Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez era un ávido lector y escritor insaciable. Llevaba consigo siempre baúles enteros repletos de libros y manuscritos. Durante sus campañas, tenía un arreo de mulas de entre ocho y doce, solo para trasladar sus papeles y libros
En su diario anotaba todo lo que le parecía interesante y describía todo lo que veía durante sus viajes. En el diario, por ejemplo, se encuentran sus anotaciones sobre la primera visita que hizo a los Estados Unidos, en 1783, apenas seis años después de la Declaración de la Independencia del país norteamericano.
Permaneció allí un año y seis meses, y visitó las ciudades más importantes, conociendo así a los personajes más influyentes de la política del momento, entre los cuales destaca George Washington.
A juicio de historiadores como Inés Quintero, este viaje constituyó para Miranda el primer contacto con las prácticas democráticas en la primera república del nuevo mundo. «Quedó Miranda gratamente impresionado, pero también hubo cosas que le parecieron demasiado liberales para su gusto. No consideraba apropiado que sastres, posaderos o herreros pudiesen ser electos para el Poder Legislativo, pues no creía que tuviesen conocimientos suficientes para atender los asuntos públicos».
Discordaba igualmente Miranda, con que la gente se sentara en los banquetes sin tomar en cuenta la procedencia social de cada quien, por ende, en una ocasión estando en una posada, se encolerizó que los sirvientes compartieran la mesa con sus señores, por lo que empacó sus pertenencias y se marchó, porque él mismo, jamás había compartido la mesa con su criado.
Ya en su encierro en La Carraca, Cádiz, estuvo atendido hasta el día de su fallecimiento por Pedro José Morán, su último criado, quien compartió con el Precursor muchos días con sus noches, pero no hay referencias que prueben que durante el cautiverio, hayan compartido la mesa.
Fuente: Inés Quintero. No es cuento, es Historia. La Hoja del Norte. 2da Edición. Caracas 2012