Llevar dólares en el bolsillo en Venezuela es un fenómeno que depende, cada vez más, de la ciudad en dónde se viva y que crea nuevas desigualdades económicas. Eso supone que quienes residen en Caracas, por ejemplo, tienen una ventaja competitiva para insertarse en la actividad económica que se transa en la moneda estadounidense frente a aquellos que residen en localidades más pequeñas como San Juan de los Morros, San Carlos o Barinas.
“Ahora tenemos problemas económicos que no teníamos antes. La desigualdad territorial o espacial es una y la otra es la desigualdad intergeneracional. Esto a consecuencia de la hiperinflación y la inevitable dolarización que vemos en las calles” aseguró el economista Luis Zambrano Sequín, en medio de la presentación de la propuesta de “Fortalecimiento de la Gestión Financiera Pública en Venezuela”.
Zambrano Sequín puntualizó que los residentes de los enclaves económicos que se benefician con la entrada de grandes volúmenes de productos importados al país tienen mayores oportunidades de mejorar sus ingresos, que aquellos que se encuentran en el interior del país y no encuentran cómo rasgar alguna tajada de esas pequeñas inversiones privadas asociadas al comercio.
Caracas al concentrar una buena dinámica comercial y Puerto Cabello, por donde entra la mayor parte de las importaciones, se convirtieron en localidades privilegiadas. Al igual que sucede con las ciudades limítrofes en los Andes venezolanos que tienen un fuerte intercambio comercial con Colombia o incluso, en el estado Bolívar donde se concentra la actividad minera del país. Estos puntos tienen dinámicas que ahora aparecen en el mapa como núcleos económicos y que poco tienen que ver con lo que se vive en otras localidades venezolanas.
Aquellas zonas como Valencia o Barquisimeto que antes tuvieron un protagonismo por sus áreas industriales, ahora se ven relegadas ante un impulso económico que ya no proviene de la manufactura interna. Esa disparidad económica es lo que crea las desigualdades que incluso el propio Nicolás Maduro reconoció la semana pasada.
“Todas las divisas que aportaba el Estado a la economía rentista petrolera, ahora lo aportan los privados. Y ante la opción de ‘reprimo o permito’, yo tomé la opción lo permito y ha sido correcta. Esa opción ha permitido que la economía respire. Estoy consciente de las desigualdades que surgen de este proceso, pero esas desigualdades serán superadas”, dijo Maduro, en una alocución desde el Palacio de Miraflores.
Dolarización irreversible
En el evento celebrado en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), Zambrano Sequín insistió en que la dolarización en Venezuela es un proceso que está en un punto muy elevado, que no se detendrá en el mediano plazo y que será difícil revertir incluso con un nuevo Poder Ejecutivo.
“No tenemos una dolarización aún mayor, porque el Gobierno sigue emitiendo bolívares y sigue pagando a los empleados públicos con la moneda local. El grado de dolarización es muy elevado e irreversible. Creo que estamos un punto en donde es muy difícil revertir ese proceso”, advirtió el experto del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (IIES) de la Ucab.
Ecoanalítica estima que en Venezuela circulan entre 2.500 y 2.700 millones de dólares y su proyección es que 70% de los pagos se terminen por hacer con una moneda diferente al bolívar para el cierre de este año.
La llamada “dolarización de facto” también encierra cambios simbólicos como el marcado de los precios en dólares y un nuevo impulso por parte de la banca para que los venezolanos abran nuevas cuentas en dólares o euros.
Para que el bolívar vuelva a ganar la confianza como moneda base en las transacciones se necesita una nueva política fiscal y un largo camino de recuperación económica, como lo muestran las experiencias de otros países latinoamericanos que vivieron episodios de hiperinflación en la década de los noventa. Por ejemplo, en Perú todavía hoy la banca opera con cuentas en soles peruanos y cuentas en dólares para la mayoría de sus clientes.
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