Discúlpenme por comenzar hablando del agua tibia, pero la barbaridad del tema a tratar me obliga. El país sufre un proceso hiperinflacionario que ha devaluado su unidad monetaria hasta convertirla en “ripio”. Es tan terrible que solo se compara con la debacle del marco alemán en los años treinta del pasado siglo y que sirviera de trampolín para llevar al poder a un cabo austríaco que desató la más cruel y horrenda de las contiendas guerreras que hayan asolado a la madre tierra en toda su historia: Los campos de batalla recibieron torrentes de sangre de 30 millones de víctimas junto a la verguenza de contaminar la atmósfera con las gigantesca humaredas producidas por los hornos de Eichmann brazo ejecutivo de la “bestia rubia” para la ”solución final” eufemismo usado para citar el empeño de exterminar al pueblo judío. Finalmente el colofón atómico destrozando Hiroshima y luego a Nagasaki.
Y este devorador proceso inflacionario que nos azota se comporta de manera especial en nuestro amado país. Burlando todas las leyes y reglas aplicables, aparta un elemento y mediante el mágico influjo de la ”letra chiquita” crea un régimen especial a las acciones bancarias clavándole a los tenedores de tales acciones el cuento de que debido a la inflación las acciones bajan de precio. Tremendo disparate al que se aferran con uñas y dientes los medianos ejecutivos a los que discutes el despropósito. Atrincherados en la bendita “letra chiquita” dan por terminado cualquier reclamo.
Señores banqueros, si tienen tiempo, disposición y ganas, pueden escribir con letras “microscópicas” una novela al pie de los contratos de venta de acciones, pero nunca podrán justificar el descarado despojo que realizan amparados en una “letra chiquita” sin validez legal, no importa lo que diga el más encumbrado de los juristas. Pues si no lo sabían es imposible otorgar validez legal a una falsedad.
Además tampoco ese agregado en letra pequeña es Ley y ustedes no son Parlamento que las elabore, discuta y sancione.
Sea cual sea el punto de vista analítico desde el que veamos este caso el resultado será siempre el mismo. La inflación erosiona el valor de cambio de la unidad monetaria que sufre el problema pero nunca desvaloriza el bien comprable sea cual sea su categoría u origen, o su concreción material como bien tangible o no tangible, razón por la que cada vez se necesitarán más unidades monetarias para comprar el mismo bien.
Vale citar porque el argumento de los banqueros, cuya síntesis se fija en la famosa “letra chiquita” no tendría validez ni siquiera siendo una ley. Los máximos propósitos de una norma legal son: La justicia; la equidad; el orden y la concordia. Ninguno de estos conceptos, verdaderos fundamentos filosóficos del imperio de la Ley, están contemplados en las argucias expuestas por la banca para justificar el asalto mediante el cual se apoderan de acciones falsamente infravaloradas.
Es la hora propicia para organizarse un grupo de pequeños accionistas que den un combate frontal contra los espúreos argumentos usados por la banca para engrosar sus paquetes accionarios al misero precio de unas pocas millonésimas de “0chavos”.
Pedro J. Lozada