La precariedad de las condiciones de los servicios públicos en Venezuela aumenta cada día, una situación que afecta gravemente a la población que, en ocasiones, no tiene acceso ni tan siquiera a un bien tan básico como el agua.
De acuerdo con el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos, el 70% de los ciudadanos valora negativamente el servicio de agua potable y el 96% cuenta con sistema de tuberías en sus hogares, pero sólo el 10% recibe el suministro de forma continúa.
La fuerte escasez de agua en los hogares venezolanos es grave, los camiones cisterna, solo son accesibles para ciertos hogares, pues sus costos van desde los 10 a los 70 dólares y los venezolanos deben buscar alternativas para poder abastecerse del vital líquido.
La Voz de América conversó con 4 familias venezolanas que viven las penurias de no recibir agua de forma continua y cuando les llega, aseguran, lo hace en condiciones que no son nada óptimas.
Turquía con sequía
Turquía Serpa vive en una popular zona del Oeste de Caracas, en su casa son dos personas de la tercera edad, dos adultos y un niño. Llevan más de un mes sin que les llegue agua por las tuberías, antes de que esto pasara solo les llegaba 2 veces por semana.
“Tenemos un mes saliendo a la calle a buscar agua, porque este problema, al menos en el sector, es solo en algunas calles; otras afortunadamente tienen agua y no sabemos cómo esto sucede. Entonces, debemos pedir a los vecinos que si les llega y llenamos con tubos o se pegan las mangueras de calle a calle para poder abastecernos”, explica Serpa.
“En ocasiones extremas en el que todo el sector se queda sin agua tratamos de pedir agua a algún conocido o familiar fuera del sector para llenar algunos potes o vamos a los llenaderos naturales, eso cuando podíamos movilizarnos con normalidad, ahora está complicado esa opción por no tener gasolina”, agrega.
Serpa reconoce que la familia ha sopesado la posibilidad de comprar una cisterna “que cobra 15 dólares”, aunque depende de “cuánto se quiera llenar”, una medida que, dice, está segura que acabaran adoptando.
“Vecinos han salido a protestar por la falta de agua, pero enseguida envían cisternas al sector, esto solo es para calmarlos, pues el problema de agua no se soluciona con una cisterna. No creo que esto mejore, pero no pierdo las esperanzas”, concluye.
José Daniel Ramos, vive solo en el centro de Caracas. Tiene casi un mes sin recibir agua, normalmente iba y venía durante la semana, no tenia días fijos, vivía en una constante expectativa: ¿llegaría o no?.
“Bajo al sótano 2 del edificio, ya que es muy probable que en la toma de los bomberos haya agua (esa tubería es de emergencia, casi siempre tiene agua). Pero en estas 4 semanas que llevo sin agua, esa opción solo funcionó la primera semana. Tuvimos que deambular por todos los sótanos oscuros y descuidados revisando en cada toma de los bomberos que se encuentran en cada cierto tramo. En fin, ni en el sótano 3 había”, relata.
Explica que esta es una operación que le ha tocado repetir “varios días”, haciendo pausas para tomar aire y descansar las manos. Generalmente, afirma, lo hace en dos viajes y el agua le “alcanza” para dos días, pero ya ha dejado de hacerlo puesto que ya tampoco sale agua de esa tubería.
“Estoy seguro de que la situación empeorará, hay muchas fallas de luz en Caracas y las bombas centrales no podrán surtir el vital líquido a los hogares. Eso sin comentar la falta de inversión que no hizo en su tiempo el Estado y ahora se están viendo las consecuencias”, opina.
Gonzalo Maduro vive en Chacao, una zona al este de Caracas, en su casa son cuatro personas, sin contar las mascotas. En su casa el agua llega de costumbre un día sí y un día no, aunque esto sea cuestión de azar, desde hace tres semanas esto no es así.
“Por suerte —explica— tenemos un tanque, es el que nos salva la vida literalmente, usamos esa reserva de agua cuando estamos muy muy graves. Ayer entró un rato, fue glorioso. Pero fue breve, unos minutos cortos, pero lagos, porque ya no está entrando”.
Comenta que cuando llega el agua “las correderas” son una locura y que llaman a ese momento “protocolo de emergencia” porque todos buscan en sus casas envases, “hasta las ollas”, para poder almacenar el agua. “Es un momento tenso, un momento que creo no deberíamos vivir ni nosotros ni nadie”.
“A Pesar de tener este tanque llenamos botellones de agua para usarlos sin tener que sacrificar la cantidad de agua en el tanque. Con eso bajamos pocetas, lavamanos platos y nos bañamos. Las matas se riegan cuando hay agua, o cuando la lluvia hace de las suyas. He sacrificado una que otra ducha. Cocinamos con agua potable solo para prevenir. Definitivamente nos afecta psicológicamente. Cuando no hay agua me siento turbio, pesado. El ambiente familiar se pone tenso, es desastroso”.
Alma noble
Alma de Ponte, es una mujer de la tercera edad que vive al este de Caracas; el agua llega por lo general dos días de cada ocho, pero siempre hay averías de hasta 20 días en los que no recibe ni una gota de agua, justo lo que está pasando en este momento.
“No es solo vivir sin agua, sino que cuando llega viene con un olor muy fuerte a monte y también a humedad. Su color pocas veces es cristalino, la mayoría de las veces amarilla y se sedimenta en el fondo de los envases y es pura tierra, a mi me da miedo usar esa agua, pero que puedo hacer si es la que tengo”.
En el edificio, detallan, se compran cisternas que pagan “entre todos”, a pesar de ser “muy costoso”, hasta 30 dólares por apartamento, dice. El problema ahora es que quien se encarga de suministrarles el agua no consigue gasolina.
“Gracias a Dios trato de no quedarme sin una gota de agua mis hijos me traen botellones de sus casas, aunque con el problema que estamos viviendo de la gasolina, no sé cuando puedan volver a traerme (…). Cuando no llega agua de la calle, voy gastando mi reserva de 3 pipotes plasticos de 200 litros, 100 litros y 50 litros, reservas que solo me alcanza para unos días, mientras me toca rezar y pedir que vuelva lo más pronto posible.
Asegura que “muchas veces” se ha visto “tan afectada” que le ha tocado irse a casa de alguno de sus hijos “para poder tener un poco de agua, la situación que estamos viviendo es muy grave”.
“El problema es cada vez peor, no sé cuándo acabará todo esto”, lamenta.
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