Por allá, por los primeros años de la democracia, oí decir con frecuencia a un tío, la siguiente frase: “preso ni en la casa de uno”, él había sufrido una injusta prisión de más de dos años durante la dictadura perezjimenista. Esa prisión le hizo sufrir mucho a él y a su familia. Salió de la cárcel de Ciudad Bolívar, a raíz de los históricos acontecimientos del 23 de enero de 1958. He recordado mucho esa frase en estos días de encierro obligatorio que todos estamos viviendo. Por supuesto los motivos son muy diferentes, pero la sensación de falta de libertad es comparable en ambas situaciones. El hombre nació para ser libre y cualquier motivo que le impida el ejercicio pleno de su libertad, lo rebela contra ese motivo, aunque sea necesaria o conveniente esa restricción de libertad. He conocido enfermos que llevados a una reclusión obligatoria en beneficio de su salud, adquieren otra enfermedad, la depresión y la tristeza.
La pandemia del coronavirus que sufre el mundo entero, tiene como medicina primordial no salir a la calle, salvo que sea estrictamente necesario. Nos toca una “prisión” obligatoria para parar este terrible virus que ha matado ya miles de personas en el mundo entero. ¿Nos afecta nuestra cotidianidad? Sí, pero es la única manera de parar su propagación. Por algo Dios habrá querido nuestro encierro. Ofrezcamos ese sacrificio por el bienestar de todos y por el propio bienestar personal. Estamos obligados moralmente por el bien común, no hay excusas, aunque nos cueste. No sé si Venezuela está preparada para atender una epidemia como la que se ha venido encima. Médicos, camas, insumos, medicinas, equipos etc, no sé si los hay. Confieso que le creo mucho más a Trump, a Duque, a Macron, a Piñera, a Bolsonaro y hasta a Pedro Sánchez, pero continúo sin creerle a Maduro. No sé si cuando él habla dice la verdad o disfraza las situaciones que vivimos. Su actitud es la del que desea sacar provecho político y personal a la tragedia que se vive. En el mundo entero nadie le ha hecho caso, ni los chinos ni los rusos, los cubanos porque son sus compinches, pero más nadie le ha hecho caso. Eso es un drama para él, pero lo que es peor, para el país.
Hasta este momento veo falta de guantes, camas, tapabocas, cuidados intensivos, gas, gasolina, agua, medicinas, ya van a escasear los alimentos esenciales, comercios lógicamente cerrados, fallas eléctricas muy graves, horas en penumbra e incertidumbre acerca de cuánto durará esta situación. El coronavirus pasará, espero que pronto, pero no podemos vivir sin los bienes esenciales para nuestra vida, no podemos vivir sin educación en todos sus niveles. Venezuela debe reaccionar cuando pase la pandemia.
Como no hay mal que por bien no venga, si he notado un voltear el rostro y la mirada de la gente hacia Dios. Dios existe parece decir nuestra gente. Necesitamos de Dios. Aprendamos que no somos dueños de la vida, el dueño es Dios. Estamos imposibilitados de ir a las iglesias, pero el domingo vi que había no menos de cinco canales de televisión transmitiendo la Santa Misa y ya en la semana veo que por lo menos dos veces al día se transmiten. El tiempo moderno ha estado lleno de farándula, concursos de belleza dispendiosos, abortos, uniones gay, bolsas de valores, revistas de chismes, viajes lujuriosos, diversiones desenfrenadas, fútbol y otros deportes también dispendiosos, la familia olvidada y descuidada y Dios arrinconado, ahora lo necesitamos, cierto, pero no solo ahora, siempre lo necesitamos.
Joel Rodríguez Ramos