El pasado 8 de Marzo fue el Día Internacional de la Mujer. En 1910 se proclamó por las mujeres socialistas en Copenhague, con la bandera del voto. Ese mismo día en España, por cierto, se dictó la real orden que autorizó el acceso igual de hombres y mujeres a la universidad. El rey era Alfonso XIII, bisabuelo del actual monarca Felipe VI y el gobierno era el de la “regeneración democrática” presidido por el liberal José Canalejas. Su primera conmemoración fue el año siguiente en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. A raíz del Año Internacional de la Mujer declarado por la ONU en 1994, esa organización promovió que los países miembros adoptaran la conmemoración y en 2011, con motivo del centenario, inició sus actividades ONU Mujer, la Entidad de Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer.
La conciencia acerca de la igualdad de la mujer crece en el mundo y si bien ha habido avances significativos en lo jurídico y lo político, junto a cambios sociales y económicos de importancia, todavía estamos lejos de una situación aceptable y se siguen planteando injustas desigualdades, discriminación y violencia éticamente inadmisibles.
En Venezuela, el voto nacional de las mujeres llegó en 1947 a raíz de la Revolución de Octubre, poco antes había sido acordado sólo para concejales. La primera mujer ministra fue Aura Celina Casanova, titular de Fomento con Leoni, curiosamente sustituida por otra, Haydeé Castillo, al llegar Caldera. Una trascendente reforma del Código Civil hubo en 1982, tras años de lucha de un movimiento de mujeres plural y unitario, donde entre otras muy meritorias, de una larga lista destaco a Ana Lucina García Maldonado y que mucho debe a la inteligencia y la voluntad de la Ministra para la Participación de la Mujer en el Desarrollo, la primera en la historia del país, designada por el Presidente Herrera, la luego senadora Mercedes Pulido de Briceño. Quien escribe presidía la Cámara de Diputados cuando se introdujo y avanzó la primera legislación venezolana contra la violencia contra la mujer y la familia en los noventas, proyecto elaborado por una comisión encabezada por las parlamentarias Lilian Arvelo Alemán e Isolda Heredia de Salvatierra. Y la Ley de Igualdad de Oportunidades en 1993.
Más allá de la política, las mujeres venezolanas en promedio estudian más y avanzan más en cuanto a grados y diplomas; se destacan a todos los niveles en el mercado laboral y, además, cumplen en sus hogares tareas verdaderamente exigentes, aunque me alegra ver cómo ahora en las parejas jóvenes veo a los hombres más asumidos en la paternidad y el mutuo apoyo conyugal. También en la vida cívica y la solidaridad social, en iglesias, comunidades, gremios y sindicatos.
Pero no todo es color de rosa y con la profunda y prolongada crisis nacional, los problemas para todos en todas las familias se han agravado, sobre todo para las mujeres que han sido sin duda, la mitad más castigada de la población venezolana. Para quien lo dude, basta con ver las colas en los supermercados y hospitales, la participación en las protestas sociales en barrios, zonas comerciales y urbanizaciones, así como quienes son las voceras de la angustia en la calle, la morgue o las afueras de las cárceles.
Menos oportunidades de trabajo e inequidades en la remuneración para trabajo igual. Mujeres con los hijos en brazos emigran por las fronteras, afrontando riesgos indecibles. En un país donde escasean los medios preventivos de la concepción, proliferan las mujeres embarazadas con atención deficiente o no atendidas. Y un capítulo insuficientemente ventilado y para mi particularmente indignante, es el del maltrato y la violencia abusiva.
Es justo que la mujer ocupe su lugar en la agenda pública venezolana.
Ramón Guillermo Aveledo