El jueves pasado, una parte Agua Viva y El Manzano amanecieron con una densa nube de humo proveniente del triste y dramático escenario que viene sufriendo la zona protectora y el Parque Nacional Terepaima.
En el año 2007, esta casa periodística se hizo eco de quejas que atentaban contra el medioambiente en los sectores Fila de Cocodrilo, cuenca alta y la vertiente de la quebrada Guamasire, así como el parque propiamente. Desde entonces el menoscabo no ha tenido freno, por el contrario se ha intensificado la invasión por parte de presuntos miembros del Frente Zamorano.
A kilómetros ya se aprecia con horror la erosión que ha dejado la deforestación en hectáreas enteras donde se registra la feroz tala, extracción de madera, caza furtiva y lo más dañino: la implacable quema para acelerar los cortes indiscriminados de árboles con el propósito de su comercialización, y por otra parte para la venta de predios en donde ya se han instalado pequeñas parcelas de siembra y residencia, causado al vulnerado parque nacional, una cicatriz que no sanará en un siglo.
El infame daño ha afectado considerablemente los acuíferos que abastecen de agua potable a populosos sectores como El Manzano, en el municipio Iribarren; y Agua Viva y Cabudare, de Palavecino, suscitando un vertiginoso descenso del nivel friático de los pozos. Obviamente esteaterrador atentado impactará con mayor vigor en los años sucesivos de no atacar con contundencia este pavoroso flagelo.
Sin embargo, la inclemente invasión del parque tiene rostro, según testimonio verbal y gráfico de vecinos de la zona,que no solamente acusan al Frente Zamorano,como se menciona párrafos anteriores, sino a un coronel de la Guardia Nacional que es quien autoriza y protege los desmanes cometidos a la ya desgastada zona, lo que contraviene en flagrancia con leyes nacionales, regionales y municipales.
Las múltiples denuncias han venido haciéndose ante el Ministerio Público, Defensoría del Pueblo, Consejo Legislativo de Lara, Concejo Municipal de Palavecino y el Ministerio del Ambiente, quienes han mostrado la cara más cruel del asunto: su cómplice y despiadada indiferencia.
Pero lo más amargo de la planeada destrucción del Terepaima, espacio que en días pasados cumplió 44 años del Decreto de su elevación como Parque Nacional, es que la impunidad en favor de los depredadores, terminará en un episodio apocalíptico con nefastas consecuencias para las generaciones venideras.