Luis Almagro: El coronavirus en Venezuela puede transformarse en un desastre absoluto

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Cuando Luis Almagro tomó el viernes su asiento en el Salón de las Américas en Washington llevaba puestos unos guantes de látex y una mascarilla protectora ante la boca. Los miembros del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos, que se disponían a elegir secretario general para los próximos cinco años, mantenían entre ellos una distancia de seguridad de al menos un metro. Sólo aquellos diplomáticos y funcionarios cuya presencia era completamente imprescindible se habían desplazado a la sede histórica de la OEA. El resto, incluida la prensa, siguieron la votación por internet. Finalmente, Almagro fue reelegido cómodamente en un contexto absolutamente excepcional, en una ciudad bajo estado de alarma y ante un continente que sólo ahora comienza a notar los primeros y devastadores efectos de la pandemia del coronavirus.

Estamos en un contexto completamente insólito. ¿Qué supone esta crisis del coronavirus para América Latina?

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—Es un un desafío probablemente de los más fuertes que tiene los sistemas sociales políticos latinoamericanos. Se va a tener que demostrar una gran capacidad de organización, una gran resiliencia, la capacidad para revertir los procesos y las curvas exponenciales de crecimiento que ha tenido el coronavirus. Va a tener que fortalecerse mucho el espíritu comunitario que deben tener nuestras sociedades. Cada ciudadano tiene que cuidar al otro. Cada uno tiene que actuar como si estuviera contaminado y por lo tanto, en todos los casos tiene que ser absolutamente responsable de cuidar a los demás y actuar en cada caso cuidando a sus semejantes y respetando las mejores condiciones de cumplimiento de los protocolos más estrictos. Creo que nuestras sociedades están siendo puestas a prueba de una manera muy dramática, tienen que encontrar esa forma de organización que les permita responder adecuadamente sin que parámetros sociales, productivos y políticos se vean afectados.

La pandemia está teniendo unos gravísimos efectos sobre la economía en Asia y Europa. ¿Deben los gobernantes americanos prepararse para un golpe similar?

—Hay que tomar medidas de prevención respecto al impacto que esto tiene sobre la economía mundial, lo cual afecta directamente a nuestros países. Las variables de exportación e importación, de comercio exterior, son determinantes en nuestras economías. Por lo tanto se van a ver afectadas por sus condiciones endógenas, por los problemas estructurales que tienen nuestras economías y por esta dificultades que van a encontrar para sostener ese comercio exterior que es fundamental para la economía.

Ha habido algunos líderes en América Latina que se han resistido a tomar medidas pensando que allí iba a llegar más tarde. Me refiero, por ejemplo, a los presidentes de México y de Brasil. ¿Qué les diría, visto lo que ha pasado aquí en EE.UU.?

—No voy a juzgar de ninguna forma las medidas que tomaron los políticos en Latinoamérica, el Caribe, Norteamérica, ni siquiera en Europa, respecto a la crisis del coronavirus. Cada uno toma las medidas que puede tomar de acuerdo al contexto político, económico y social que tiene en este momento. Cada líder toma las acciones que considera más oportunas. No quiero juzgar eso porque no me corresponde. Creo que han actuado de buena fe y han procurado tomar las decisiones que eran más convenientes en este momento.

¿Y qué pueden hacer los líderes americanos con respecto a la comunidad más vulnerable, la de los refugiados venezolanos, que ya padecían unas graves penurias antes de esta crisis?

—Hay un problema anterior a eso, que es el tema de Venezuela. Creo que debemos estar muy atentos porque la irresponsabilidad con la que han actuado la dictadura bolivariana respecto a la crisis humanitaria y la crisis migratoria, creo que se va a trasladar a la crisis del coronavirus. Si lo pasamos por el multiplicador de la crisis migratoria y la crisis humanitaria, podríamos estar enfrentando una tragedia de dimensiones catastróficas para el hemisferio. Las democracias tienen sus sistemas de balance, que se van acomodando permanentemente en función de los ajustes que la democracia obliga a tomar. Pero una dictadura irresponsable que ha generado la peor crisis migratoria y humanitaria de la historia del hemisferio, con un patrón de coronavirus que puede multiplicarse en función de esas condiciones, puede transformarse en un desastre absoluto. Por lo tanto, creo que tenemos que estar muy vigilantes por esa responsabilidad y buscar la manera de cooperación internacional y de apoyo que pueda paliar eso y asumir esa responsabilidad que la dictadura no asume en ninguna forma.

¿Cuál va a ser su prioridad con respecto a Venezuela en estos próximos cinco años?

—La crisis humanitaria que sufre el país. Cuando tenemos cifras como siete millones de personas en riesgo de hambre, definitivamente esa tiene que ser la prioridad. Tenemos que buscar la forma de hacer llegar la ayuda humanitaria al pueblo venezolano, soluciones reales para el pueblo venezolano, porque los costos que tiene eso en términos migratorios, sociales, de enfermedades, de hambre para la gente en Venezuela, y el impacto que tiene sobre el resto del hemisferio, es demasiado grande. Nuestros esfuerzos deben concentrarse en gran medida en sostener a la gente. Lo primero es el servicio que podemos dar a la gente, al pueblo venezolano, es hoy algo prioritario en el hemisferio. Después trabajar las variables de reinstitucionalización del país. Tenemos que lograr una forma de que las instituciones puedan volver a comenzar a trabajar en Venezuela. Tienen que volver a trabajar. Venezuela no puede ser ese país vaciado institucionalmente en que no hay ninguna institución que esté en condiciones de responder a absolutamente ningún problema que pueda tener el país. Hoy si quieres resolver el tema de seguridad, salud, alimentación o vivienda, no hay una institución que pueda hacerlo. Creo que tenemos que hacer un trabajo desde la base de reinstitucionalización del país para que este pueda comenzar a funcionar de una manera más democrática, paulatinamente hasta restablecer definitivamente la democracia. Los costos de la dictadura son demasiado fuertes. Mientras haya dictadura no vamos a poder tener un gobierno responsable, no va a haber solución para la crisis humanitaria, no va a haber solución para la crisis migratoria, no va a haber seguridad, no va a haber respeto a los derechos humanos. Tenemos que pensar cómo vamos logrando esas condiciones para revertir completamente esa situación dictatorial que vive el país.

Usted ha denunciado muchas veces el apoyo que el régimen Cuba ha estado prestando al de Venezuela.

—No es un apoyo, no es un apoyo. La de Cuba es una dictadura que completamente cooptó la mentalidad más débil y menos organizada de la dictadura venezolana y empezó a vivir de eso. Esa es su lógica hasta ahora. Es un país cooptado por una dictadura de décadas.

Quiere decir que en este momento la dictadura cubana está viviendo de los recursos de Venezuela.

—Así es. La cantidad de barriles de petróleo que sacan es fundamental para sostener un proyecto fracasado, arcaico y anacrónico como es el cubano. Proyecto más fracasado desde el punto de vista productivo, social y político no hay en el mundo entero. Todo el mundo se enteró de que fracasó menos la dictadura cubana. Es un despropósito desde todos los aspectos en los que uno lo pueda analizar.

Hace cinco años, cuando fue elegido por primera vez, usted era más optimista sobre la democratización de Cuba.

—El proceso ese de apertura que se fue dando paulatinamente durante las negociaciones para el restablecimiento relaciones diplomáticas con EE.UU. se revirtió completamente luego que se alcanzó ese objetivo por parte de la llamada revolución cubana. Ese proceso de apertura llegó hasta ese punto, después hubo un retroceso muy importante, un avance muy fuerte de la vieja guardia fidelista con sus ideas arcaicas y eso fue lo que completamente alejó esa posibilidad y ese optimismo originario que podríamos haber tenido en determinado momento.

Ahora ese proceso está en punto muerto.

—Ese proceso está en un punto en que casi todo el mundo está pensando cómo se prepara una una sucesión, cómo va a ser la verdadera sucesión que se va a dar en el país. Allí se están tomando posiciones para hacer que ese proceso sea todavía más retardatario y con más retrocesos, o ver si hay alguna posibilidad de apertura a futuro. Pero va a depender que cuando se un verdadero proceso sucesorio en Cuba.

—Fuentes de la Casa Blanca dijeron a ABC el mes pasado que están descontenas sobre cómo el gobierno de España está gestionando las presiones al régimen de Venezuela para favorecer la democracia. ¿Opina igual?

—Quiero analizar los hechos , poner los hechos de relieve. No es mi trabajo dar opiniones políticas. Esta es la situación, estos son los hechos: creemos que España debería ser un factor más determinante a la hora de impulsar sanciones de la Unión Europea. España debería tener un compromiso más fuerte con la democratización de Cuba y de Venezuela, España debería liderar los esfuerzos al respecto y no ser el último vagón. Creo que esos sí son datos y necesidades muy precisas y específicas de las que tenemos que ser muy conscientes. Si queremos un hemisferio libre de dictaduras, necesitamos un socio en España que esté comprometido con lograr eso y no en retardar los procesos de sanciones a los dictadores; no pretender hacer vista omisa en las condiciones de derechos humanos y de corrupción que tienen las dictaduras; no ocultar el fracaso que tienen esas dos dictaduras y el costo para sus pueblos que tienen esas dos dictaduras. Esos procesos han corrompido también y polarizado y llevado a extremos autoritarios o a otros países, concretamente Nicaragua. Sí son necesarias respuestas más contundentes, más efectivas, y también es muy importante que se despejen las dudas de corrupción que existen entre un lado y otro del Atlántico.

—¿Se refiere a esas sospechas de pagos a determinados partidos en España, concretamente Podemos?

—Exacto.

—Tras su reelección la embajadora de México tuvo unas palabras inusualmente duras, revelando que había votado a su contrincante. ¿Tiene algo que responderle?

—No, para nada. No tengo ninguna consideración que hacer al respecto.

En cinco años, cuando le entregue el testigo a otro secretario general, ¿cuál quiere que sea su legado?

—Mi legado va a ser mucho trabajo, mucha dedicación a las causas de la democracia, el desarrollo, los derechos humanos y la seguridad en el hemisferio. Un compromiso fuerte con el sistema interamericano y haber hecho míos los principios del sistema interamericano. Haber sido absolutamente panamericanista y haber buscado lo mejor para cada uno de los pueblos y dar las mejores condiciones de estabilidad política que permitan mejores condiciones de democracia y de desarrollo en nuestro hemisferio. Ese es mi trabajo. Me gustaría ver un continente libre de dictaduras, con el más pleno respeto de los derechos humanos y en las mejores condiciones posibles de desarrollo y seguridad. Eso es muy claro que el objetivo que perseguimos, pero esto son procesos, una obra que nunca va a estar absolutamente terminada. No está terminada en Europa ni en ninguna parte del mundo. Tenemos que entender que simplemente hacemos lo mejor en fortalecer un proceso en el que buscamos esas mejores condiciones.

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