Octubre de 1918
Puerto de La Guaira, Venezuela
Un grupo de marineros descargan mercancías de un vapor mercante que recién había atracado proveniente de España con una breve escala en las Antillas Neerlandesas. A los pocos días, exactamente el 16, un soldado cae desplomado a consecuencia de fiebre intensa que se confunde con “un simple catarro”, pero al final del día ya eran 40 los uniformados contagiados de gripe y en tan solo veinticuatro horas, el número alcanzaba la espeluznante cifra de 500.
Para los primeros años del siglo XX, Venezuela registraba un total de dos millones 500 mil almas, de ese universo, 75% de la población era rural, en condiciones de miseria absoluta, insalubridad y analfabetismo. Había un médico por cada 500 habitantes y la expectativa de vida era inferior a los 42 años. Uno de cada cuatro venezolanos era portador de tuberculosis y eran atacados por numerosas enfermedades endémicas y brotes epidémicos recurrentes.
Gripe pasajera
A pesar de lo sucedido, las autoridades oficiales soslayaron el “simple catarro” registrado en el batallón y hasta censuraron la gravedad del evento.
El historiador Luis Heraclio Medina Canelón, en su acuciosa investigación sobre la epidemia, apunta que el 16 de octubre, Ignacio Andrade envía un telegrama a Juan Vicente Gómez, presidente de Venezuela, en donde le expresa “…la novedad que han comunicado de epidemia es exagerada…sólo hay un catarro que dura dos días…”. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores (Nro. 107-108).
Un segundo telegrama recibe el dictador el día 17, de parte de José A. Tagliaferro, director de la Sanidad Nacional en donde le da un parte que enciende las alarmas “la epidemia de gripe es sumamente contagiosa pero no presenta ninguna gravedad…muchos enfermos la pasan caminando y no se registra ningún caso fatal”.
Ya para el día 18, se reportaban numerosos casos en toda La Guaira y Caracas, y a finales de ese mes, la epidemia había llegado a Carabobo, Cojedes, Falcón, Bolívar, Zulia, Mérida, Trujillo, Táchira, Apure y Lara.
La investigadora Dora Dávila, cita que desde mediados de noviembre hasta la mitad de diciembre la gripe mató en Caracas, unas mil personas, alcanzando en los días críticos, 98 defunciones diarias.
En vista a todo lo anterior y la peligrosidad del virus, las autoridades se vieron obligadas a movilizarse para tratar de contener los efectos devastadores de la gripe mortal, nombrando así una Junta de Socorro Central en Caracas, presidida por el Dr. Luis Razetti, conformada por representantes en todos los estados y distritos. Gómez se refugia en su hacienda de Maracay y el 21 telegrafía al abogado Victorino Márquez Bustillos, presidente provisional de Venezuela: “Para evitar que estos lugares de por acá, se contagien también con la referida epidemia, dicte las medidas respecto de pasajeros y mercancías que vengan por tren para estos pueblos del centro, que interesa salvar a toda costa de la referida infección”.
Igualmente el benemérito prohíbe a la prensa tratar el tema de la peste. Pero pese a eso, el periódico Notas de Barquisimeto, dirigido por el poeta Juan Guillermo Mendoza, en su edición del 3 de febrero de 1919, publicó que: “Este catarro no afecta la garganta, se representa con poca fiebre pero con graves signos de postración, explosión súbita y repentina desaparición, si antes no causaba la muerte. Al parecer en nariz y garganta, expansión rápida por respiraciones, toses y estornudos”.
La pandemia llegó a Lara
El 3 de noviembre, el Cabildo de Barquisimeto, presidido por Julio Irigoyen, dispuso la organización de dos hospitales de emergencia dotados de medicinas y personal para su funcionamiento. Para tal fin, comisionaron al jefe civil para que adquiriera dos caserones en el perímetro de la ciudad.
No obstante, el 26 de noviembre un telegrama enviado desde Duaca hasta Maracay señala: “El terrible mal de la gripe invadió toda la Línea Ferroviaria, ocasionando muchas víctimas entre sus moradores, sobre todo en el Distrito Bolívar (Aroa) y sus campos,y en este y sus vecindarios”
“El tráfico estuvo casi interrumpido por dos meses”
El 17 de diciembre, oficialmente se declaró la presencia del virus que se comprobó entró por Duaca, a través del Ferrocarril Tucacas-Barquisimeto.
Refiere Medina Canelón, que el 3 de diciembre, el presidente del estado, David Gimón, telegrafía al dictador avisando de la suspensión de los trabajos en las carreteras: “Invadido ya el Estado por la gripe española por Duaca y amenazado por la vía de Maracaibo he suspendido trabajos carretera, dejando únicamente los trabajadores en los puentes…”.
El 16 Gómez insta al gobernante de Lara, publicar una “ADVERTENCIA” emitida por la Junta de Socorros del Distrito Federal, sobre el peligro de las recaídas, que pueden resultar fatales.
El cronista Ramón Querales, anota que para esa fecha, ya los efectos de la epidemia empezaban a diezmar a la población, especialmente las más alejadas de la capital: Hasta el 25 de enero de 1919, se habían comprobado 3.948 casos de infectados. En Duaca, 2.229 casos hasta el 5 de febrero; en El Tocuyo, 600 casos hasta el 30 de junio; Humocaro Alto registró 155; Mucuragua, 60; en Buena Vista, 1.000; en Cabudare 115, y entre los poblados de Los Rastrojos y Sarare pasaban los 300 casos. Todos los caseríos de El Eneal fueron afectados.
El índice de decesos no oficial reflejados en Barquisimeto por la Gripe Española entre el 1° de enero al 15 de febrero de 1919, fue el siguiente:
1 al 11 | 12 al 18 | 19 al 25 | 26 al 1 | 2 al 8 | 10 al 15 | Total |
19 | 34 | 62 | 49 | 39 | 14 | 217 |
El insigne fundador del Diario EL IMPULSO, don Federico Carmona, coloca al servicio del colectivo las páginas del periódico con el firme propósito de difundir las medidas sanitarias sugeridas por Dr. Luis Razetti, Vicente Lecuna, Santiago Vegas, Dr. Francisco, Dr. Rafael Requena, Aron Benchetrit, José Carcaño, José Rafael Rísquez y el arzobispo Mons. Felipe Rincón González,entre otros.
El maestro Héctor Rojas Meza asumió a plenitud de las actividades sanitarias para encararlapandemiaen la comarca Cabudareña, instalando la Junta de Socorro el 4 de noviembre de 1918 y en donde “puedan recluirse (…) todos aquellos enfermos que por su estado de pobreza no puedan ser atendidos debidamente como lo reclama la ciencia”. El 5 de enero de 1919, Rojas Meza funda el Hospital Sagrada Familia en la Casa del Balcón, situada en la acera sur de la calle principal (hoy avenida Libertador, justo donde se alza el Edificio San Juan Bautista), propiedad para entonces del señor Roseliano Palacios, según correspondencia oficial enviada al edil Henrique Orozco, presidente del Concejo Municipal del Distrito Cabudare.
El rostro de la muerte
Entre los primeros decesos registrados en Los Rastrojos, se encuentra el del sacerdote de la comunidad, quien fue sepultado en un predio contiguo al templo. No hubo registros, solo testimonios orales, describe el costumbrista cabudareño, Julio Álvarez y adiciona que los cortejos fúnebres iban uno atrás de otro por el pueblo, en una macabra procesión de carretas tiradas por mulas. Algunos cuerpos eran apilados uno encima de los otros, sin ataúdes. Las tumbas se usaban para enterrar a más de una persona, especialmente cuando más de un miembro de la familia, eran víctimas al mismo tiempo. Algunos ataúdes eran sellados con clavos para evitar la propagación de la peste. Hay testimonios que afirman que por las mañanas, aparecían cuerpos tirados en los caminos agrícolas, que expelían olores indescriptibles, los cuales en muchos de los casos, fueron incinerados.
Cifras conservadoras hablan de más de 25.000 muertos por la pandémica gripe española en Venezuela, aunque otros investigadores contabilizan no menos de 80.000, entre ellos, el coronel Alí Gómez, hijo de Juan Vicente Gómez. Por aquellos días, el benemérito se confinó en su hacienda de Maracay, sin apariciones públicas durante los tres meses que duró la epidemia en el país.
Brebajes como artes médicas
En ese escenario de miseria, desnutrición y sin acceso a servicios públicos que se vivía en todo el país, y muy especialmente en las regiones más apartadas de la capital de la República, frente a la Gripe Española, la población apeló a cuantas artes estuvieran a su alcance, entre ellos, guarapo de limón con panela, purgantes como aceite de castor o de tártago, brebajes calientes, sobre todo de canela y jengibre, pero sobre todas las cosas, nunca faltaron las rogativas a la Divina Pastora. Finalmente la peste cedió a finales de febrero, no sin antes dejar como funesto saldo algunas cifras imprecisas: 217 fallecidos en Barquisimeto; 174 en Duaca; 8 entre Cabudare, Los Rastrojos y Sarare, 6 en El Tocuyo, 12 en Las Mulas; 4 en Mucuragua; y 3 en Buenavista.
La solidaridad larense
Ante tanta calamidad, la sociedad larense recurrió a los donativos para confrontar la peste mortal, con importantes aportes de instituciones, comercios, asociaciones y personas. La interesante lista inicia con la Cruz Roja que dona Bs 2.000; el Concejo Municipal de Barquisimeto, Bs 4.000; la Cámara de Comercio, Bs 4.000; Compañía del Ferrocarril, Bs 2.000; Casa Blohn Bs 1.400; Gobernación de Lara, 5.000; Sociedad Divina Pastora; Bs 704; J. T. Santana, Bs 500; monseñor Aguedo Felipe Alvarado,Bs 200; Empleados del Ejecutivo regional, Bs 610; Sociedad Hijas de la Inmaculada, Bs 200; niño Edgar Dáger Bs 20; Santiago Álvarez, Bs 200; Calderón e Hijos, Bs 1.000;niña (ilegible) y sus hermanas, Bs 200; y el cañicultor don Daniel Yepes Gil, Bs 80, (abuelo de quien firma esta crónica). Asimismo, muchos fueron los donativos que en especies diferentes otorgaban los vecinos larenses para combatir la calamidad.