A un año del incendio, coronavirus detuvo restauración de Notre Dame

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La Catedral de Notre Dame resiste, mutilada y solitaria, encerrada en una peligrosa red de andamios retorcidos un año después que un incendio cataclísmico destruyó su interior, derribó su famoso capitel y horrorizó al mundo.

Unas 40.000 barras metálicas — erigidas para un proyecto de renovación previo — se derritieron en el intenso incendio del 15 de abril de 2019. Los inestables andamios ahora ponen en peligro a la joya gótica que para muchos representa el alma de Francia.

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La restauración de este ícono de los siglos XII y XIII ha sido paralizada y los trabajadores enviados a casa debido a la cuarentena en Francia por el coronavirus que comenzó el 17 de marzo, frustrando los planes de comenzar a retirar las 250 toneladas de andamios.

La pandemia, que ha afectado a tanta gente en toda Francia, ha puesto en aislamiento también a Notre Dame.

La campana de 13 toneladas en la torre sur, llamada Emanuel y tradicionalmente tocada en ocasiones solemnes, sonará a las 8 de la noche del miércoles, sumándose a la ronda de aplausos que cada noche reconoce la labor de los trabajadores de la salud agobiados.

El Viernes Santo, el arzobispo de París, Michel Aupetit, encabezó una reunión excepcional, pero pequeña, dentro de la iglesia, al pie de la enorme cruz dorada que se mantiene intacta.

“Hoy, estamos parados en esta catedral medio caída para decir que la vida aquí continúa”, dijo Aupetit en una ceremonia televisada.

La idea de la congregación en la frágil iglesia era levantar los ánimos de una nación afligida.

“El mensaje de esperanza es especialmente importante para nuestros compatriotas en momentos en que estamos particularmente afectados por el coronavirus, que está sembrado angustia y muerte”, dijo el arzobispo a periodistas.

No hubo servicio de Pascua ni planes formales para conmemorar el aniversario del incendio. Pero los músicos de Notre Dame han creado un homenaje virtual para su amada catedral interpretando desde sus casas un extracto de “La pasión según San Juan», de Bach.

“Mientras tengamos estos andamios alrededor, hay cerca de 50% de posibilidad de que la catedral sufra más daños”, dijo el capellán de Notre Dame, Brice de Malherbe, quien el año pasado fue evacuado de su casa contigua mientras las llamas consumían el techo.

Recordó su peor momento esa noche: “Cuando tuvimos la impresión de que el incendio se estaba (sosegando) y de pronto se reavivó en una de las torres”.

Aun así, Notre Dame se mantuvo de pie, vigilando a la capital francesa desde la isla en el Sena, con sus dos emblemáticas torres parcialmente consumidas por dentro pero sus pesadas piedras al parecer sólo ennegrecidas por fuera.

El presidente francés Emmanuel Macron reiteró el miércoles su deseo de ver la catedral reabrir sus enormes puertas a tiempo para los Juegos Olímpicos de París en 2024.

“Haremos todo lo posible para mantener este plazo”, dijo en un video tuiteado en el que le agradeció a los bomberos y rescatistas por extinguir las llamas y salvar vidas.

Notre Dame “es un símbolo de nuestra resiliencia, de nuestra capacidad para superar retos y pararnos correctamente”, dijo Macron.

Pero el progreso se ha visto afectado por contratiempos, desde el descubrimiento de polvo tóxico del techo de plomo derretido y torre hasta los peligros a la salud y la seguridad provocados por la pandemia.

Las autoridades esperan que los andamios puedan retirarse para el otoño boreal. Entonces, habrá que analizar las piedras para ver cuáles necesitan ser reemplazadas. Los escombros y enormes vigas antiguas que se quemaron como leña deben retirarse de las altísimas bóvedas, dijo Malherbe. Entonces se erigirá una estructura para proteger el sitio, ahora rodeado de altas barricadas.

Para una devota ferviente de Notre Dame, las barricadas, que reemplazaron una barrera más baja, son un símbolo de su pérdida y de la propagación del virus en Francia y el mundo.

“Notre Dame está confinada. No podría tirar un ramo de flores hasta ella”, dijo Cecile Deleville, quien había arrojado uno por encima de la reja más baja en diciembre. “Es como si nos hubieran quitado eso también”.

La jubilada de 67 años se atrevió a darle un primer vistazo a la catedral al día siguiente del incendio, junto a periodistas de The Associated Press. En ese momento dijo que se sentía huérfana.

Ahora, teme que no llegará a ver renacer Notre Dame en vida. Le preocupa que la reconstrucción se quede por el camino mientras Francia trata de reconstruir su economía una vez que se haya superado la crisis del virus.

Aquellos a cargo de devolverle a Notre Dame su esplendor original continúan trabajando pese a su confinamiento.

La catedral “ha sido gravemente herida, sin duda”, dijo Jean-Louis Georgelin, un general del ejército retirado designado por Macron para presidir el proyecto de restauración, en una entrevista para la publicación católica Le Pélérin.

Pero ha resistido el choque térmico por el fuego, el agua de las mangueras que la empapó por días, el calor del verano y fuertes vientos, dijo, y agregó que sensores instalados para leer cualquier movimiento de la estructura no han captado nada notable.

Grandes y pequeñas donaciones están ayudando a pagar la restauración, con 188 millones de euros recibidos, dijo Georgelin al diario Le Parisien. La compañía petrolera Total y los magnates franceses Francois Pinault y Bernard Arnault de la multinacional de productos de lujo lujo LVMH prometieron unos 400 millones de euros (437 millones de dólares). Pero fueron las donaciones modestas, principalmente de individuos en Francia y Estados Unidos, las que cubrió los costos iniciales.

El miércoles, Alemania ofreció ayudar a reconstruir algunas de las grandes ventanas claristorias ubicadas muy por encima del nivel de la vista. El gobierno alemán dijo que tres cristaleros que realizan los trabajos de restauración en catedrales de Alemania podrían ofrecer “gran experticia” a sus colegas franceses.

El cronograma de la restauración podría requerir de ajustes para contabilizar el confinamiento por del virus. Tampoco está claro cómo lucirá el nuevo capitel. ¿Será una copia de la creación en plomo del arquitecto Eugene-Emmanuel Viollet-le-Duc del siglo XIX que se elevaba 96 metros (315 pies) de altura, o será una versión contemporánea?

Con Notre Dame aun severamente dañada, Deleville, la creyente que perdió su iglesia, no puede ni pensar en una visión del futuro.

“Hace que mi corazón llore”, dijo. “Regreso, pero ella no está ahí”.

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