Al caer la tarde en la capital de Brasil, decenas de autos forman fila, con sus ocupantes ávidos de disfrutar una de las pocas diversiones que permite la era del distanciamiento social: una película en el autocinema.
Con su linterna roja, Jair de Souza guía a los conductores desde la entrada a los lugares de estacionamiento designados. “Cada auto debe respetar la distancia, dejando un lugar de estacionamiento libre entre ellos”, dice a cada uno.
El autocine de Brasilia admite solo 150 autos por función, que ocupan la tercera parte del espacio. Presenta tres funciones diarias, con una película infantil a las 6 seguida por dos para adultos. El autocine existe desde hace 47 años. Lo cerraron al principio de la pandemia, pero lo reabrieron a inicios de abril.
Minutos antes de comenzar la película, la gente sacó del maletero las palomitas y otras golosinas traídas desde casa. Los niños en los asientos traseros saltaban de entusiasmo.
Una madre trajo a sus dos hijos, en cuarentena desde marzo.
Eduardo Cavalcanti instaló una silla de jardín fuera del auto para dejar el asiento delantero a sus hijas, y al hijo lo sentó en el techo del auto. Desde ahí, tuvo la mejor vista de una película animada, Pie Pequeño, sobre un ser humano que va a vivir a una aldea de yetis.
“Mis chicos ya no soportaban estar encerrados en casa”, dijo Cavalcanti. “Mi esposa vio el aviso del autocine y sugirió el paseo. Era la única opción para salir y mantener la seguridad”.