La situación actual del país al borde del caos demanda la atención de todos sus habitantes. Nadie deja de pensar en la crisis donde estamos sumergidos cuál laguna de excrementos hasta apenas un centímetro de los labios. Cada venezolano con acceso a un medio de cualquier tipo o clase (impresos, audio-visual, redes sociales, u online) opina y expresa criterios acerca del tema sin dejar de sentenciar a los culpables, juicio que la mayoría asocia a la ineficiencia e improvisaciones hepáticas que destrozó el 70 % del aparato productivo, dilapidó el ingreso petrolero de 15 años de bonanza construyendo obras públicas (estadios, autopistas, fuertes militares, hospitales, urbanizaciones) repartidas en cotillón por medio mundo,regalando millones a cineastas extranjeros, más un “alarde” de corrupción que ni la más loca imaginación hubiese creído posible.La destrucción del país realizada con matemática precisión por el régimen imperante hace dos decenios, cuyos últimos logros incluyen deudas que nos hipotecan a China, Rusia e Irán, entre otras naciones, los préstamos y el servicio debido a Instituciones Financieras Internacionales y la venta del oro del Banco Central para financiar los dos últimos años de mega-inflación producto de la violenta caída económica.
Pero luego de 20 años en ejercicio total del poder culpan de arruinar la nación y destrozar cuanto tocaron,al “enemigo interno” (la oposición) y al “imperialismo” personificado en el Presidente Trump,ansioso por apoderarse de nuestro petróleo y riquezas”. Pretenden olvidar que violaron todas las normas constitucionales que les vino en gana y se han burlado, denostado y perseguido a quien piense distinto, pregonando a gritos su vocación democrática y un respeto por los derechos humanos que, al correr los que abandonan el corral del enchufe, reconocen como burdas mentiras de las que participaron, ayudaron a concebir y pregonaron ruidosamente con un aparato mediático como no dispuso ni Goebels, creador del concepto Leiv-motiv de oro de las dictaduras: “Repite una mentira mil veces y la convertirás en verdad”. Ahora se justifican al confesar las groseras mascaradas y mentiras del régimen para afianzarse en el poder,librarse de rendir cuentas al convertir el país en una caricatura y re-escribir la historia, hasta el ridículo empeño de hacer negro a Bolívar, como sí pudiese desvalorizarse la significación histórico-política de Nelson Mandela, su valentía y coraje moral, si fuese catire o por lo menos blanco.
A mi parecer y al de millones de compatriotas,describo hechos indiscutibles y aunque se pueda anotar al régimen más de una realización importante y el vano intento de construir y hacer otras, pierden valor al situarlas en la balanza de un altísimo costo, el largo tiempo de ejecución, la improvisación por sus incompetencias y falta de gerencia, creando dificultades, problema y litigios internacionales causantes de graves daños económicos, más el dolor de ver pisoteado el respeto y prestigio de la venezolanidad.
Aunque son hechos irrefutables y sea juicio compartido por millones, está surgiendo una nueva versión que sin negar la gran responsabilidad del régimen extiende la culpabilidad del desastre. Todos somos responsables. Aquellos por acción y ejecución. Nosotros, el resto de la nación por permisión u omisión.
Sólidos argumentos tienen al creer culpables de esta crisis con responsabilidad compartida, a todo el país, comenzando por la masa votante que dio el poder al fundador del régimen después del indulto otorgado por el Presidente Caldera a un soldado golpista que traicionó su juramento de fidelidad. Favor que ganó al líder socialcristiano, tanto en vida como después de fallecido, críticas de todo género irrespetando su memoria.
Perdonar un prisionero es facultad del primer mandatario y al ejercerla no tiene que explicar nada. Pero salvo esa facultad no comprendí como un líder tan avezado y de la estatura ético-moral de Caldera, dedicado incansable al quehacer político y la educación universitaria, permitió la vulgar afrenta e irrespeto al juramento de confirmación a ocupar el solio presidencial, calificando de “moribunda” con burlona sonrisa y sarcástico gesto de patada dibujando su rostro, a la Constitución por la que juraba. Palabras, sarcasmo, burla y patada delineando nítida y precisa la catadura del jurador.
La forma jamás difiere del contenido. Ambas categorías se determinan y condicionan una a la otra. Con la bizarra bouta de del juramento, se inició de un lado el desastre y del otro la culpabilidad general, un conglomerado nacional que selló sus labios –callar otorga— y celebró con bombos y platillos la bofetada,dando el primer round a la pusilanimidad contra el coraje moral.
Hoy tenemos dos calificaciones más juzgando la situación. Optimistas y pesimistas. Los primeros dicen: El venezolano es extraordinario, es una gran mentira que somos flojos, tenemos un potencial formidable en la creatividad de la gente, podemos salir adelante solo con unirnos en una sola meta y propósito, etc, etc…
El pesimista afirma que tirios y troyanos somos la misma miasma. “No servimos para nada, somos malos por naturaleza”; una realidad sin discusión para millones que sufren la imprevista pandemia universal agravando angustias al borde de la locura, envueltos en el caos económico, la falta de medicinas, el costo especulativo de las que encuentra, la escasez de combustible y cuanta calamidad se escapa de la caja de Pandora del régimen, y de propina, el riesgo de perder la protección de tu aislamiento buscando lo poco que puedes adquirir y comprobar que ningún kilogramo de tus compras pesa 1000 gramos. Por algún arte de perra magia de la balanza del vendedor a la tuya se desaparecen 150 y hasta 175 gramos por cada kilo. Qué hermosura de solidaridad.
¡¡¡COÑO!!! tienen razón los que dicen que somos malos por naturaleza.
Y esto es todo…No, pero es agobiante. Quejarse y quejarnos. Continuar en la queja, el dolor y la certeza de sabernos malos sin remedio, culpables de cuanto nos ocurre hasta que el creador termine por cansarse de nosotros y nos desaparezca del mapa galáctico.
Falso, los buenos somos muchísimos más. Esto es solo una prueba que debe fortalecernos. La fe nos apuntala y unidos saldremos adelante, tenemos un potencial extraordinario….
—Y dale con el potencial, o nuestra maldad y lo bueno y lo malo junto y además revuelto.
Medias verdades, casi mentiras. Retórica y buenas intenciones que empedraron el camino al infierno. No hemos llegado a ningún lugar y seguimos sin rumbo cierto. Debemos definirnos y encontrar la realidad sico-somática del verdadero ser habitante en nosotros; venezolanos, crisol de razas, suma de hábitos y costumbres de muchos lugares, necesidades físicas matizadas por los diversos hábitats geográficos y aspectos emocionales diversos, rondando la confusión, enredados más que mezclados, con un sentido de identidad en formación, susceptible a cualquier influencia, dada la escasa sedimentación de caracteres convergentes al sentido de pertenencia que da solidez a lo nacional sentido como propio.
Buscando la Identidad Nacional
Son mucho los temas a discutir en la hora actual cuando afloran necesidades de todo tipo por resolver, pierden vigencia los paradigmas y se trastoca toda referencia creando un obstáculo adicional a los problemas que nos acosan.Habrá que luchar con lo disponible y continuar enfrentando la marejada que se nos viene encima, sin dejar de lado redefinir la democracia en tanto camino a seguir y fortalecer; actualizar, revaluar o sustituir, y más importante aún, saber de qué pasta estamos hechos, qué somos, creemos o pretendemos ser, a qué destino nos conduce la idiosincrasia particular de la que gozamos, sufrimos o padecemos y si será o no posible construir un país de instituciones sólidas y efectivas, o lo que es lo mismo, eficientes y al mismo tiempo eficaces.
Debemos estudiar la conformación y definición del sentido de pertenencia dado por la identidad. No hay mejor soporte alas razones, motivos y propósitos argumentados ante un evento o circunstancia afrontada por la nación (en lo interno) o el Estado (externamente). Una identidad nacional bien conformada, claramente definida y asumida a plenitud otorga a las acciones y conductas del Estado fuerza moral, coherencia funcional y disciplina organizativa. Del tema se han expresado millares de opiniones y criterios, mostrando como late en el subconsciente la necesidad de una afirmación del ser, reconocerse en algo, atisbar una concreción de pertenencia a unos espacios geográficos determinados, vivir el reconocimiento mutuo de caracteres forjados con aristas comunes y apreciar los matices culturales y la trama del pueblo que somos.
Tarea difícil por el disperso ramaje de las aristas que confluyen en nosotros, procedentes de geografías diversas cuyos ingredientes humanos se amasaron con las bases culturales de cada parte, o lugar de origen, a título de “condimentos” para constituir una actual venezolanidad, cuyos fundamentos pueden ser muy frágiles, volátiles y fragmentados, dado el breve tiempo histórico entre algunas incorporaciones, las fracturas que tales sumatorias crearon, más lo accidentado de nuestra historia,obstaculizando una sedimentación y consolidación de aportes, sin lograr la cohesión suficiente.
Por otro lado están los mitos y prejuicios en torno a qué es y cómo definir una identidad. De tales mitos y falsas creencias el primero es la pureza, bien sea vista desde lo racial, cultural, idiomático, o cualquier otra categoría.En cuanto a raza solo existe la humana, caracterizada por variantes que dependen del clima (color de piel), ingesta proteínica (talla, desarrollo muscular, estructura esquelética), formas de somatización (conflictos entre las necesidades materiales y el entorno, reflejadas en el siquismo) y basta con esos ejemplos.
La pureza cultural es otra falacia unida al “asco” por la transculturización. El mundo actual es producto de múltiples intercambios en milenios de historia debido a invasiones, relaciones comerciales, conquistas; dominaciones (políticas, militares, económicas, socio-culturales); imposiciones religiosas a veces, asimilaciones sincréticas en otras, etc. La transculturización ha sido, es y continuará siendo, un fenómeno constante en la historia de la humanidad.
De los idiomas, ni se diga. Nada tan vivo y dinámico como las lenguas e idiomas. Cómo hablar de pureza idiomática si existen lenguas muertas y lenguas raíces generadoras de muy diversas variantes que ramificadas y luego consolidadas adquieren individualidad y se convierten en habla de una comarca, una región, un país geográfico. Varias de las llamadas lenguas muertas sería mejor darlas a conocer y al estudio como lenguas madres,
Observemos como ejemplo nuestra lengua castellana, o idioma español. Ocho siglos de dominación árabe fueron parte de la formación de nuestra lengua.Miles de vocablos provienen de esos pueblos mezzo-orientales, y esa lengua, ya madura y estructurada durante la regencia de una España en cuyos dominios no se ocultaba el sol, fue condimento y matiz de otras “fablas” a las que se, impuso, absorbió o influenció marcando una impronta indeleble en lenguajes hablados hoy por pueblos de muy remotos lugares.
Cierto que han existido y existen elementos culturales característicos de determinados pueblos, pero lo son en una cota de tiempo particular. Al estudiarse en períodos de siglos, se observan las variantes, evoluciones y regresiones, añadidos y gananciales.
El ejemplo totalizador de la “fatalidad” de la transculturización es el impacto en Europa del encuentro con la América indígena del siglo XV. ¿Qué sería de la gastronomía europea sin el tomate, la papa y el cacao; y de la agroindustria mundial sin el maíz? Qué fauna avícola padecería los rigores de una probable extinción, amén de las faltas en el banquete, de no ser por el Pavo doméstico. Pero también tomamos nuestra parte con el mango,traído al Caribe por los ingleses desde la India. Y para concluir con la transculturización alimentaria: ¿Cómo sustituir del Brasil y Colombia su influencia y predominio en el comercio mundial del café, extraño fruto llegado a nosotros desde otras latitudes?
Volvamos a las identidades. ¿Tendremos matices característicos en un bloque coherente para otorgar identificación de venezolanidad, más allá de agitar un whisky con el dedo índice? No cabe duda, se están formando y adquiriendo tonos y colores propios. No pienso definir algún rasgo, sería una generalización y no veo otra forma de plasmarlo y el riesgo de nutrir al ego colectivo pintándonos cual sabios ángeles protectores; o ir al extremo de la subestimación para dibujar unos malandros irresponsables, pero coquetos y machísimos. Ante ambos extremos podemos esclarecer elementos del camino medio y nuestra definición real estará entre la crema y la pomada, algo como “ni lo uno ni lo otro”, pero tampoco “todo lo contrario”. En esencia el ser humano no ha cambiado gran cosa. Varía la “decoración” las circunstancias y el entorno, violentado, destrozado,y en última instancia transformado, pero al consultar el alma o la conciencia, sentimos el lastre de las angustias del pasado, iguales a las de fechas recientes, confirmando los factores más constantes en la historia del hombre, sus angustias y miserias.Pero sobre la base de sus miserias, carencias y debilidades, se han construido caminos en toda esfera y acontecer vital. Más allá de cada vicio o debilidad, toda persona atesora capacidades, alguna o varias virtudes y el empeño de crecer, sea material, mental o espiritualmente. Igual podemos decir de los colectivos creadores del progreso de cualquier nación: Nacieron, se alimentaron y crecieron con el barro propio de sus grupos sociales. Se procedió al arado y siembra con los bueyes que había. No importaron Suizos, Alemanes o Japoneses…que de paso, se forjaron con barro japonés, arcillas alemanas y gredas helvéticas, definirlo que somos y podemos llegar a ser y construir. Una definición que nos impulse a metas superiores de progreso, colme las necesidades materiales inmediatas, alimenten el espíritu y nos alienten mentalmente a estados de superación, sin olvidar nuestra responsabilidad como habitantes, no de un país o un continente, sino de un planeta amenazado y en grave peligro de supervivencia en varios de sus más importantes ciclos vitales.
Podemos ser mejores, realmente solidarios y crear un futuro promisorio. Intentémoslo.
Pedro Lozada