Durante el cuarto día de cuarentena, el gobierno nacional confirma el primer caso sospechoso de coronavirus en Maracaibo. Sin embargo, la ciudad sigue sin darse por enterada de la magnitud de la pandemia.
Mientras detrás de los escritorios se confrontan opiniones, el marabino de a pie busca mantener el equilibrio de su cotidianidad, de sus costumbres y sus necesidades más básicas.
En el mercado Las Pulgas los buhoneros permanecen inmutables. Quién puede pensar que en un lugar donde por tradición la insalubridad “brilla por su ausencia”, ahora si se cumplirán las medidas de prevención contra el Covid-19.
El uso de tapabocas es escaso. Quienes lo usan, en la frente, en la mano o metido en los bolsillos y luego lo colocan de nuevo sobre nariz y boca, pueden correr igual de riesgo que quienes no lo utilizan.
Mucho menos probable es el lavado frecuente de manos o la aplicación de alcohol o desinfectantes, ya que muchos puestos ambulantes carecen de agua.
Algunos comerciantes informales venden las mascarillas quirúrgicas desechables en la mano, sin uso de guantes y mucho menos metidas en bolsas plásticas.
Otros ofrecen los tapabocas de tela, a 30 mil bolívares cada uno. Y las personas los toman de la mano del vendedor, los pagan y de inmediato los colocan sobre su rostro. Otro error de la ignorancia.
Maracaibo sin verdaderas medidas de control
En las calles, los niños juegan fútbol, los adultos dominó y las mujeres ocupan el día en sus labores y en conversar con las vecinas. El ocio obligado consolida vínculos que se interponen con la rigurosidad de la cuarentena.
El transporte público no discrimina entre los que van con mascarilla y los que no. El único requisito para embarcarse es tener a mano los 25 o 30 mil bolívares “sencillos”.
Nadie presta atención a dónde pone las manos. Porque el Covid-19 también “vive” sobre las superficies: entre dos y tres días sobre plástico y acero inoxidable. En cartón hasta 24 horas y en el cobre cuatro horas.
Diversos sectores aún carecen de agua y pasan horas sin electricidad. Pero nadie habla de eso. Importa más el surtido de combustible y la posibilidad de transitar por una ciudad que no se muestra segura ante un virus que ya cobró más de ocho mil vidas en el mundo.
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