A mediados de la década de l960 Carora fue sacudida por un terremoto cultural que tuvo su epicentro en Juan Martínez Herrera, un odontólogo que lo entregó todo para cumplir el sueño de elevarse entero a la liviandad críptica de la música.
Carora, tierra montada históricamente sobre cofradías y germinada por el esfuerzo solitario de unos agricultores de las islas canarias, construyó en su laberinto de soledades circulares una ruta particular de mitos locales mediante los cuales engañó al ángel de la muerte cuando este pedía primogénitos y le era entregado en su lugar un enano sin nombre criado en el cuarto trasero de la fantasía.
Dormida entre leyendas y saboreando el elixir de un mesianismo cobijado en una orgullosa timidez, Carora siempre a la espera de un Quijote disfrutaba Sancho Panza de una modorra con sabor a mondongo.
Cuando llego Juan Martínez con su trompeta anunciando la muerte del letargo se acabó la espera y todos accedieron a formar filas para ser parte de algo nuevo y extraño entresacado de las profecías no escritas de Don Chío , quien desde su comunismo particular soñaba una Carora igualitaria y fraterna , unida por el vinculo impreciso de la cultura.
Y así fue. Juan Martínez Herrera organizó un Orfeón donde el encopetado de la Zona Colonial cantaba al lado del hombre o la mujer humilde de Barrio Nuevo, el Trasandino, la Guzmána o cualquier sector popular de la ciudad. Y este canto obligatoriamente solidario prendió en el alma colectiva hasta convertirse en un proyecto de todos. Incluidos los jóvenes de aquella época, quienes agrupados en el Interact Club, fuimos batallón activo en la lucha de abrirle nuevos caminos culturales a Carora.
Frente a la plaza Bolívar estaba una casa municipal abandonada. La invadimos en nombre del futuro y allí funcionó por primera vez la Casa de la Cultura, la cual además de ser la sede permanente y oficial del Orfeón Carora fue el templo para la presentación de obras teatrales, conciertos de orquestas clásicas, taller de ajedrez y sobre todo, el refugio colectivo donde la poesía se fusionaba con las raíces sentimentales de esa Carora entretejida de leyendas y cuentos libertarios.
Cuando nos graduamos de bachilleres y nos mudamos al Planeta Marina en Caracas, decidimos por orientación de Toto Herrera fundar una Asociación Cultural (ASOCACU) que desde Caracas apoyara la labor cultural que continuaba realizando en Carora Juan Martínez Herrera.
Recuerdo la primera reunión que hicimos en Caracas, Juan Martínez nos saludó con una frase que como un destello de fuerza cósmica nos cubrió de una gran dignidad. Ustedes tienen sangre de pájaros. Con esta metáfora mojada en agradecimiento y montada sobre un pináculo de sabiduría, Juan Martínez nos dio las alas de su romanticismo. Allí supimos con absoluta claridad que estábamos frente a un hombre forjado para la bondad y la entrega, un ser humano consagrado a la virtud de alegrar el pedazo de mundo que le fue confiado como responsabilidad vital.
Jorge Euclides Ramírez