Hosni Mubarak, el líder egipcio que durante casi 30 años fue el duro rostro de la estabilidad en Oriente Medio, falleció este martes, dijo la televisora estatal, luego de una rápida e ignominiosa caída en desgracia en las revueltas prodemocráticas que sacudieron el mundo árabe. Tenía 91 años.
Durante su mandato fue un aliado incondicional de Estados Unidos, un baluarte contra la militancia islámica y un guardián de la paz de Egipto con Israel. Pero para las decenas de miles de jóvenes egipcios que durante 18 días de 2011 participaron en protestas callejeras sin precedentes en la Plaza Tahrir, en el centro de El Cairo, y en otras partes del país, Mubarak era una reliquia, un faraón moderno.
Mubarak murió en un hospital de El Cairo donde se había sometido a una operación no especificada, reportó la televisora estatal, que dijo que sufría problemas de salud pero no ofreció más detalles. Uno de sus hijos, el adinerado empresario Alaa, anunció durante el fin de semana que el expresidente estaba en cuidados intensivos tras una intervención quirúrgica.