La desaparición de la gasolina desenmascara el primer capítulo de todo el cuento chino que tejió la izquierda en torno a los acontecimientos vividos en Venezuela durante los últimos treinta años.
La bovina aceptación de las colas por parte de las mayorías, y el pago resignado de precios desorbitados por el poco combustible que negocian cacos uniformados, desvela el gran mito de “rebelión popular” armado con el llamado “caracazo”.
A partir de esos acontecimientos – minuciosamente planificados por el G2 cubano con sus cómplices criollos – dentro y fuera de la sociedad civil – a lo largo y ancho del mundo salieron sesudos analistas a comentar la “ espontánea” rebelión ante “insoportables” condiciones que habría impuesto el Fondo Monetario Internacional – perenne “bête* noire*” de la delirante zurda global (hasta que sale desesperada a pedir auxilio).
Aquello fue el introito de los dos cobardes intentos de “putsch” que – con premeditación y alevosía – armó luego una camarilla de oficiales felones, enarbolando una supuesta reivindicación de clamores populares para encubrir una descarnada ambición de poder castrense. Lo confesó años después – en cadena nacional – el para siempre desaparecido portavoz de la banda.
Luego emergió una cuerda de notorios “notables” que utilizó toda la argumentación acumulada – para defenestrar a un presidente constitucional y popularmente electo – con todas las máculas que se le quieran atribuir.
Pero poco les duró el alborozo a esos “próceres” pues muy poco después – “cachicamo trabaja pa’ lapa” se dice en buen criollo – todos sus esfuerzos los capitalizó el mismo grupo de hampones con charretera que venía trabajando el libreto desde años atrás.
Ahora también muere el indefectible argumento izquierdista de supuestas “apetencias imperiales” sobre nuestro “codiciado petróleo”, antigua conseja del subdesarrollo que ya está por cumplir su centenario.
El mundo desarrollado ha dicho de todas las formas posibles que nos podemos acomodar ese petróleo por donde mejor podamos. Tras décadas de proclamarnos “proveedor seguro y confiable” de nuestros vecinos hemos pasado a ser los parias del mundo energético.
Como también ha quedado clara la incapacidad de producirlo solos, no queda sino aceptar las inexorables condiciones de mercado si no queremos quedar haciendo arepitas de asfalto.
Venezuela es hoy el portaestandarte global de las oportunidades perdidas. Quiera Dios que el ocaso de los mitos y todas las experiencias vividas sirvan de inolvidable aprendizaje para la refundación de ese país que pronto volverá a la vida.
Antonio A. Herrera-Vaillant