Para los aficionados a la cábala y ese tipo de cosas medio esotéricas, medio supersticiosas, estos días del mundo en paro son una fuente deliciosa. A los que no han caído en cuenta de muchas coincidencias, les aporto mis ociosas observaciones hechas desde que este año nos cayó encima. Hay un juego tremendo entre el número 2 y su cuadrado 4. El año 2.000 se clausuró el siglo 20. Este 2020 suma 4 y 40. El día 02-02-2020 se dio algo que no se dará otra vez sino en cientos de años: la fecha era capicúa. En las 2 primeras decenas de este siglo se dieron 4 años bisiestos: 2004, 2008, 2012 y 2016, todos, por supuesto, múltiplos de 2 y 4.
Como este año 2020 es el bisiesto 5, espero que su inicio funesto sea a la vez un anuncio del cierre de las calamidades.
Algo notable es que esta cuarentena mundial, que se ha debido decretar mucho antes, pues en noviembre pasado fue el brote del coronavirus en China y poco se tardó en extenderse el contagio, por la falta de previsión de los gobiernos del mundo, se haya decretado en cuaresma, otra vez la coincidencia del número: 40 días de reclusión durante los 40 días de penitencia, ayuno y oración de lo cristianos preparando la Pascua de Resurrección. ¿Coincidencia o providencia? Para mí, providencia. Hemos sido llamados a vivir esta cuaresma, como nunca, en el mayor recogimiento, porque no podemos ni salir a la calle. mucho menos tener reuniones amenas familiares, profesionales, culturales o recreativas. Sólo nos quedan las redes de comunicación y debemos aprovecharlas al máximo, no sólo para información y distracción, sino para enriquecimiento espiritual, pues aquellas instituciones con preocupación por las almas están volcadas en darnos su cotidiano alimento para el espíritu y es el que más necesitamos en esta hora menguada de temor, dolor y desesperanza.
Es la hora de penitencia y oración. Oigamos a los líderes religiosos del mundo, ellos son nuestros guías. El mío es Francisco y su mandato extendido a través de los obispos; pero los diversas creencias tendrán otros y les recomiendo también oído atento a sus llamados y enseñanzas. Cuántos, muchísimos, han sido indiferentes y lejanos de su religión y sus preceptos: es la hora de volver, si esta pandemia no es un clamor ensordecedor que lo reclama, ¿cuándo van a despertar de ese sopor que los tiene espiritualmente entumecidos?
Judíos, cristiano, musulmanes, paganos, ateos, agnósticos, miren al planeta en llanto y cuántos de ustedes serán parte de ese llanto. Nadie es intocable. Esa corona maligna también corona realezas y famosos. Somos la humanidad totalmente expuesta a la tragedia de esta enfermedad. Si no invocamos unidos a las potencias celestiales es porque se nos agotó la esperanza y entonces sí que todo estará consumado.
¡No! Arriba mentes, corazones y voluntades. Estamos en cuaresma y cuarentena, pero ya atisba en el horizonte el Domingo de Resurrección, ¿y acaso no será también el del comienzo del cese de la pandemia? ¿Por que no alimentar esa esperanza a la vista de las coincidencias que nos ha preparado la providencia?
Vivamos ahora una etapa de reflexión, oración y penitencia. Revisemos las miserias y pecados de nuestras vidas. Si estamos tan curtidos y endurecidos que ni siquiera los vemos, acerquémonos a un fuego purificador que derrita esas durezas. Al menos una jaculatoria dicha con convicción pude ser la chispa para provocar el incendio: ¡Señor, que vea!
¡Ah, qué paz inmensa cuando se cree y se espera!
Alicia Álamo Bartolomé