Es difícil escribir sobre algo nuevo en pleno desarrollo como la plaga actual. Pero la historia puede dar algunas ideas sobre sus posibles desenlaces.
La más mortífera pandemia anterior fue la llamada “gripe española” de 1918, inicialmente detectada en E.E.U.U. Unos 500 millones de seres humanos fueron infectados – entonces casi un tercio de la población mundial; con hasta 100 millones de muertos, unos 625ooo tan solo en Estados Unidos.
Aquella pandemia afectó hasta a personas tan notables como el Presidente norteamericano Woodrow Wilson y el rey Alfonso XIII de España; y en Venezuela se cobró la de Alí Gómez, el hijo predilecto del entonces dictador Juan Vicente Gómez. Pero la plaga se extinguió y se sobrevivió.
Sin vacunas ni antibióticos, los controles a nivel mundial de entonces se limitaron a medidas no medicamentosas como el aislamiento individual, la cuarentena, la buena higiene, el uso de máscaras y desinfectantes, y las limitaciones a las reuniones públicas – que fueron aplicados apenas de modo muy disparejo. Pero a la postre la plaga se extinguió.
Esa epidemia se presentó en dos oleadas y duró casi un año, hasta que todo los afectados se inmunizaron o fallecieron. También tuvo importantes efectos económicos, como ahora. Pero la sociedad sobrevivió y se rehízo.
Luego vino la llamada “gripe asiática” de 1957-58, que mató unos 2 millones, y la “gripe de Hong Kong” de 1968-1969, que se llevó a otro millón aproximadamente, a nivel mundial.
Hay enormes diferencias entre aquellas situaciones y la realidad actual, la mayoría de ellas favorables a la humanidad. Un factor desfavorable ha sido que los actuales medios de transporte han acelerado su más rápida diseminación global.
Sin embargo, el incomparable incremento de información y estadística epidemiológica a disposición de todos ha permitido un monitoreo infinitamente más detallado sobre los alcances y características de la plaga. Los más eficaces avances médicos, científicos y tecnológicos, junto a una más amplia red de salud pública ofrecen una mayor capacidad de repuesta; y los medios de comunicación masiva hacen que sea más universal la concientización, y el llamado a una sencilla conducta personal.
Pero por más que se trate de politiza el reto exigiendo acción oficial y endilgando culpas, la responsabilidad fundamental se mantiene al mismo nivel que en todas las anteriores ocasiones: A nivel individual, donde lo que más se requiere es sentido común y prudencia. Siga las indicaciones de cuidado personal, y si no forma parte de la solución evite hacerse parte del problema.
Antonio A. Herrera-Vaillant