Muchos son los cambios que los ciudadanos han tenido que hacer a sus vidas por la cuarentena social que le ha tocado vivir desde que se confirmó el primer caso del coronavirus, enfermedad que ya ha afectado a 135 personas en todo el país.
Eugenio Castellano es barquisimetano y no ha cambiado su rutina por la necesidad de trabajar y llevar el sustento de cada día a su casa, a pesar de la cuarentena declarada desde el pasado 17 de marzo en el estado Lara. Él es vigilante en un conjunto residencial en el este de la ciudad y nunca falta a su puesto de trabajo.
“Si yo no trabajo, no como y tengo un muchachito en la casa. No puedo esperar que él me pida a mí o a la mamá para comer y tengamos que decirle que no hay nada. Ahí es donde la gente empieza a robar”, dijo Eugenio a Elimpulso.com.
Castellano debe recorrer un lago trecho para llegar a su puesto de trabajo y con la falta de transporte público se le ha hecho cuesta arriba llegar al este de Barquisimeto, sin embargo, no ha dejado de cumplir con su función.
“Vivo en el Barrio Bolívar, casi en El Pescaito. Antier me vine a pie desde el tanque del INOS hasta aquí. Salí a las 6 y llegue a las 9:30am, me provocaba acostarme y no pararme más, pero uno tiene que trabajar y ser cumplido”, dijo Castellano quien vive con su hijo mejor de 9 años, un hijo mayor y su esposa. El mayor de sus muchachos no está trabajando “él trabaja para el centro y allá todo esta cerrado, tengo que echar ‘pa lante yo soy el único que puede trabajar ahorita”.
Sin agua y sin gas en el barrio Bolívar
Eugenio Castellano comenta que lo más difícil de esta contingencia es tener que vivir sin agua y sin gas. “Dicen que uno debe lavarse las manos a cada rato, pero allá en el Bolívar un tanque de agua cuesta Bs. 150 mil y llenar una pipa de 100 litros Bs. 25 mil, ¿Cómo cumple uno con eso que dicen?”, se pregunta el vigilante de 60 años.
A la cuarentena social, la escasez de agua y la falta de transporte público, se une también la terrible situación de no tener gas doméstico. El humilde trabajador dice que tiene 2 meses cocinando a leña. “Míreme los ojos. El humo de la leña me tiene así. Y así está mi esposa y mis hijos también”, relata Castellano quien asegura que un haz de leña con cuatro pedacitos de madera cuesta 15 mil bolívares.
A pesar de todo lo que pasa a diario, Eugenio Castellanos responsablemente llega a su puesto de trabajo, está presto para ayudar a los vecinos de la comunidad y sigue manteniendo su amabilidad característica y una sonrisa para todos los que con él conviven. “Lo que pagan no alcanza para todo lo que uno necesita, todo aumenta todos los días, pero hay que trabajar. Tengo responsabilidades y no puedo dejarlas”, sentenció Eugenio Castellanos.