El primer ministro Giuseppe Conte restringió el lunes los desplazamientos en toda Italia para combatir al coronavirus, prohibiendo todos los viajes salvo los imprescindibles y dándole el puntillazo final a las reuniones sociales después de que los italianos no se tomaron en serio las advertencias previas y el número de infecciones aumentó enormemente.
“Nuestros hábitos tienen que cambiar, ahora. Todos tenemos que renunciar a algo por el bien de Italia. Cuando hablo de Italia, hablo de nuestros seres queridos, de nuestros abuelos y nuestros padres”, dijo Conte. “Sólo tendremos éxito si colaboramos y nos adaptamos de inmediato a estas normas más estrictas”.
Las restricciones en todo el país entrarán en vigor el martes y se extenderán hasta el 3 de abril, e incluyen continuar con el cierre de escuelas y universidades, así como el de tabernas, restaurantes y cafés al anochecer.
Conte le llamó la atención a los jóvenes que siguen reuniéndose socialmente mientras el virus continúa extendiéndose. “Esa vida nocturna… Ya no podemos permitirla”, dijo.
Italia reportó 1.807 nuevos casos confirmados de COVID-19 el lunes por la noche, para un total nacional de 9.172. La cifra de decesos en el país también se incrementó en 97 a 463, la mayoría de ellos personas de edad avanzada que padecían otros problemas de salud.
A pesar de registrar el mayor número de casos fuera de China, en Italia sólo ha habido un cumplimiento superficial de las medidas con las que se pretende reducir el contacto social, las cuales incluyen el cierre de cines y teatros, y la prohibición de que los aficionados asistan a los partidos de fútbol. El gobierno amplió gradualmente las así llamadas zonas rojas.
En un principio las restricciones al movimiento se aplicaban a 11 poblados en el norte del país con una población total de unas 50.000 personas, antes de que fueran ampliadas el domingo a toda la Lombardía y a 14 provincias en las regiones vecinas del Véneto, Piamonte y Emilia Romaña.
En el primer día hábil desde que el gobierno prohibió el movimiento en una amplia franja de territorio en el norte, el lunes reinó la confusión acerca de quién podía ir a dónde y bajo qué circunstancias.
Las calles de Milán, el centro financiero de Italia y la ciudad principal de Lombardía, se veían inusualmente tranquilas. Por primera vez se colocaron retenes en la principal estación ferroviaria de la urbe para examinar a los viajeros. Se le pidió a la gente en la Estación Central de Milán que llenara una forma policial, especificando el motivo de su viaje.
“Hasta hace unos días se pensaba que la alarma pasaría en algunas semanas, sólo era necesario que siguiéramos las normas. Ahora necesitamos explicarles a los ciudadanos que la situación es muy, muy grave; nuestros hospitales están al borde del colapso”, afirmó Giorgio Gori, alcalde de la ciudad de Bérgamo en Lombardía, en declaraciones a la televisora estatal RAI.
La gente que circula dentro de la ciudad y en las provincias está sujeta a verificaciones para asegurar que tiene razones válidas para estar en la calle. Los que violen esta norma se arriesgan a ser encarcelados tres meses o a pagar multas de 206 euros.