Considera el Dr. Armando Sánchez, epidemiólogo y profesor de medicina de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, que si el régimen está dispuesto, como ha declarado Nicolás Maduro, a prevenir a la población del coronavirus COVID 19, debe solicitar ayuda a los chinos.
Porque lo que no se ha dicho al surgir la epidemia que se transformó en pandemia, tal como se veía venir cuando la enfermedad traspasó las fronteras de China, es que en el mundo hay tres grandes laboratorios que hacen estudios de virus y entrecruzamientos entre unos y otros.
El principal de estos laboratorios, que funciona desde 1943, es el de Fort Divertrick, en el condado de Frederick, estado de Maryland, donde los especialistas tienen experiencias en simbiosis de todos los virus, como por ejemplo de viruela con ébola.
Los rusos tienen su laboratorio de investigación de hongos, parásitos y bacterias, así como cruces de genes, en Koltsovo, en la jurisdicción de Volvosibirk, en Siberia occidental.
Y el tercer laboratorio es de Wuhan, China, precisamente donde se conocieron los primeros casos, a fines de año, del coronavirus COVID 19, que debieran haberlo denominado Coronavirus Wuhan, tal como ocurrió en Venezuela cuando surgió la fiebre hemorrágica virus Guanarito.
“No se dice, pero se sabe que la virología que han venido haciendo los estadounidenses y los rusos es para el bioterrorismo y es de suponer que lo mismo han estado practicando los chinos en Wuhan”.
¿Por qué nace el virus?
Dentro de los criterios que existen en los momentos sobre el COVID 19 es que puede ser un accidente que se produjo al escaparse un virus de Wuhan, que no es extraño que suceda en un laboratorio donde se hacen experimentos con enfermedades. “Nadie puede creer que fue ocasionado por una sopa de murciélago porque en Wuhan hay un mercado donde se venden quirópteros u otras especies, que los nacionales de aquel país comen.
Desde hace mes y medio, cuando la epidemia se convirtió en pandemia, el COVID 19 se extendió por China, Laos, Camboya, Vietnam, Japón, Indonesia y Malasia. A Europa abarcó Alemania, España e Italia. En América, ya tiene siete muertos y decenas de casos en los Estados Unidos, así como se han presentado algunos casos en Latinoamérica. El mal también se ha registrado en Singapur, Egipto y Argelia, en el África. Y ya no queda lugar que pueda considerarse seguro, porque esta enfermedad se propaga cuando alguien habla, canta, grita o estornuda si ya tiene el virus.