llegaban desde dentro y al ver a Mamá, Ingrid se echó a llorar de los nervios. Eso la enfermó por días y la obligó ir a verse con el doctor. Mamá casi mata a su sobrina que sentía responsabilidad por la tía. Mamá por supuesto apenas los vio no se dio por enterada de ser motivo de angustia que movió a todo el personal del lugar. Imperturbable, volvió a su mundo y apenas montó en el carro pidió el helado que no le habían conseguido. Qué riñones los de Mamá. Al otro lado del río, Ingrid y Ana P, compartían el color sábana Grand Slam de Nell. Una cara Vía Láctea. Días después Mamá recordó como flash el suceso. La cosa es que llegó mancillada de falda y braga (por el aguante que fracasó vía lavado) a casa. Creo que eso bastó para que Mamá no despachara todo al baúl de los olvidos que cada vez usaba más equipaje. En la mañana, cambiado el chip, olvidó todo el ayer y la impresionó oírme preguntarme a viva voz… ¿Habremos de tener peor suerte en esta tierra de libertadores sin libertad? ¿Será una maldición que lleguen los cinco jinetes del apocalipsis junto al pentagrama para memorias? ¿A quién se le encomiendan los que no les llega encomienda? He seguido de cerca a Mamá y al país y no chocan la mano. Mamá lo forjó al natural sin ir en busca de enfermedad, el tirano lo hizo desnaturalizado o al natural de Colombia, con la enfermedad del atornillarse al poder. El sentido común pasa a representar, el menos común de los sentidos.

El caudal de energía irradiaba a los cuatro vientos. Me tocaba sacar la calculadora Yellow submarine y conjeturar el nivel de olvido en su habilidad numérica. La habilidad verbal de la lectura se repetía. Hoy tocó leer “El poder está en usted” e inmediatamente recordé mi primer artículo publicado en el rotativo El Impulso (21-Agosto-2001) El poder en bruto o un bruto en el poder*, a pocos días del acto terrorista del Wold Trade Center donde murieron 5000 ciudadanos que en nada tenían que ver con guerra santa o la yihad y menos con lo de que la Casa Blanca saliera como gendarme universal usando el poderío yanqui como persuasivo alicate.

Mamá no quiere creer lo que oye en su lecho. Un descuido mueve a la reflexión la eternidad olvida. Mamá envuelve con su mirar y entiende que el tiempo nos alcanza con la certidumbre de la desaparición pero también comprende que el amor simple, ese intérprete maternal redime del olvido y habla ¡hijo, voy a seguir leyendo a ver cómo mejoro el recuerdo, mira que estoy serena sólo si sé que no quedo sola, para cuando el olvido nos alcance! La tarde brilla. El sol recuerda que hace calor que tengo faena. La sombra acerca la hora de la puesta y el tono tornasol declara la invitación mientras el iceberg hostil espía desde su congelada manga de silencios…

Marcantonio Faillace Carreño

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