Es muy triste observar lo que está sucediendo en el mundo y obviamente en nuestro país como consecuencia del desarrollo de esta Pandemia. No tanto por la enfermedad como tal y la cantidad de muertos que ha producido, sino por la actitud del ser humano en su relación con Dios. Lo cual hace presagiar que la cosa puede irse a mayores. ¿Qué queremos decir? Que el ser humano, el hombre, el ciudadano común y también el cristiano y el que dice que cree en DIOS, ante el miedo y el temor, estábamos convencidos, buscarían más de Dios. Más de su Palabra. O sea, se tornarían más obedientes a sus mandatos, consejos y recomendaciones. Su actitud y su vida de adoración al Eterno Dios Todopoderoso se haría más profunda, constante, legítima y obediente tal como ÈL lo indica en su Santa Palabra que es LA BIBLIA, pero no ha sido así. Nos parece ver que la gente se aleja más.
¿Cómo así? Claman, rezan, convierten sus hogares en sitios de adoración pero se arrodillan ante ídolos e imágenes que no tienen nada que ver con la adoración legítima al VERDADERO DIOS, nuestro SEÑOR JESUCRISTO. Crece la vida espiritual de muchos, si, ciertamente es así, pero orientada equivocadamente. Confiesan sus pecados ante hombres falibles y pecadores como lo somos todos. Ponen antes que a Dios, deidades, santos y personajes venidos de las tradiciones familiares e influencias paganas, argumentando, erróneamente, que no las adoran, sino que ellas interceden o median por ellos ante Dios, degradando así la presencia del ETERNO en sus vidas. Y DIOS es claro en esto. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” 1Tim 2:5. Lo cual no tiene ninguna discusión. Además, agrega la razón de esta grandiosa verdad “El cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (vers 6). Lo que indica claramente que es inaudito creer que hay alguien que pueda ocupar su posición.
En medio de su paroxismo espiritual olvidan, que Dios es tajante y claro. Contundente. «No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” Éxodo 20:3-5.
La segunda parte de este texto bíblico es para meditar en ello. Por cuanto señala una cualidad de Dios que todos deberíamos conocer y que la acompaña con una predicción. “Porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” Éxodo 20:3-5.
El celo de Dios no es como el de los humanos, pecaminoso, ciego, enfermizo. No. Es un celo de amor hacia la criatura, que por encima de todo quiere salvar del pecado pero nunca en pecado. Por ello, no acepta la división en la adoración y la obediencia. Y lanza la advertencia para quienes son desobedientes consientes. Entonces rehúsa compartir su gloria con ídolos o imágenes. Lean por favor (Isa. 42: 8; 48: 11). No acepta el culto y servicio de un corazón dividido. “Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es” Ex.34:14 Deut. 4: 23, 24. Y el mismo Jesús lo certifica cuando dijo: «Ninguno puede servir a dos señores» (Mat. 6: 24). ¡Para reflexionar!
¡Hasta la semana que viene Dios mediante por la WEB!
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William Amaro Gutiérrez