Sean ciertos o no los datos del poder y la desconfianza cultivada estos años no refuerza su credibilidad, todos sabemos que nuestro sistema de salud es sumamente débil y nuestra situación económica mala desde antes de la pandemia. Imagínese cómo sería si esta empuja con la fuerza que lo ha hecho en otros países.
La clase media y trabajadora, cuyo ingreso alcanza para muy poco, se preocupa por los muchachos encerrados en casa, el hachazo forzado al año escolar. Los que viven en el trabajo por cuenta propia porque tienen que salir a ganarse la vida. El empresario de cualquier tamaño se plantea el impacto en su fábrica, su tienda, su taller. El productor del campo no puede darse el lujo de no ordeñar o no alimentar los animales o no regar o cultivar oportunamente. Para cada quien una consigna tan razonable como “quédate en casa” tiene distintos significados.
Agua, electricidad, suministro de gasolina y gasoil, presentan más incertidumbres que seguridades y nos complican la vida. Directamente, en nuestro uso y consumo. E indirectamente, en cuanto afectan la producción, el transporte.
Lo que más castiga de esta tensa espera es no saber hasta cuándo ni cómo quedará todo cuando empecemos a salir de esto. La pandemia hace tambalear nuestras certezas.
Sinceramente, no creo que haya una simetría de las responsabilidades políticas, pero como a muchos me preocupa el juego político trancado. Las piezas no se mueven mientras sobre la población se cierne una amenaza cuya gravedad y profundidad no sospecha, ni siquiera por la dura experiencia de estos años. Hay una realidad que se mueve bajo nuestros pies y uno, acaso por mal informado, percibe un inmovilismo de los actores.
La mayoría parlamentaria ha propuesto. ¿Qué proponen quienes controlan el Ejecutivo? Y si esto sigue así ¿Pensamos que podemos permanecer tal cual eternamente?
Cada actor siempre quiere sacar la mejor parte. En política, como en la vida, la mejor parte nunca es igual al todo. Por eso, los dilemas de “todo o nada” siempre tendrán más posibilidades de fracaso que de éxito. El todo o nada es la antipolítica. Porque la política es otra cosa, es búsqueda del equilibrio estabilizador. La competencia política, como toda dinámica, implica movimiento. Jugadas, proposiciones, alternativas. Hay una noción de juego como competencia para ver quien aguanta más. Los competidores ni pestañean, esperando que el otro se rinda. Y el que tiene el poder de coerción usa su fuerza para reprimir y perseguir. Es un torneo destructivo en el que la peor parte la saca la gente, el pueblo, personas de carne y hueso.
La sociedad agradecerá al actor que se atreva a demostrar su grandeza, sin truco, sin propaganda.
Ramón Guillermo Aveledo