Hasta hace poco, México fue uno de los dos únicos países de la región que no había avanzado en investigar la trama de corrupción que la empresa brasileña Odebrecht aplicó en el continente americano, salpicó a diversos funcionarios en varias naciones e incluso hizo caer a un presidente en Perú.
El fiscal general de México, Alejandro Gertz Manero, no tiene duda de por qué no había pasado nada en este país: “evidentemente porque había una fórmula para encubrir toda esa situación”, dijo el lunes.
Ahora las cosas parecen comenzar a cambiar: hace unos días fue detenido en España Emilio Lozoya, exdirector de la mayor empresa estatal, Petróleos Mexicanos (Pemex), bajo señalamientos de defraudar a la empresa por otorgar un contrato ilícito. Sin embargo, también está señalado de estar vinculado a la trama de sobornos de Odebrecht.
Según Gertz, el caso Lozoya es “un símbolo” de los esquemas de corrupción que operaron durante el gobierno para el que trabajó, el del expresidente Enrique Peña Nieto (2012-2018).
Lozoya, dijo, es “la expresión de toda una forma de conducirse de una administración y de un gobierno”.
El exdirector de Pemex, quien siempre ha negado haber recibido sobornos, es hasta ahora el único funcionario mexicano ligado al caso Odebrecht que ha sido detenido, pero ha abierto la esperanza entre varios para que permita finalmente visibilizar el alcance de la corrupción en el gobierno anterior e incluso la posibilidad de llegar hasta el expresidente Peña Nieto.