El aislamiento junto a su familia, en un apartamento en la ciudad holandesa de Amsterdam, por mas de dos años, fue forzado por la bestial persecusión del totalitarismo fascista que en Alemania implantó el psicópata Addolfo Hitler. El confinamiento era la única manera de escapar a una muerte segura a manos de la SS la policia política del criminal régimen que sumió al mundo en la Segunda Guerra Mundial. Esas terribles vivencias están recogidas en el libro El Diario de Ana Frank.
La familia de aquella niña de apenas trece años era de origen judio. Ese era el peor estigma con que Hitler marcó a la gente de esa condición que, ciertamente con su probado talento, habían asumido el control de diversos sectores de la sociedad alemana de entonces. El odio de Hitler hacia ese pueblo era enfermizo hasta los extremos de un complejo de inferioridad para incurrir en su exterminio masivo.
Esta chama, muerta a los quince años de edad, tras sufrir el calvario de un campo de concentración nazi, se erigió en un símbolo de las luchas contra toda clase de regímenes totalitarios. De su odisea se sabe por la existencia de un diario que comienza a escribir a partir del momento que inicia el aislamiento. Un testimonio escrito que la humanidad debe conocer para no repetir los errores del pasado, sobre todo cuando es trágico. Pues sólo así la historia es una “ciencia del hombre en el tiempo” como la define el francés Marc Bloch, otra víctima del nazismo fusilado tras permanecer en prisión.
Cuando se lee esta obra literaria constatamos dos hechos: PRIMERO la inmensa alegría de vivir de esta niña pese a la monstruosa e inevitable adversidad de la demoledora maquinaria totalitaria del fascismo alemán. Así escribe en su diario que “quiero seguir viviendo después de mi muerte”. Una manera de aferrarse a la vida durante su discurrir y después que todo llega a su fin terrenal. Ese encontrarle significado o sentido a la existencia más allá de la rutina cotidiana de los que no trascienden. Al igual que su irrefrenable deseo de superación por medio del estudio. Es un ser alegre, comunicativo y humorístico que no cede a los conflictos del quejumbroso crónico que estando libre no sabe qué hacer en la vida.
Sorprende el portento de su carácter y personalidad en una adolescente de apenas trece años para afrontar los problemas de la vida con esa fuerza y clara visión. Algo parecido a una fortaleza forjada para lidiar con los más exigentes retos que a todos se nos suelen presentar para seguir adelante, levantarnos de las caídas o simplemente darse por vencido cuando se es débil. Lo indica el hecho de que poco hablaba de sus problemas en su círculo familiar en una suerte de ejercicio de inexpresividad, silencio y soledad del que hace filosofía desde la máxima que reza “Al mal tiempo buena cara”. Al respecto nos dice: ”Bien sabes que soy fuerte,bastante fuerte para soportar sola la mayoría de mis pesares, nunca los he compartido con nadie,…”
SEGUNDO sus inmensos dotes para la escritura a temprana edad y otras manifestaciones del arte como el dibujo, el cine y el ballet clásico. Tal vez de haber vivido normalmente pudo ser una excelente pintora dados sus condiciones para el dibujo con los cuales es ilustrado el libro. Lo que el fascismo alemán asesina es a una artista en ciernes que con apenas una obra literaria ha pasado a la historia como soñaba. Esta pequeña volaba muy alto.
El libro está escrito con una refinada prosa evidencia de sus cualidades para el arte de la escritura con dominio de sus componentes. Resulta sorprendente que en esa dificilísimas condiciones una persona de su edad, haya podido concentrarse en la creación de este excelente libro. Pues en todo momento mantiene el ritmo ascendente de la escritura en que resalta la correcta sintaxis de las oraciones. Igualmente las técnicas redaccionales del periodismo. Con los mismos construye un relato realista y nada ficcional.
De esa obra hay evidencias de que han sido extraídas diversas expresiones. Entre éstas citamos la del cómico mexicano El Chavo “Y ahora quién podrá salvarnos”. O aquella que dice “No puedo ser feliz” que dio origen al título de una canción de un baladista venezolano.
Quizás, a nuestro parecer,una de las paginas mas interesantes y conmovedoras de este texto es la fechada el 4 de abril de 1944 un año antes de morir. Su contenido es confirmatorio del definido carácter y personalidad de esta niña cuando apenas contaba catorce años de edad. Entonces ya había planeado su proyecto de vida profesional pues soñaba con ser escritora y periodista. Se sabia con condiciones naturales para esos quehaceres intelectuales.
Pese a la desventaja del obligado encierro piensa y escribe como una persona consciente y de espíritu avanzado: “Debo estudiar, para no ser ignorante, para adelantar, para llegar a ser periodista, que es lo que quiero ser. Se que puedo escribir. Algunos de mis cuentos son buenos, ….”. Pensaba como José Martí que “ser culto es el único modo de ser libre”. Para lograrlo practicaba diariamente el entrenamiento de la pluma junto a la persistente y disciplinada lectura de buenos libros, ente estos los de historia.
Con su temprano deceso la literatura perdió un seguro soldado de la palabra. Ha bastado apenas un libro para su consagración pues ha sido llevado al teatro, cine y televisión con un reiterado éxito. Ese diario anunciaba a un valor de la escritura literaria y periodística.
Entre los judíos esclavizados por el nazismo en los tétricos campos de concentración era común contraer el tifus. Es lo que precisamente mató a Ana Frank entre los meses de febrero y marzo de 1945, luego de pasar más de un año en uno de estos dantescos lugares.Su madre y dos hermanos no sobrevivieron a tanto dolor. El único en salvarse fue su padre. Aquel menudo cuerpo no resistió mas, pero su templado espíritu sí.
Lo que cobra valor en estos momentos de la pandemia mundial del coronavirus es el ejemplo de su obligada reclusión que acepta con un elevado espíritu filosófico. Nada de pesimismo ni resignación. Lo asume consciente y amoldada a la cruda realidad quizás motivada por esa forma de pensar existencialista consistente en aceptar la realidad de los hechos. Pero transformadoramente lo cual demuestra a lo largo de su riesgosa existencia, en que cada día transcurrido se dice a manera de victoria “sigo vivo”.Aunque la muerte ronde a cada momento el cercano entorno.La vida es una convivencia constante con la muerte.
Freddy Torrealba Z