«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”
(Mateo 5:9)
Una de las cosas que más me molesta de la política, es que se ha convertido en un aliado poderoso del enemigo de la Salvación de las almas, por lo cual aparta a los profesos cristianos de la misión para la cual Dios les llamó por lo cual “yerran el blanco”. Me asombra la forma tan inteligente como Satanás actúa, valiéndose de las ideologías y del activismo político, para atrapar al cristiano sincero y colocarlo en el lugar que él quiere. Y me entristece, la forma tan tonta como los hermanos caen en la trampa y con justificaciones “lógicas” rehúsan entender lo que Dios pone ante sus ojos. Así caen en su red.
El cristiano, en la vorágine de la política nacional, se olvidó de este mandato de Dios. “Bienaventurados los pacificadores…” Estoy convencido que más que mandato es un halago, una promesa, una bendición, es un reconocimiento hermosísimo de Dios para aquellos que quieren ser su hijos. Por ello, es menester recordar lo que significa ser pacificadores, por cuanto eso nos hace bienaventurados, o sea, felices. “El sustantivo griego eir’nopoiós se deriva de dos palabras: eir’ln’, «paz», y poiéÇ, «hacer». Los cristianos han de estar en paz los unos con los otros (1 Tesalonicenses 5: 13) y deben seguir «la paz con todos» (Hebreos 12: 14). Han de orar por la paz, trabajar por la paz e interesarse en forma constructiva en las actividades que contribuyan a la paz de la sociedad” (Diccionario Bíblico Adventista). Fíjense bien lo que significa ser pacificadores. Trabajar en “actividades que contribuyan a la paz de la sociedad”. Esto no tiene interpretación alguna. Si se quiere es literal. Y es algo que saben o deben saber, sobre todo, los líderes de iglesias cristianas.
Pero preferimos congraciarnos con el mundo, con los amigos, los vecinos y con los lectores escondiendo la misión dada. Así abochornamos el Evangelio de Salvación y obviamente a nuestro Señor Jesucristo. Y tristemente no nos importa que escuchen de nuestros labios, vean por los distintos medios de comunicación y las redes sociales, como sale de nosotros un “espíritu inmundo” de confrontación y guerra. Y eso, es muy grave, por cuanto no gozaremos de la promesa de ser “llamados hijos de Dios”.
Entonces ¿Qué es ser un hijo de Dios? Los judíos se consideraban «hijos de Dios”. “Hijos sois de Jehová vuestro Dios; no os sajaréis, ni os raparéis a causa de muerto.
Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido” Deut. 14: 1. “Con todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Oseas 1: 10. Ambos conceptos pueden también asignarse a los cristianos de hoy. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; 1 Juan 3: 1. Pero vamos a estar claro. El ser hijo de Dios significa parecerse a Él en su carácter. 1 Juan 3: 2. La Palabra es clara, concisa y precisa por cuanto sale de la mente y la boca de DIOS. Los «pacificadores» son los «hijos de Dios» porque ellos mismos están en paz con Dios, y están dedicados a la tarea de inducir a sus prójimos a que estén en paz con él” (Diccionario Bíblico Adventista).
La pregunta interesante es. Partiendo de esta afirmación clara y contundente de nuestro DIOS a través de nuestro Señor Jesucristo. ¿Califica Ud. como un hijo de Dios o su pensar y su sentir es estimular la guerra y la confrontación en los distintos niveles?
¡Hasta la semana que viene por la WEB Dios mediante!
Próximo Artículo: “No me gusta el carnaval”
William Amaro Gutiérrez