Italia y el Vaticano inauguraron el lunes una nueva fase en la crisis del coronavirus, reanudando las misas en las iglesias en medio de roces entre la vida religiosa y el sector público sobre las limitaciones sanitarias.
Guardias en trajes herméticos tomaban la temperatura de los feligreses en la Basílica de San Pedro, donde el papa Francisco ofició una misa temprano para un grupo reducido de personas en una capilla adyacente para conmemorar el centenario del nacimiento del papa Juan Pablo II.
Al otro lado de la ciudad, el padre José María Galván se colocaba guantes de látex y una mascarilla sanitaria antes de dar comunión a grupo de feligreses en la misa de las 7:20 de la mañana en la parroquia de San Eugenio.
“Antes de ser cura yo era cirujano así que para mí ponerme guantes no es gran cosa”, comentó el religioso.
“Estoy acostumbrado a usar estos guantes, las hostias no se me caen”, añadió.
Así, Italia empezaba a salir del primer confinamiento colectivo impuesto en Occidente a causa del coronavirus: reabrían restaurantes, negocios y barberías, por primera vez desde el 10 de marzo.
Sin embargo, en el país se siguen registrando cientos de infecciones nuevas cada día, por lo cual la reapertura se realiza con suma cautela. Imperan estrictas normas para todo tipo de actividad, ya sea para comprar un café o para ir a la iglesia.
Es por ello que el gobierno ha publicado una guía de 120 páginas sobre cómo actuar al regresar al trabajo, a los templos y a los negocios, y algunas de las reglas más estrictas abarcan la reanudación de actividades eclesiásticas en este país profundamente católico.
Hay normas particulares para católicos, judíos, musulmanes, budistas, ortodoxos y sijs y todos tienen en común por lo menos el requerimiento de vestir mascarillas y de mantenerse separados dentro del recinto.
Uno de los grandes temores es que los ancianos —que por lo general son los más religiosos, pero al mismo tiempo los más susceptibles a la enfermedad— queden expuestos al virus al poder regresar a sus lugares de devoción.
El primer conjunto de normas fue acordado con los obispos del país, que anteriormente criticaron duramente al gobierno por negarse a reanudar las misas hace dos semanas cuando empezó a levantar algunas restricciones.
Los obispos denunciaron que se estaba violando la libertad religiosa e incluso sugirieron que el Estado estaba violando el Tratado Laterano, firmado en 1929 para definir la relación entre el Estado italiano, la Iglesia católica y el Vaticano.