#VIDEO Rostros de la cuarentena: Cuando un pito y un grito le dan de comer #12May

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Detrás del chaleco anaranjado, la gorra y el pito, hay un ser humano que despertó muy temprano para llegar a su sitio de trabajo: la calle. Hombres como José Rojas y Henry Jiménez, ambos sexagenarios, quienes se dedican a cuidar carros en la calle, contaron parte de su historia a Elimpulso.com y lo duro que ha sido durante el tiempo de cuarentena por la COVID-19.

Rojas camina a diario dos horas para regresar desde la calle 30 hasta Los Cerrajones, donde vive con su señora y nietos; sus hijos tuvieron que emigrar. Debe caminar, porque luego de las 2:00 p.m. no consigue transporte para esa zona. Contó que le cuesta incluso salir de su casa, porque a veces le cobran hasta 25 mil bolívares algún “pirata” que salga a hacer transporte, pues las unidades de Transbarca que cobran más económico, pasan con poca regularidad.

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José Rojas se desempeñó muchos años con un camión que le servía para hacer transporte, pero hace cuatro años la  delincuencia le quitó su medio de trabajo, razón por la que se dedicó a ser parquero. También recibe su pensión y hace trabajos de vigilancia, pero aún con tres ingresos, asegura que no le alcanza para comer bien.

Hoy gasté 250 mil en un kilo de pasta y un kilo de arroz, pero no me he ganado ni 50 mil bolívares. La pensión no alcanza para mucho. Hace bastante tiempo que no como pollo. Compré un poquito de carne en estos días para resolver algo, usted sabe”, expresó.

Dice sentirse en perfecto estado de salud, gracias a que practicó boxeo en sus años de juventud, y aún tiene espíritu para bromear y sonreír. Se siente activo y sale todos los días a la calle para llevar el alimento a su casa.

En bicicleta desde Las Veritas

El señor Henry Jiménez, de 65 años de edad, tiene de aliada a su bicicleta para transportarse desde su casa en Las Veritas, al norte de Barquisimeto, hasta la carrera 21 donde trabaja como parquero, pues dice que por su edad ya no consigue trabajar como chofer.

Aunque sabe que a diario se expone a algún mal trato de parte de los conductores, contó que les da su bendición a quienes le ayudan y a quienes no lo hacen, también.

Este hombre dijo que come solo una vez al día, en el almuerzo, a las 3 o 4 de la tarde cuando está de regreso en su casa, donde lo espera su señora. “Frijol, espagueti, caraotas, lenteja, lo que haya”, dijo Herny, refiriéndose a lo que come.

Pese a las severas condiciones económicas, bajos ingresos y la rudeza que supone trabajar en la calle, la disposición y sonrisa de estos señores, es más grande que la crisis mundial.

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