#OPINIÓN Por la puerta del sol (65): Lecturas reflexivas #11Abr

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Homero, Goethe, García Márquez

«El hombre es viejo, pero el escritor no envejece si sabe seguir escribiendo con una pluma joven»

(Hermam Grimm)

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La grandeza de un escritor, poeta o artista figurativo no es otra cosa que el reconocimiento a la capacidad que tiene de introducirse con su magnífica imaginación en la historia, tradiciones y creaciones de sus pueblos.

Esta fuerza portentosa fue la que llevó a Homero (Siglo VIII o siglo IX A de C), a Goethe (Siglo VII D de C) a García Márquez (Siglo XIX De de C) a sobresalir por encima de los más famosos escritores y poetas. Gracias a ellos conocimos la historia de pueblos desconocidos como también pedazos sueltos de sus propias historias y vivencias.

Su genio consiste en esa manera, capacidad y conocimiento que poseen y los medios de que disponen cuando deciden dar vida a sus obras. El ingenio de todos ellos radica en su gran ilustración.

Leerlos es meterse en sus temas y vivir con ellos sus aventuras, es no poder librarse de sus imágenes y vivencias fantásticas y macabras que avasalladoramente se apoderan de nosotros. Su magia nos toca y fascina.

La «Ilíada y la «Odisea», las imágenes de las dos epopeyas inmortales de Homero son un apoteosis, carácter y arte más sabio aplicado en sus obras imposible de superar como tampoco el orden elevado de pureza ideal que encierran sus obras.

Tanto en la Ilíada, de guerreros feroces y saqueadores como en la Odisea; donde la prudencia y dechados de virtud, hizo ver qué existen pasiones ocultas en el hombre. Supo equilibrar en las dos obras lo bueno y positivo que puede existir en campos de ferocidad y lo malo y negativo que puede guardar en el fondo el corazón. Nada es tan terrible, nada es tan perfecto.

Podemos señalar que Homero escribió la «Ilíada» en su momento juvenil de más acción, fuerza y virilidad; la «Odisea» en cambio demuestra ser obra de su poderosa vejez, escrita después de haber vivido mucho. La Odisea encierra el arte de lo que no hay indicios en la Ilíada. En una plasma el momento más activo del hombre, en la otra su momento de reflexión. Lo hermosamente curioso es que las dos obras se complementan.

En estilo, movimiento y estructura los versos se parecen entre si. El estilo en una y otra obra -es el hombre- dice Buffon, luego el estilo en las dos es el mismo hombre.

Demasiada grandiosidad encierran estas admirables obras, únicas maravillas hechas poema, escritas por Homero casi mil años a de C.

Continuación próxima semana.

Amanda Niño de Victoria

[email protected]

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