El colapso del sistema eléctrico nacional se ha profundizado desde que Nicolás Maduro decretó el estado de alarma el 13 de marzo por el coronavirus, con al menos 19.090 interrupciones del servicio en todo el país hasta el 30 de abril, cifra que representa el 65,7% del total registrado en el primer cuatrimestre de 2020 y que además supera las 18.221 fallas que se reportaron en los 12 meses de 2017
Imagínese por unos minutos que, para evitar la propagación de una enfermedad que puede generar severas consecuencias y que no tiene por los momentos una cura, usted es obligado a confinarse de manera indefinida en una casa que no tiene luz, agua potable ni manera de rellenar el tanque y los tobos. Tampoco tiene gas para cocinar y por supuesto no lo salva una cocina eléctrica. Además, no hay señal telefónica, por ende no puede mantenerse informado del acontecer nacional e internacional, distraerse, ni comunicarse con su familia y amigos, a quienes no ve desde que el gobierno impuso una cuarentena.
En estas circunstancias muchos venezolanos, sobre todo los que viven en el occidente del país, están encerrados en sus casas. En el mejor de los casos, tendrán por pocas horas algunos servicios, pero casi nunca o nunca todos a la vez.
El 24 de mayo fue la primera vez en más de seis meses que Karina Figueroa, una joven de 27 años de edad que reside en el Distrito Capital, pudo volver a ver por una videollamada a su papá, que vive en Santa Bárbara del Zulia, una parroquia del municipio Colón ubicado al sur de la entidad, donde es oriundo.
«Por fin pude verlo por videollamada y casi lloro. Mi papá vive en un pueblo olvidado del Zulia y nunca tiene luz. Qué país», expresa Figueroa, que ha estado mucho más preocupada por su padre desde que el gobierno confirmó, en marzo, los primeros casos de coronavirus en el país. Él trabaja en el Hospital de Santa Bárbara, uno de los dos centros centinelas designados para atender casos de covid-19 en el Zulia.
En este estado del occidente de Venezuela, otrora potencia petrolera, la luz se fue al menos unas 4.365 veces desde el 13 de marzo, cuando Nicolás Maduro decretó el estado de alarma, hasta el 30 de abril. Según el Comité de Afectados por Apagones, los zulianos pasaron al menos 1.038 horas sin electricidad durante los dos primeros meses del confinamiento.
Desde el 17 de marzo el gobierno de Maduro ha impuesto una cuarentena en un país que, tras dos décadas de mala gestión, corrupción y falta de mantenimiento, sufre a cada instante, incluso por varios días seguidos, cortes de luz.
Para rematar, estas fallas han tenido un efecto devastador no solo en el suministro de agua potable sino también en los servicios de telecomunicaciones, lo que ha aislado aún más a una población precisamente en un contexto de aislamiento.
Figueroa cuenta que puede pasar hasta 15 días sin tener una conversación estable con su padre por mensaje, más allá del hola y de la bendición. «Incluso pasa que mientras estoy hablando con él, de repente deja de aparecer el doble check de Whatsapp (que significa que el mensaje fue entregado al destinatario) y solamente aparece uno (que solo fue enviado) porque se le va la señal telefónica, y recibe el mensaje o me doy cuenta de que le marcó el otro check días después», agrega.
«Las fallas eléctricas han terminado de distanciar a las familias», afirma Aixa López, presidente del Comité de Afectados por Apagones.
«No tener luz es un distanciamiento. Sin luz no nos podemos comunicar bien. En el interior la gente trata de rendir la poca batería que logra cargar durante las pocas horas que tiene electricidad para casos de emergencia, y no puede ni siquiera hablar con su familia, mantener una conversación fluida, sino breve».
La experta asegura que las fallas eléctricas se han incrementado desde que el gobierno decretó el estado de alarma el 13 de marzo luego de que confirmara los primeros casos de coronavirus en el país.
Entre el 13 de marzo y el 30 de abril hubo al menos 19.090 interrupciones del servicio eléctrico en todo el país, cifra que supera las 18.221 fallas que se reportaron en los 12 meses de 2017 y que representa 65,7% del total registrado en el primer cuatrimestre de 2020 de 29.053.
Las fallas totales, parciales, bajones y apagones han provocado que, en una Venezuela sin poder adquisitivo ni ahorros, y en medio de una cuarentena que ha reducido los ingresos, se dañen alimentos perecederos, como hortalizas, verduras, leche, queso, carne y pollo, así como también aparatos electrónicos y electrodomésticos.
El Comité de Afectados por Apagones contabiliza al menos 7.290 equipos dañados entre el 15 de marzo y el 20 de mayo, de los cuales 3.015 son computadoras, 2.026 aires acondicionados, 851 neveras, 532 microondas, 493 lavadoras, 241 puntos de venta, 107 ventiladores y 25 secadoras.
«La poca comida que tiene la gente se daña por falta de frío, y no hay poder adquisitivo para reparar o comprar un electrodoméstico», dice López.
Señala que la situación empeoró en mayo, sobre todo en los estados Táchira, Barinas y Zulia, que sigue siendo la entidad más golpeada por el colapso del sistema eléctrico nacional.
El occidente a oscuras
Durante los 12 primeros días de mayo, el Zulia pasó hasta 18 horas diarias sin electricidad, en promedio.
En Machiques de Perijá, un municipio ganadero de la costa occidental del lago de Maracaibo, quitan la luz dos veces al día entre siete y ochos horas, aproximadamente. Los comercios cerrados por la falta de electricidad y por la cuarentena terminan de darle el aspecto de pueblo fantasma. La población queda a oscuras y sin señal telefónica ni servicio de Internet. «Es terrible, muy dramático todo. Y el calor es infernal», dice un habitante de la zona.
La única luz que alumbra al municipio Catatumbo es la del Relámpago del Catatumbo. En la noche del 20 de mayo hubo una protesta en el pueblo luego de que los habitantes pasaran más de 30 horas sin electricidad. Los manifestantes supuestamente incendiaron el vehículo del representante de Corpoelec y director de Servicios Públicos de la Alcaldía de Catatumbo, Eduardo Sánchez, y formaron un círculo alrededor del fuego. Las llamas y algunas linternas de unos pocos teléfonos eran lo único que iluminaban a las personas. La calle y el resto del pueblo detrás de ellos estaban completamente sumidos en la penumbra.
13 personas, entre ellos 12 hombres y una mujer, fueron detenidas, informó el alcalde Wilmer Ariza.
La presidente del Comité de Afectados por Apagones denuncia que el gobierno, en vez de dar soluciones, lo que hace es reprimir y detener a las personas que protestan por las fallas en el servicio eléctrico. «Lo que exigen es tener un servicio de calidad. Las fallas afectan también otros servicios. Es injusto y nosotros lo condenamos y rechazamos».
De acuerdo con la Asociación Venezolana de Ingenieros Electricistas, Mecánicos y Profesiones Afines (Aviem), las 11 plantas termoeléctricas y las cuatro hidráulicas ubicadas en Barinas, Mérida, Trujillo, Táchira, el Sur del Lago de Maracaibo en Zulia y Alto Apure apenas están suministrando 10% de la energía que requiere la región suroccidental. Además, el desarrollo hidroeléctrico de Los Andes está totalmente apagado. Esto significa que la demanda de la región depende casi enteramente del bajo Caroní, al sur de Venezuela.
Pero de los aproximadamente 10.000 megavatios de capacidad instalada del Guri, Caruachi y Macagua, solo se dispone actualmente de entre 7.000 y 8.000 megavatios, según Aviem. Por esta caída de la generación el gobierno ha aplicado fuertes racionamientos en el occidente del país.
«El gobierno está haciendo una administración de carga en el occidente del país, en otras palabras, está haciendo fuertes racionamientos en Los Andes (Mérida, Táchira y Trujillo), Barinas, Portuguesa, el sur de Zulia y en el sur de Apure», afirma el ingeniero Winston Cabas, presidente de la asociación Aviem del Colegio de Ingenieros de Venezuela.
«Maduro no lo anuncia porque si lo hace estaría reconociendo la real crisis de nuestro sistema eléctrico nacional».
Sindicalistas del sector eléctrico, que solicitaron el anonimato, aseguran que el gobierno raciona la electricidad para mantener el centro de poder y capitales de estados más emblemáticos con servicio, aunque para esto sacrifique mayormente los sectores rurales del país.
En el Táchira los cortes eléctricos duran hasta 21 horas. El Estado solo les suministra tres horas diarias de luz.
«Resulta frustrante la situación con el servicio eléctrico aquí en nuestro estado Táchira, porque a pesar de que hay un horario de distribución de cargas, no se cumple», dice Jetssy Alcedo, vicepresidente de la ONG Construyendo Conciencias. «Un día de trabajo para nosotros es totalmente impredecible. Debemos adaptarnos a los horarios en los que se cuenta con el servicio eléctrico y de Internet. Hay noches que se convierten en días«.
«Otro detalle es que en algunas zonas, aparte de la electricidad, se corta la señal móvil y el Internet quedando totalmente incomunicados, por lo que se dificulta aún más la comunicación y llevar a cabo las actividades».
En el sector José Félix Ribas de San Rafael de El Piñal, en el municipio Fernández Feo al sur del Táchira, los datos también fallan. Prácticamente no funcionan, por lo que algunos habitantes de la zona, que necesitan conectarse a Internet para sus labores y las tareas de sus hijos, han recurrido a un vecino que ofrece Wifi colombiano, reseña una nota publicada por el diario tachirense La Nación.
Al este del Táchira, en San Rafael de Mucuchíes, un pequeño pueblo del páramo merideño, la luz se va dos veces al día por seis o siete horas, según Duilia Barreto, habitante del sector. «En los pueblos se sufre duro y también tenemos problemas con la gasolina y el gas. Y los precios de comida ni hablar», señala.
«En San Rafael la señal telefónica falla mucho y cuando se va la luz se cae Cantv», asegura Barreto.
En todo el estado Mérida pasan en promedio 10 horas diarias sin luz. Entre el 13 de marzo y el 12 de mayo, esta entidad andina estuvo al menos 817 horas sin el servicio, según los reportes registrados por el Comité de Afectados por Apagones.
Un poco más al sur, en la parroquia Santa Inés, en el municipio Barinas, las fallas eléctricas duran de seis a doce horas diarias, cuenta Silvio García, residente. «Esta es la peor calamidad que estamos viviendo en el estado Barinas, sin exagerar. Quedamos en el limbo sin señal telefónica, agua, gas, gasolina y sin televisión. Estamos casi como los indios: con señales de humo».
En esta entidad pasaron en promedio 714 horas sin luz entre mediados de marzo y mediados de mayo.
Cabas sostiene que el sistema eléctrico nacional es vulnerable, frágil e inestable, producto de, entre otras cosas, la falta de generación termoeléctrica en Venezuela.
Indica que en el país hay, aproximadamente, 35.000 megavatios instalados, de los cuales 17.000 son termoeléctricos y 18.000 hidroeléctricos. De esos megavatios termoeléctricos instalados, solo hay disponible entre 2.000 y 3.000 megavatios.
«Esto es producto de la falta de mantenimiento, la corrupción y de que Pdvsa no está produciendo los combustibles que el país necesita para la operación de las plantas termoeléctricas. Esto hay que decirlo hasta la saciedad. Esto hace que haya un déficit de generación en todo lo largo y ancho del país».
El presidente de Aviem, en el exilio desde que el gobierno lo persiguió en 2019 por haber denunciado la crisis del sistema eléctrico, sostiene que el deterioro del parque termoeléctrico e hidroeléctrico nacional, la caída en la generación del bajo Caroní y las fallas en las líneas de transmisión son factores que hacen que el sistema eléctrico venezolano sea, reitera, frágil e inestable.
«En cualquier momento puede ocurrir un apagón, y Corpoelec no va a tener la capacidad técnica para superarlo».
Según el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP), 61% de la población está de acuerdo con un eventual aumento en las tarifas de servicios, y 56,7% aprueba que las empresas prestadoras dejen de estar en manos del Estado y sean privatizadas.
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