Los diccionarios más comunes definen “pestilencias” como
“Hediondez, fetidez, hedor inaguantable, putrefacto. Wikipedia asocia
pestilencia al término peste y entonces la define como una enfermedad
infectocontagiosa que afecta tanto a animales como a humanos causada por la bacteria Yersinia Pestis. Enfermedad bacteriana agresiva, provocando frecuentemente la muerte de la persona afectada si no se aplica el tratamiento adecuado. Generalmente se transmite por picadura de pulgas infectadas procedentes de roedores. O según el virus, como el Coronavirus de otros animales. En la Biblia, la pestilencia suele ser un signo del juicio de Dios sobre una nación o grupo de personas quienes se han apartado de sus recomendaciones por desobediencia. (Deuteronomio 32:24).
El aparecimiento del Coronavirus en China y que hoy ha tomado todo el
mundo, ha sido objeto de análisis, comentarios, teorías y conclusiones en
los distintos foros médicos, sociales, intelectuales, políticos y religiosos de todo el planeta. Desde el científico o político más encumbrado hasta el ciudadano más común en cualquier país desarrollado o no. Puede dar una clase magistral sobre este tema. Hay expertos en estas cosas por montones. Como dice mi querida nuera Oneisy “esto es de locos señor William” Las opiniones caen como cascada, como ríos desbordados por
todas las redes sociales. Unas sencillas, otras profundas, hay hasta
cómicas, pesimistas, alarmistas y optimistas, psicológicas y siquiátricas.
Ojo. Pero estamos convencidos que hay buena intención. Por ello, que no
queremos ser críticos a ultranza de esta “avalancha”, sino más bien
previsivos. Sí, muy previsivos. Pero la información más importante, la que
sale de la mente y la boca de nuestro Creador se acalla, se silencia y se
omite, lo cual es muy triste. Una, que nuestro Señor Jesucristo colgó en el
Libro Sagrado hace más de 2000 años, donde nos alerta de todas estas cosas que hoy estamos viendo y viviendo en carne propia. “Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente. Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror … Luc.21:9,10,11.
Cualquier crítico de oficio pudiera argumentar que guerras, sediciones,
pandemias y pestes ya ha habido en este planeta y eso es verdad. Pero a
medida que avanza el tiempo la situación en el mundo se agrava cada vez más. Jesús predijo que en los últimos tiempos de este planeta, habrían
epidemias (“pestilencias” o “pestes” Luc.21: Mateo 24: 7). Pero con el
avance de la ciencia y tanto “sabios” en la actualidad no debería haberlas ni se esperaría que las hubiera. Nunca antes la humanidad ha desarrollado tanto las investigaciones médicas y las medicinas en toda su historia. Ni había dispuesto de tantos antibióticos, vacunas, desinfectantes, higiene, etc. como ahora. Entonces la gran pregunta ¿Por qué las hay y de una manera tan agresiva?
El poder que tiene lo que Jesús predice en los evangelios reside entonces,
en que ahora que no cabía esperar que hubiera epidemias, las hay. Esta es una señal de los tiempos, una más que nos confirma que estamos en el tiempo del fin predicho por nuestro Salvador; tiempo de arrepentimiento y de consagración. De perdonar y pedir perdón. De congraciarnos con nuestro DIOS y esperar así su pronta venida.
¡Hasta la semana que viene por la WEB DIOS mediante!
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William Amaro Gutiérrez