Flotando en el espeso grosor del encierro preventivo y tratando de no naufragar en medio del tsunami de noticias, informaciones, mentiras, verdades, rumores y una casi infinita gama de matices intermedios, hay dilemas que surgen frondosos en el contexto de esta contingencia mundial por el coronavirus, que reflejan la inédita complejidad que enfrentamos. Igualmente, se empiezan a visualizar también tendencias, que pueden marcar las rutas que transitaremos los próximos meses, y los escenarios que a cada segundo, se van configurando:
-Mayor regulación estatal y control social, con sus riesgos: Uno de los efectos inmediatos de esta epidemia, es el aumento de la actuación e intervención de los gobiernos en la identificación de casos, activación de planes de emergencia a nivel sanitario y hospitalario, restricciones en el tráfico y movilidad de personas, y suspensión de actividades a todo nivel, con variantes e intensidades, para contener y prevenir el contagio masivo. En el caso de sociedades con democracias más o menos abiertas y libertades económicas y ciudadanas, esta actuación del Estado marca un giro impuesto por la emergencia, ante tradiciones más liberales y menos interventoras en los asuntos particulares, en especial en culturas anglosajonas o europeas. Pero en países con regímenes muy poco o nada democráticos, y donde ya el control social es la norma, el coronavirus viene como anillo al dedo para reforzar medidas represivas y restrictivas de libertades y derechos humanos.
-Desglobalización: Hay quienes sostienen que esta pandemia generará un retroceso en la fuerza y avance del proceso de globalización e integración de las sociedades y las economías del mundo, ante el natural repliegue y protección de fronteras, como medida de prevención y contención. Creo sin embargo, que superados los meses de mayor propagación o contagio y una vez controlada la emergencia, la dinámica globalizadora retomará su curso y ritmo. De cómo cada país enfrente la pandemia, dependerá la nueva geopolítica y geoeconomía resultante.
-Ruina económica versus el riesgo de contagio: El dilema hoy, para personas, empresas y gobiernos, es precisamente el de diseñar acciones de cuarentena, resguardo y suspensión de actividades, pero hacerlo hasta un punto en el que no genere un deterioro económico y un costo en desempleo, quiebras, desabastecimiento y recesión, cuyo impacto puede ser catastrófico. Todo gobernante, como estadista, enfrenta en la soledad de su poder y responsabilidad un cálculo y una decisión que, aunque nos resulte lógica, si prevalece el deseo de salvar vidas, no luce tan fácil en el análisis de los costos para una sociedad. Resultará infructuoso salvar vidas, si luego no tendrán como trabajar, sostenerse o generar ingresos, con una economía colapsada o en ruina. Hay asimetrías en las economías y en los riesgos recesivos que enfrentan, y aunque haya ayuda multilateral, si no hay fortalezas y políticas adecuadas, sus beneficios no serán iguales para todos.
-Del #QuedateEnCasa al #SiNoTrabajoNoComo: Aunque suene paradójico, no todos pueden quedarse en casa, quizá la más extendida recomendación para contener y evitar el contagio. En muchos países, en especial en América Latina, es mayoritaria la proporción de la población que depende de su trabajo diario, de salir a la calle para poder comer. Este drama, implica un escenario complejo, si se suma la incapacidad de sistemas de salud precarios y deficientes para atender a los enfermos, o una crisis humanitaria compleja de hambre y empobrecimiento. Venezuela, es en este punto, un ejemplo desgarradoramente preocupante e inquietante.
-No todas las respuestas están en lo digital: Hay una tendencia a pensar que todas las actividades económicas, industriales, comerciales y empresariales pueden migrar a un esquema productivo sustentado en el mundo digital. Y no es así. Existen actividades y labores que definen una economía real y tangible, que deben realizarse en campos, sembradíos, fábricas, talleres, oficinas e industrias. Aunque se acelere el desarrollo de esquemas de comercialización e intercambio en redes, el mundo gira aún bajo un trabajo que no habita en la red, sino en el mundo real.
-El otro virus, el miedo: La incertidumbre que supone una amenaza desconocida, que agarró por sorpresa a la humanidad, está generando también otro tipo de contagio o infección, esta vez de tipo social y psicológico: el miedo. Como reacción defensiva y lógica de la gente, el miedo genera conductas que, en la lógica de la angustia y defensa instintiva que la define, puede ocasionar comportamientos sociales e individuales complejos, en el orden y tranquilidad que debería prevalecer durante esta coyuntura.
-La ciencia, puesta a prueba. Como nunca antes el acervo y conocimiento científico de la civilización se ha puesto a prueba como hoy, con el covid-19. Y como nunca, hemos visto el esfuerzo y trabajo mancomunado de investigación y experimentación coordinado de equipos científicos a todo nivel, públicos, privados, multilaterales y particulares, con protocolos compartidos y avances y publicaciones difundidas en dicha comunidad. La búsqueda de tratamientos, y de una vacuna, es hoy la principal urgencia del planeta.
-Distanciamiento físico versus Urgencia de acompañamiento y cercanía social y emocional: Ante una situación inédita como la que estamos atravesando, ante el encierro o distanciamiento físico como acción preventiva, se impone el mantenimiento de la comunicación en redes como vía para sobrellevar la pandemia y garantizar la salud mental y emocional de las personas. La introspección reflexiva y consciente como herramienta, debe acompañarse de un contacto virtual con familia, amigos o seres queridos, junto a actividades que alimenten el espíritu y mantengan a raya o reduzcan el riesgo de ansiedad o depresión.
No son todos, ni son los únicos, pero en todo caso son dilemas y urgencias que enfrentamos actualmente, y sobre los que debemos avanzar juntos, para construir la mejor solución posible. Lo hemos hecho en el pasado, y no tengo duda de que seremos capaces de hacerlo hoy también.
Alexei Guerra Sotillo
@alexeiguerra