Depender del Metro de Caracas para llegar a algún destino es un “arma de doble filo”. Unas veces es rápido, otras (casi siempre) hay fallas y retraso, o eventos desafortunados con los usuarios que hacen imposible estimar la duración de un viaje.
Llegué el sábado 29 de febrero a las 9:15 de la noche a Pérez Bonalde para ir a Plaza Venezuela a asistir a un evento. Pensaba que todo estaba bien, pero había muchas personas en el andén. Eso me extrañó, pero decidí no prestarle mucha atención.
Cuando pasó casi una hora, por el andén contrario pero en dirección Palo Verde pasaron unos trenes de mantenimiento y fue ahí cuando pensé que algo pasaba. Como es habitual, los operadores de estación no informaban nada. Esperé un rato más y llegó un tren hacia Propatria y me subí para “dar vuelta” e irme sentada.
Entrando en el andén de la estación Propatria me fijé que del lado contrario había tres trenes de mantenimiento que saldrían a donde estaban los otros (yo todavía no sabía cuál era el problema). No conforme con eso, nos desalojaron y tuve que bajarme del tren para esperar que llegara otro.
¿Cuál es mi sorpresa? Saliendo al andén veo que un hombre con el rostro ensangrentado baja las escaleras y se acerca a un sujeto que conocía. Comenzó a reclamarle algo que no logré escuchar y de repente y a lo loco, lo empujó a las vías del tren. Ese hombre se fue de la estación mientras el otro, varios minutos después, fue auxiliado por el personal del Metro.
Seguí esperando que llegara algún tren. Ya eran las 10:30 y los trenes de mantenimiento se habían ido en dirección Palo Verde. Un rato más tarde llega un tren que también fue desalojado en la estación. Ahí fue que la gente comentó que había una falla en Agua Salud y que solo estaba disponible una vía para los trenes. En fin, sabía que tendría que esperar más y me quedé allí. Más tarde llegó otro tren. También fue desalojado y se quedó estacionado en Propatria.
Mientras seguía esperando, ya con más personas en el lugar, dos hombres empezaron a discutir y se fueron a los golpes. Ya era la segunda pelea de la noche. Se dieron hasta sangrar y aquel hombre que un rato antes fue lanzado a los rieles, porque le provocó, pateó a uno de estos que se estaban dando con las manos y los pies. Llegó una funcionaria de la PNB que a duras penas pudo separarlos.
Tras la pelea, ya siendo las 11:00 de la noche, la operadora de estación dijo que el tren que saldría con dirección Palo Verde venía de regreso por Plaza Sucre. Esperamos y cuando llegó lo abordamos. Entraron muchas personas para la hora y en el vagón siguiente al que estaba yo, unos hombres ebrios se fueron a las manos también. Tercera pelea. ¡Ayuda!
Aquella golpiza no duró mucho, pues la PNB estaba activa. La gente se reía y otros ya estaban desesperados por llegar a sus casas. Unos 10 minutos después el tren por fin arrancó y empezó otra pelea en el mismo vagón. Ya la cosa estaba repetitiva e incómoda, pero no podía hacer nada. “Ni modo”, pensé en ese momento.
Ya en camino, Pérez Bonalde estaba cerrada. Gato Negro también. Muchas personas se tuvieron que bajar en estaciones distintas para caminar. A esa hora. Llegamos a Plaza Sucre y el tren se quedó durante casi 20 minutos. Más desesperación que llevó incluso a que un usuario discutiera con un PNB por el retraso a lo que el funcionario le respondió: “Hay una falla en Agua Salud y eso no es problema de nosotros”.
A las 11:40 fue que arrancó y siguió como debería . Llegando a Capitolio vi los trenes de mantenimiento. Ahí estaba la falla (que no informaron). De camino había más estaciones cerradas y cuando llegamos a Plaza Venezuela, volvimos a la superficie a través de la única salida disponible que da a un mercado pequeño que hay en la zona. Estaba cerrado con rejas y nos sentimos atrapados y por supuesto, nadie del personal del Metro se encontraba ahí para ayudar.
¿Cómo solucionamos aquel problema y retraso? Quitamos una reja que estaba a medio poner para no saltar cercas del mercado. Había niños, adultos mayores y discapacitados que no podían hacer eso. Así la dejamos y cada quien siguió su destino. Fue a las 12:00 de la noche que pude llegar.
Tres horas de retraso, golpizas y desesperación que se convirtieron en una de las peores experiencias del Metro de Caracas.
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