No existe un planeta estático. El mundo es una peonza enorme que gira y cambia de bruces sus propios esquemas. En estos tiempos de modernidad no sería de sorprender encontrar petróleo en la Antártida o que floreciera una mata de mango en un bloque de hielo.
Hemos superado ese bosquejo estático de lo imposible. No sé si en aquellos siglos gastados del pasado se conformaban con cualquier hallazgo. Tal vez los dinosaurios se extinguieron en su propio desconcierto. O la creación de la rueda fue la excusa para avanzar. Apareció el ingenio. El modificar todo era la premisa para crecer. Los avances tecnológicos cambiaron la vida del hombre.
Ante este contexto, ¿se puede retroceder sin excusas ni vocablos? Si después del traje engalanado se puede volver a la túnica griega o se es sensato ir a caballo por la calzada después de estrenar un automóvil confortable.
En Venezuela debemos afirmar que sí. Es el país de los cambios bruscos. Era el más suntuoso, ejemplar, progresista y fecundo. Hoy su retroceso es enigmático y fuera del contexto de su realidad añeja. Una nación irreconocible ante los ojos de quienes la hemos amado entrañablemente.
Hoy veo los hechos como periodista y creo estar inmerso en un filme surrealista. Una quiebra subterránea de los tiempos. Un “no puede ser” gritado a voz en cuello y con desesperanza. El pueblo enardecido en su silencio. Sin saber qué hacer, mientras todo sigue empeorando y se hace fiesta en Miraflores.
Llegó un buque iraní con gasolina y lo hacen ver como un triunfo nacional. Este jolgorio de la usurpación es una ofensa a nuestros ancestros y una burla a la lógica, pues somos el país con las mayores reservas petroleras.
Pero lo más escabroso es que contamos entre nuestras grandes refinerías, con el Centro Refinador de Paraguaná, el segundo de mayor capacidad del mundo. Producía alrededor de 950 mil barriles diarios. Por eso el combustible dentro de nuestro territorio era el más económico del planeta. Hoy se cambia tres litros de leche por uno de gasolina. Se escribe la novela más oscura de los últimos dos siglos en nuestra nación.
Todavía no entendemos cómo pudieron cambiar tan rápido la historia. En un chasquido de 20 años se olvidaron del seguimiento de los protocolos de mantenimiento de cualquier cosa que funcionaba.
Entretanto, son cinco los buques petroleros provenientes de la República Islámica de Irán. No son las carabelas insignias de Colón. Estos son Fortune, Petunia, Forrest, Faxon y Clavel. Parecen nombres de canes mordelones.
El pasado fin de semana arribó el primer tanquero, escoltado por la Armada venezolana. Una ironía terrible. Se llama “Fortune”. Precisamente la buena fortuna que perdimos. El recuerdo de un patrimonio que creíamos perpetuo. Tal navío tiene una capacidad de 800 mil barriles.
Muchos se preguntan por qué la misión naval de los Estados Unidos asentada en el Caribe no evitó su llegada o intentó, al menos, ejecutar algún aviso militar para que la dictadura no se saliera con su cometido. El hecho tiene muchas aristas. La primera es la misión y propósito del contingente norteamericano, como es la merma del narcotráfico. La segunda son las proporciones de un enfrentamiento. Sería el detonante de una guerra en tiempos de pandemia. Posiblemente se habrá ponderado tamaña decisión en el tablero de las decisiones.
No creo que en los últimos días alguno haya dormido a pierna suelta. Desde la víspera, la diplomacia se veía escurridiza. No se quiere iniciar un conflicto impredecible. Por eso las declaraciones no fueron lo contundentes que se esperaban. Irán ya había enviado una misiva a la ONU, en la que advertía sobre tomar medidas, catalogando las amenazas estadounidenses como «un peligro para la paz y la seguridad internacional».
Asimismo, informes provenientes desde Teherán aseguraban que, si los yanquis detenían su flota, ellos responderían en el Golfo Pérsico. La tensión es incuestionable entre las dos naciones.
A muchos les ha arropado el desaliento. No ven movimientos simultáneos para dilucidar los entramados de la tiranía venezolana. La búsqueda de las maneras correctas para frenar su instinto brutal de entregar el oro a los iraníes. La usurpación lo ha llamado “cooperación energética”. Un nuevo concepto para el saqueo de nuestros recursos naturales.
La historia se teje a diario. Todavía restan muchos acontecimientos para sorprender. Un manojo de buques con combustible no es suficiente respiro para un régimen que tiene todo trizado. Quizá estos carburantes importados duren cinco semanas. Pero no se está resolviendo la raíz de los enredos. Ni se han cambiado los planes, por evasivas. Todavía nos restan varios meses para modificar todo y enarbolar con fe la bandera de la libertad.
José Luis Zambrano Padauy
@Joseluis5571