Y así sucedió que de repente, la ficción cinematográfica nos anunció esta realidad.
El coronavirus se ha convertido en la primera gran amenaza verdaderamente planetaria en estas instancias del siglo XXI. El cine, como suele ocurrir en su imaginación y creatividad, es premonitorio de temas de interés, preocupación y contingencias.
Películas como “Epidemia” (1995), “Contagio” (2011) o “Guerra Mundial Z” (2013) nos mostraban situaciones hipotéticas de virus e infecciones que se salen de control generando pánico, encubrimiento, caos, o acciones coordinadas de gobiernos y entes sanitarios globales para enfrentarlos y contenerlos.
Los hechos nos están demostrando que a pesar de la tecnología y del avance científico, hay aún mucha fragilidad en el mundo que pandemias como el covid-19 han puesto en evidencia.
Mientras tanto, una palabra define a estas horas nuestro presente: Encierro.
Las circunstancias y sensatez lo imponen. “Cuarentena social” ordena Maduro, bajo un formato retórico-comunicacional a tono con una puesta en escena televisiva que aspira e intenta transmitir una real preocupación por la situación. Preocupación que estuvo ausente durante tantos años de devastación de la economía y de progresivo deterioro del sistema de salud del país, bajo su inacción e indolencia. La puesta en escena, sin embargo, apuesta a borrar ese pequeño detalle, esa certeza de que la precariedad de nuestros hospitales y centros de salud, sin agua y sin medicinas ni insumos o equipos médico-quirúrgicos para galenos y enfermeras, tiene el sello del socialismo estatizante y fracasado de Maduro.
En las cadenas que Maduro y sus colaboradores realizan, como dato curioso, no aparecen médicos o especialistas, o alguien con bata blanca que refleje alguna conexión con el acervo científico que intenta hoy descifrar los mecanismos de este virus surgido en China. No. Aparecen solo ellos, y militares. Camuflaje verde oliva. Probablemente aspiran que el coronavirus pueda seguir un orden cerrado, planificado y a su conveniencia, y no el salto exponencial que exhibe en el resto del mundo.
La gente, los que pueden, los poquísimos que pueden, siguen encerrados en sus casas, en sus apartamentos y espacios hogareños, apertrechados de alguna comida y de seguro de expectativas y miedo. Pero la gran e inmensa mayoría del país, navega en el drama descarnado de saber que si no sale a la calle a producir, a trabajar, a vender o a “rebuscarse”, no come.
El liderazgo opositor y democrático que representa Guaidó y la Asamblea Nacional, enfrenta por su parte el reto en esta emergencia, de atender la preocupación colectiva por el coronavirus, de mantener, reajustar replantear la estrategia de tal forma que le permita lograr el cambio político en el país, y sobre todo, de hacer tangible y visible tal liderazgo. No ha sido así hasta ahora.
La actual pandemia, más que un paréntesis en la crisis política venezolana, puede marcar un estancamiento de la lucha opositora y una oxigenación para Maduro, ante la ausencia de una presión que obligue al tan esperado quiebre interno, o también puede generar una aceleración del tal evento, si la presión social y el drama de hambre, desempleo y cierre de empresas y escasez de gasolina, en un escenario de convulsión popular, lo desbordan y dejan en evidencia su incapacidad para contenerlas.
Maduro ha solicitado al FMI un auxilio financiero por 5000 millones de dólares para hacer frente a la pandemia del coronavirus. Parece que se le olvidaron los insultos obsequiados meses atrás al organismo, así como una retórica autosuficiente e izquierdosa que invocaba una soberna decisión de no necesitar ningún crédito para Venezuela. ¿Será que Rusia y China yo no quieren financiarlo más?
A medida que avanzan los días, muchos en su encierro (insisto, quienes pueden hacerlo) se dedican a vencer el tedio, a leer libros, escuchar música, o a ver películas. Otros mientras tanto, sólo esperan de esta película, un final feliz.
En el espesor de las horas de una cuarentena obligada, en la ansiosa espera de quienes buscan huir y esquivar los efectos del coronavirus, millones de venezolanos rezan y se encomiendan a Dios, mientras se refugian en el calor de sus familias.
En medio del encierro, el futuro se hace lejano, y el presente una angustia interminable.
Todo pasa. Y esto también pasará.
Alexei Guerra
@alexeiguerra