La robusta presencia policial y de medios de prensa afuera del estadio eran las únicas pistas de que el Union Berlín estaba por enfrentar al Bayern Múnich en su más importante — y quieto — partido de la temporada de la Bundesliga el domingo.
Si acaso unos apasionados hinchas se presentaron en la entrada del estadio del Union y de inmediato les conminaron a marcharse. El partido, que el Bayern ganó 2-0, se jugó con estrictas medidas de higiene debido a la pandemia de coronavirus.
“Queríamos tener algún tipo de sensación del partido, pero no dejaban pasar a nadie”, dijo Helga Wischke, seguidora del Union a The The Associated Press. “Acá siempre estamos, tenemos abonos de temporada. Quizás podamos escuchar algo”.
Wischke dijo que las medidas de seguridad se justificaban para prevenir el avance del virus”.
“Si meten un gol, todo el mundo se abraza y lo celebra. No estoy diciendo que vamos a anotar un gol, pero es una pena”, añadió antes que un policía le pidiera que se alejara del estadio.
No se pudo ver a aficionados bebiendo cerveza cómo normalmente hacen al tomar el tren para los partidos del Union en Köpenick suburbio al este de la ciudad. Tampoco se vio negocios de venta de cerveza en el trayecto peatonal hacia el Stadion An der Alten Försterei (Estadio de la Antigua Casa Forestal). Las calles alrededor del estadio estaban quietas, y el camino por el bosque desierto.
Los equipos debieron medirse – tampoco sin público – el 14 de marzo, pero la Bundesliga fue suspendida tres días por el brote en Alemania. Las autoridades de la liga finalmente desistieron luego que las otras cuatro grandes ligas europeas habían paralizado actividades y se reportaban de contagios en jugadores de clubes de la segunda división.
Pero la Bundesliga regresó tras su pausa de dos meses el sábado tras recibir el aval del gobierno.
Todos los partidos, incluyendo el Derbi del Ruhr entre Borussia Dortmund y Schalke, se jugaron sin público y con estrictas medidas higiénicas para convencer a una escéptica población que reanudar el fútbol estaba justificado.
Los suplentes tuvieron que usar mascarillas, al igual que los técnicos. Se desinfectaron los asientos y balones, y se pidió a los jugadores que controlasen sus emociones. Los festejos de los goles fueron tímidos, ya sea con toques del codo o gestos en solitario.
Apenas 10 reporteros pudieron presenciar al Union medirse con el Bayern.
El ruido de las sirenas acabó el silencio para dar advertencia del arribo de los equipos, con los del Union primero en dos autobuses, seguidos por los del Bayern, también en dos buses en vez de uno como es habitual.
El himno del Union, que usualmente es entonado a todo pulmón por los 22.000 hinchas del equipo local, sonó previo al saque inicial, como si tratara de mandar un mensaje a esos seguidores en sus casas. No se podía ver el partido en ninguna parte. Los bares y clubes permanecen cerrados en Berlín, donde siguen en pie estrictas medidas de distanciamiento social.
Era posible escuchar el silbato del árbitro, los gritos de los jugadores y entrenadores y el impacto de la pelota que había sido desinfectada afuera del estadio, donde policías montados a caballo charlaban como si nada.